lunes, 5 de marzo de 2012

III Domingo de Cuaresma. Ciclo B. 11/03/2012. Juan 2,13-25

   La escena evangélica de hoy, la expulsión de los mercaderes del templo, sucede en la primera de las tres Pascuas que se mencionan en el evangelio de Juan. La fiesta de la Pascua requería, para celebrarla, la peregrinación a Jerusalén, la capital. Todos los israelitas mayores de doce años estaban obligados a celebrarla y, por lo tanto, a ir a la capital. Para que nos demos cuenta de la importancia de la fiesta, siendo Jerusalén de unos 55000 habitantes, recibía en esas fechas unos 125000 peregrinos y se sacrificaban en el templo unos 18000 animales.

   Era pues, la fiesta de Pascua una hermosa ocasión para que Jesús comenzara su vida pública y manifestara su mesianidad. Su actuación tendría inmediatamente una resonancia nacional, e incluso más allá de las fronteras judías.

   Un texto bíblico (Zac. 14,21) anuncia el día del Señor diciendo: "Ya no habrá mercaderes en el templo del Señor de los ejércitos aquel día". El hecho de Jesús era pues una señal mesiánica clarísima. Jesús se manifiesta como Mesías. Además, el látigo, el azote, era un símbolo proverbial de forma que los judíos se imaginaban al Mesías con un azote en la mano para fustigar los vicios y las malas prácticas.

   El hecho evangélico de la expulsión de los mercaderes del templo es, pues, una forma de la manifestación de Jesús como Mesías, muy apropiada para la mentalidad judía. Es fácil de entender para ellos.

   Para mejor comprender el texto debemos afirmar que no hubo violencia o muy escasa. De haberla habido la policía hubiera intervenido rapidísamente. En esta fiesta de Pascua judía, los romanos llenaban la ciudad de numerosa fuerza pública por temor de una sublevación. No era la primera vez que sucedía algún intento. Por lo que, si Jesús hubiera usado la violencia, inmediatamente hubiera intervenido la policía, sobre todo en la zona del templo.

   El hecho de hoy es significativo, manifestativo de la mesianidad de Jesús y pacífico. Lógicamente, una sola persona no es capaz de echar del templo a toda una multitud. Que Jesús aprovechó para manifestarse como Mesías es cierto. Pero, también se puede asegurar que no hubo violencia sobre las personas y que, por lo tanto no se las provocó en demasía. Es todo un símbolo. Aparte, dos enseñanzas importantes. El templo es casa de oración, no de mercadeos. Eso no quita nuestro deber de orar en cualquier momento.

   Y recordemos la resurrección de Jesús en la contestación que da a los que le piden señales para poder obrar así: "Destruid este templo (su cuerpo) y yo lo levantaré en tres días".

   Compromiso:
   Estar siempre con respeto en la iglesia.

 
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