miércoles, 7 de noviembre de 2012

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. 11/11/2012. Ciclo B. Mc. 12,38-44

   El evangelio de este domingo es un evangelio que si no se queda en una predicación piadosa y si no se apoya en una exégesis auténtica, pierde su real significado de crítica al Templo del pueblo de Dios, es decir, de Israel, y por tanto, de crítica aplicable a la jerarquía de nuestra Iglesia Católica. Obsérvese que digo "la nuestra" porque, a pesar de todo, es la mía y no renuncio a ella. En ella conocí la fe en Jesús y eso me basta.

   Los escribas gustaban de los mejores asientos. ¿Y no hacen algo parecido algunos de nuestros celebrantes, cuando en vez de poner la sede a un lado del altar, la ponen dando la espalda al Sagrario y restándole a este su explendor? ¿No podrían poner la sede a un lado, como se hace en muchas iglesias?

   Los escribas, con sus formas externas lograban que el pueblo no pudiera prescindir de ellos, con lo que no llegaba a ser adulto, las personas no se desarrollaban debidamente, no siendo capaces de pensar rectamente por cuenta propia.

   Jesús, en este evangelio, nos invita a darnos cuenta de lo que, a veces, tenemos ante los ojos y no nos enteramos. Hoy, Jesús no nos propone teorías ni conclusiones propias, simplemente enuncia hechos comprobables. Es necesario ser objetivos, saber juzgar y evaluar por uno mismo, para ser libres. En la propia religión, no todo es cosa de Dios, hay también cosas de hombres, y estas, a menudo, nos restan libertad sin darnos cuenta. Jesús quiere liberar al pueblo de la trampa religiosa que lo mantiene esclavo.

   En la segunda parte de este evangelio, Jesús se sitúa frente al cepillo del templo. Esa preposición "frente a" tiene en Marcos un sentido hostil. En verdad, Jesús es hostil al gran tesoro del templo que después no se emplea debidamente. Jesús no se detiene a observar la gente que está rezando u ofrecimiento sacrificios, pero sí observa como la gente echa dinero para el tesoro del templo. Y llegó una viuda pobre que echa dos monedas de ínfimo valor. La mujer ofrece su propia vida porque ha echado todo lo que tenía para vivir. Aquí, los donativos son figura de la entrega personal a Dios. Pero, tengamos en cuenta que Jesús no invita a los discípulos a seguir el ejemplo de la viuda.

   Esta mujer es digna de lástima, es víctima del sistema y se queda sin lo necesario para vivir. Dios no quiere eso. Y, además, los discípulos no reaccionan de ninguna manera a las palabras de Jesús. Con ello, se da a entender que o no las comprenden o no las aceptan. Y nada sugiere que Jesús ponga a la viuda como ejemplo.

   Motivo de meditación ante tanto mercadeo en centros marianos como Lourdes o de santos como Asís. La oración, el amor a Dios y al prójimo van en otra dirección.

   Compromiso:
   Leer el evangelio del domingo antes de este comentario

 
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