martes, 27 de diciembre de 2016

Tiempo de Navidad. Solemnidad de Santa María. 01/01/2017. Ciclo A. Lucas 2,16-21

   A partir del "sí" de María, Dios nos ha dado su bendición, y hemos sido hechos hijos del Altísimo. Fue, de una forma u otra, el mensaje de los pastores. Este es el gran resumen y la gran alegría del día de hoy.

   Hoy, tenemos un bonito texto para memorizar y que los padres y abuelos podemos aprovechar para dar la bendición a nuestros hijos y nietos, poniéndoles nuestras manos sobre sus cabezas. El texto, tomado de la primera lectura, se trata de una antigua bendición y dice así: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz (Libro bíblico Números 6,24-27)".

   Esta es una magnífica puesta en práctica de la primera lectura.

   La segunda lectura se toma de la carta de Pablo a los Gálatas, 4,4-7. Gracias a María, somos hijos de Dios por adopción. Y, en consecuencia, tenemos en nuestros corazones el Espíritu de Jesús, que nos hace recordarnos de Dios y nos ayuda a hacer verdadera oración.

   El evangelio de hoy me parece un evangelio muy tierno. Nos presenta a los pastores, que van corriendo, a ver a Jesús. Ellos no estaban bien considerados, porque no aparecían como personas religiosas. Sin embargo, aunque poco practicantes, hacen caso del ángel y encuentran a María y José con el niño en un pesebre. Allí, ven la gran pobreza que intencionadamente nos presenta este evangelio de Lucas. Los pastores quedan tan profundamente impresionados de todo lo que se decía de aquel niño, que ellos mismos se convierten en portavoces de las cosas de Dios. En nuestro trato con Dios ¿no hemos sentido alguna vez maravillas? ¿Nos hemos convertido en sus portavoces?

   Y María meditaba todas esas cosas en su corazón. Hay que aprender a vivir todas nuestras experiencias religiosas,  conservándolas, como María, en nuestros corazones. Todos los que entran en contacto con Jesús guardan una experiencia tan viva, que les hace ser especialmente comunicativos sobre cosas de Dios.

   A los ocho días, le ponen el nombre a Jesús, que significa el salvador es Yahveh. Su nombre tiene un origen hebreo, y viene de la palabra Yehosua. Jesús es Dios salvándonos. Demos gracias a Dios.

   Compromiso:
   Debes deducirlo tú.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Solemnidad de la Natividad de Jesucristo. Ciclo A. 25/12/2016. Juan 1,1-18

   En este domingo podemos felicitar a Jesús por ser el día de su cumpleaños. Hoy, celebramos con toda la familia cristiana la gran fiesta de su venida al mundo. ¡Te felicitamos Jesús!

   Como frase para memorizar la palabra de Dios podemos escoger la siguiente: "A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer (Juan 1, 18)".

   Isaías nos llena hoy de verdadera alegría. Nos presenta hoy, la espiritualidad alegre que vive el pueblo judío en las alturas. Allí, se vive la presencia de Dios. Es una vivencia que, también, muchos de nosotros llevamos dentro. Allí, cantan a coro porque ven, cara a cara, al Señor: ¡Rompamos a cantar porque el Señor nos consuela!, nos manda la primera lectura.

   La carta a los Hebreos afirma que Dios nos habla a cada uno de nosotros de distintas maneras. Sólo tenemos que pararnos a reflexionar en oración, para descubrir cómo Dios ha estado presente en nuestras vidas. Y, cómo nos inspira en la lectura bíblica. En ella, encontramos, en estos tiempos, la palabra más reciente de Dios que nos habla. Es la palabra de Jesús que nos ha limpiado los pecados y está en los cielos.

   Nos recuerda el evangelio, que la vida era la luz del hombre. Los judíos afirmaban que la ley de Moisés era la luz, por el contrario. En el evangelio de Juan no existe, sin embargo, una luz que no sea el brillo de la vida misma. Juan no dice que la verdad lleve a la vida, sino que para los hombres la única luz-verdad es el mismo resplandor de la vida. Jesús nos trae la vida y con ella, el verdadero resplandor. La verdad es la vida misma, vida que podemos experimentar. Lo afirma el evangelio de hoy cuando dice: "En el verbo había vida y la vida era la luz de los hombres". En la vida del hombre hay un deseo de plenitud, como también el anhelo de vida es constitutivo de su ser. Nadie desea que su vida se apague para siempre. Aceptamos la muerte, pero como tránsito para seguir viviendo. El anhelo de vida es siempre constitutivo de nuestro ser. 

