miércoles, 12 de septiembre de 2018

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 16/09/2018. Marcos 8,29-35

   Si algo se destaca en este domingo es la fe como fidelidad a Dios personalmente a su doctrina, o mejor, a sus enseñanzas. Es un tema que, bien analizado y llevado a la intimidad con Dios, puede llevarnos a la experiencia mística de una profunda unión con El.

   Como frase a recordar se propone: "El Señor Dios me abrió el oído y no me resistí, ni me eché atrás", tomada del comienzo de la primera lectura del libro de Isaías 50,5-9. Narra la cantidad de ultrajes que recibe el profeta por ser fiel al mandato divino. Lo apalearon, le tiraron de la barba, le esculpieron... pero, al estar Dios con él, no quedó defraudado y su rostro se endureció como el pedernal. El Señor lo ayudaba. Esta experiencia por la que a veces hemos de pasar si deseamos ser fieles a Dios, puede hacer que lo sintamos tan cerca de nosotros, que realmente nos transforme y nos llene de su cercanía. Es una experiencia mística, una experiencia de Dios, un regalo suyo.

   La epístola o carta de Santiago (2,14-18) comienza, en el trozo de hoy se lee, afirmando que "¿De qué le sirve a uno afirmar que tiene fe, si no tiene obras?" Y es que la fe en el Nuevo Testamento significa fidelidad. Tener fe en Jesús no es solamente creer en una doctrina determinada sino, ante todo y sobre todo, ser fieles a una persona, a Jesús. Y ser fieles a Jesús es amarlo a él, obedecerlo, pero, para amarlo a él es necesario amar al prójimo, al hermano. Por eso, la lectura termina afirmando: "Muéstrame tu fe sin obras y yo por las obras te mostraré mi fe".

   El evangelio nos presenta a Jesús que sale con sus discípulos fuera del territorio judío, para que ellos no sufran la presión ideológica de los fariseos y demás políticos. Quiere que su persona sea bien comprendida e interpretada.

   Jesús pregunta a los discípulos ¿quién decís que soy yo? Pedro se hace representante del grupo entero y contesta: "Tú eres el Mesías". Tal como se expresa aquí, Mesías con artículo, representa a un Mesías nacionalista, donde falta el sentido universalista del mesianismo de Jesús. Y de ese nacionalismo se hace representante y portavoz el apóstol Pedro. Sin embargo, el Jesús de los evangelios no es un Mesías nacionalista. Aunque en la traducción de un idioma a otro no aparece claramente, el presente histórico sin embargo existe, insinuando que esa equivocada idea sigue existiendo cuando Marcos escribe su evangelio.

   Jesús les prohíbe que propaguen lo que Pedro acaba de afirmar sobre Jesús: que él es el Mesías. Jesús no acepta esa afirmación entendida en sentido judío. El verbo "conminó" está siempre en boca de Jesús referido a los espíritus inmundos. Y Jesús les "conminó" a los discípulos a no propagar lo dicho por Pedro, ya que su idea está en la línea de los espíritus inmundos.

   Ahora, es la primera vez que Jesús va a enseñar directamente a los discípulos, no precisamente a las masas, ante el fracaso manifiesto de la declaración de Pedro. Jesús desmiente el triunfalismo glorioso de su mesianismo y les pone ante los ojos, no una figura gloriosa y triunfalista del Mesías, sino el doloroso destino de su Pasión y Muerte. La oposición a Jesús no procede del pueblo, sino de los tres grupos sociales más influyentes de lo económico, político y religioso. Pero, Jesús a los tres días resucitará. A veces, la maldad de los hombres nos lleva al martirio si queremos ser fieles a Dios. Este deseo debemos renovarlo continuamente en nosotros. Sentiremos la fuerza y la presencia de Dios.

   Compromiso:
   Decídete a dejar que Dios te acerque más a El.

 
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