miércoles, 21 de noviembre de 2018

Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Fin del Ciclo B. 25/11/2018. Juan 18, 33b-37

   Las tres lecturas de la misa de hoy nos hablan del reino de Jesús. Un reino distinto a los de este mundo, pues es el reino del amor de Dios, un amor capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas.

   La frase que nos merece inmensa alegría recordar es que Jesucristo "nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios su Padre". Y, pensamos que la palabra "sacerdotes" tiene un pleno sentido.

   La primera lectura (Daniel 7, 13-14) es ya clara con el tema a que se referirá toda la misa: "Su reino no tendrá fin". Así es el reino de Jesús. La grandeza de su reino consiste en el amor, un amor capaz de llegar a todo y restaurar todas las cosas.

   La segunda lectura es del Apocalipsis (1,5-8), último libro de la Biblia. Nos recuerda que nos ama y nos ha liberado de nuestros pecados. Estas dos ideas hagamos un esfuerzo por metérnoslas en la cabeza. No lo digamos sin más, sintámoslo de verdad. Jesús nos ama, y además, nos ha hecho sacerdotes para siempre. También lo enseña esta segunda lectura de la misa de hoy: "Nos hizo reino y sacerdotes para Dios, su padre".

   Todos somos, pues sacerdotes. En las primeras comunidades de cristianos, la eucaristía se celebraba en las casas, durante una comida. Tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Era una comida con Jesús resucitado. En la comida, lógicamente, había oraciones y cantos. La comida era presidida normalmente por el jefe de la casa donde se reunían y que era el cabeza de dicha comunidad eclesial. No era, pues, un clérigo ordenado, sino el amo de la casa.

   El evangelio de hoy termina afirmando que Jesús vino a este mundo para dar testimonio de la verdad. Y es cierto, Jesús da testimonio de la verdad aún hoy día. Yo lo dije alguna vez, pero es algo que debe repetirse muy a menudo: la fe, nuestra fe, se basa en un contacto personal con Cristo. Es un contacto real. Jesús se nos manifiesta al espíritu. Es verdad. Lo sentimos. Recuerdo que una persona, un no creyente, sintió la voz de Dios viendo lo que reflejaban en su cara aquellos que iban a comulgar. Es algo que sólamente los creyentes en la presencia de Jesús podemos disfrutar, y eso, porque Jesús lo quiere, es un don, una gracia, un regalo. Pero, es verdad. De una forma o de otra, Jesús da testimonio de la verdad en nuestros corazones.

   Y Jesús termina diciendo: "Todo el que es de la verdad, escucha mi voz". Ciertamente, la grandeza del reino de Cristo no es el poder de este mundo, sino el amor de Dios, un amor capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas. Esta es la causa por la que Cristo vino a este mundo y se hizo hombre, viviendo nuestra miseria humana, probando las injusticias, las traiciones, el abandono. El es de la verdad y no nos engaña jamás. Sabe lo que es el corazón humano y como posar su amor, su verdad.

   Compromiso:
   Sácalo de la segunda lectura.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.