   Con ese anhelo de vida contactamos con Dios. La fe está basada en un contacto personal con El. Es la gran diferencia entre fe e ideología. Ideologías hay muchas. Las formas de pensar pueden ser variadas, pero, sólo es fe la que proviene del contacto con Dios, del contacto con Cristo, del contacto con Dios hecho hombre. Así se explica el Papa Francisco.

   Para terminar, y resumiendo, celebremos este día con verdadera alegría, descubramos cómo Dios está presente en nuestras vidas y contactemos con él para constatar la viveza de nuestra fe.

   Compromiso:
   Analizar el sentido de nuestra vida a la luz de la fe.

lunes, 12 de diciembre de 2016

IV Domingo de Adviento. Ciclo A. 18/12/2016. Mateo 1,18-24

   En este día, se nos anima continuamente a que pongamos nuestra esperanza en ser fieles al Señor. Fieles a pesar de nuestros propios pecados, que cometemos por debilidad humana. Esta fidelidad a Dios debe ser nuestra fuerza según se va acercando la conmemoración de la Navidad.

   Hay un texto que por dos veces se menciona en la misa de este Domingo, texto que por ser fácil de recordar, proponemos para memorizar y es el siguiente: "Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros. (Isaías 7 o Mateo 1)

   La primera lectura de hoy, se toma de Isaías 7,10-14. El rey Acaz, aunque rey de Judá, es un rey infiel a Dios y ofrece sacrificios a los falsos dioses cananeos por intereses políticos. El profeta Isaías anuncia a Acaz que ya había inmolado un hijo a los falsos dioses, que otro hijo suyo sería fiel a Dios y conduciría a su pueblo por buen camino. Isaías se lo anuncia con las palabras del texto propuesto para memorizar. La enseñanza de este testo es que  Dios siempre nos es fiel, es Dios con nosotros. Una buena exégesis de este texto no habla para nada de una virgen ni de un nacimiento milagroso. El mensaje es la fidelidad de Dios para con nosotros.

   Lo central de la segunda lectura (Romanos 1,1-7) es que el evangelio de Dios se refiere a su Hijo, cuya fiesta vamos a celebrar en estas navidades. En él habita el Espíritu Santo y tiene pleno poder por su resurrección. Esto es todo un resumen de nuestra fe. Dios nos ama y Pablo nos desea la gracia y la paz de dios Padre y del Señor Jesús. Unas preciosas ideas para vivir la Navidad y recordar que Dios nos es fiel.

   Al comentar el evangelio debemos comenzar afirmando que los relatos de la infancia de Mateo y Lucas no son sucesos históricos o biográficos. Son una teología  narrativa. Marcos, que fue el evangelista que primero escribió, no sabe nada sobre la infancia de Jesús. Y Juan, que fue el último, también ignora tal historia. Además, los relatos de la infancia de Mateo y Lucas no se parecen uno al otro en nada. Su intención no fue hacernos un relato de hechos. Todo nace con la experiencia pascual que nos hace preguntarnos cual es el significado de Jesús. Hablar de maravillas en la infancia de Jesús, como de cualquier personaje importante, era normal en aquella época. De más de cuarenta personajes anteriores a Cristo se dice tranquilamente que han nacido de madre virgen. Es una forma de indicar que la grandeza de Jesús viene de Dios. Todo el mundo lo entendía perfectamente. Y, el ángel del Señor expresa la presencia misteriosa del mismo Dios.

   Debemos terminar este comentario tal como lo empezamos, siendo siempre fieles a Dios, de igual manera que él siempre está cerca de nosotros. Es un buen compromiso para la Navidad.

   Compromiso:
   Revisa cómo está tu fidelidad a Dios. 

lunes, 5 de diciembre de 2016

III Domingo de Adviento. Ciclo A. 11/12/2016. Mateo 11,2-11

   Hoy, se empieza la liturgia dominical con inmensa alegría. No cabe duda que se va preparando el corazón, según se van aproximando las fiestas de Navidad. La alegría del creyente cristiano no es fruto de una ideología, sino que está basada en un contacto real con Cristo. Es el contacto con Dios hecho hombre. Una realidad divina expresada de manera humana. Y,como en la realidad se ve mucha gente coja por la calle, se nos dice hoy, que saltarán como ciervos llenos de alegría por la venida del Señor. Recordemos está bonita metáfora de Isaías 35. 
   
   Lo dicho representa la enseñanza de la primera lectura (Isaías 35,1-6a.10), donde hasta el desierto y el yermo se alegrarán y las flores se llenarán de gozo y alegría. Ante ello, hasta los más cobardes de corazón, debemos ser fuertes y no temer. Es como una procesión en cuya cabeza va la alegría perpetua y le sigue aún más gozo y alegría. es la alegría de Dios que se nos comunica.

   En la segunda lectura (Santiago 5,7-10) se condensa la enseñanza con la memoria del labrador que aguarda paciente a que llegue el fruto de la tierra, viendo como llegan las suaves lluvias tempranas y tardías que lo sazonan. Vayamos preparando nuestro corazón para conmemorar la llegada del Señor.

   En la lectura evangélica de este domingo, se ponen de manifiesto la figura de Jesús y la de Juan el Bautista. Ante Jesús, todos gozamos de una serie de experiencias reales que nos hacen vislumbrar una nueva vida. Es lo que comentábamos al principio. En contacto con Cristo, aprendemos a ver lo divino, a oír la voz interior de Dios, resucitamos a una vida nueva, comprendemos la Buena Noticia y nos llenamos de una gran renovación interior. Con toda esta riqueza no podemos sentirnos defraudados por Cristo. Somos dichosos. Todo esto, es lo que Jesús desea que le transmitan a Juan que está en la cárcel. A su vez, Jesús manifiesta quien es realmente Juan. Es el mensajero que va por delante para prepararle el camino.

   Sin duda, Jesús está deseando que haya muchos como Juan, que le vayan abriendo el camino, desbrozando el terreno. ¿No te animas a ser uno de ellos? Serás otro Juan Bautista si te animas a manifestar tu fe cristiana sin avergonzarte, si actúas como tal, como creyente, si eres practicante y animas a otros a serlo. Y de otras mil formas que se te pueden ocurrir.

   Compromiso:
   Si haces una lectura atenta, tu mismo podrás deducir uno.

lunes, 28 de noviembre de 2016

II Domingo de Adviento. Ciclo A. 4/12/2016. Mateo 3,1-12

   En las lecturas bíblicas de este domingo se nos presenta a un Dios y un Jesús conectados con la creación y la humanidad. Nunca hubo una desconexión entre Dios y la humanidad, y Jesús quiso que la gente recurriese a la presencia permanente de Dios, creando su reino de paz. Dios está presente en todos nosotros, tanto si somos conscientes de ello como si no.

   Como frase a memorizar escogemos de la carta a los Romanos (15,4): "entre nuestra paciencia y consuelo que nos da la Biblia, mantengamos firme nuestra esperanza".

   La primera lectura (Isaías 11,1-10) nos plantea una pregunta: ¿la vara que nace del tronco de Isaías se refiere a un rey terrenal, en la línea de David, al Mesías Jesús o a ambos a la vez?

   Para Pablo se refiere al futuro Mesías en Romanos 15,12. Las dos interpretaciones son posibles. El vástago es referible a un rey davídico y al Mesías. Es un pasaje que se puede aplicar a la historia de Israel y también como una profecía mesiánica. En cualquiera de las dos formas es obra de Dios, a quien estamos permanentemente conectados y cuya presencia debemos reconocer continuamente.

   En esa misma línea debemos leer Romanos 15,4-9. Comienza diciendo que todas las antiguas Escrituras (o Biblia) se escribieron para enseñanza nuestra. Es Palabra de Dios, decimos en la misa. Es algo que todos los católicos debemos de reconocer, tener en casa y leerla con frecuencia. Como no lo hemos hecho en general, debemos arrepentirnos de ello y volver al redil. Alegra saber que el Papa Francisco desea que se establezca en toda la Iglesia el día de la Biblia.

   El evangelio nos presenta toda una predicación de Juan Bautista, desde el principio hasta el final. Debemos aprovechar dicho sermón como preparación para las fiestas de Navidad. Es necesario confesar nuestros pecados, es decir, reconocerlos ante Dios y convertirnos de verdad, aunque, por nuestra debilidad volvamos a caer. La confesión ante un sacerdote no empezó hasta los años 1000, no es mandato de Jesús. Lo principal es que Dios nos vea arrepentidos y que demos el fruto que pide la conversión.

   Detrás de Juan el Bautista, aparece Jesús que bautiza con Espíritu Santo y fuego. Esto es lo más importante. No es un hablar por hablar. El Espíritu Santo se refiere al poder de Dios en acción, actuando en nosotros, dentro de nosotros. Es también la acción de Dios en todo el mundo. Todos estamos conectados con El. Todos tenemos un contacto personal con él y lo experimentamos en muchos momentos de nuestra vida: cuando ayudamos al prójimo, cuando hacemos el bien, cuando hacemos oración, cuando comulgamos recibiéndolo en nuestro corazón,...

   Compromiso:
   ¿Qué harás para estar conectado con Dios? Será una forma de hacer oración

miércoles, 23 de noviembre de 2016

I Domingo de Adviento. Ciclo A. 27/11/2016. Mateo 24,37-44

   Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico y un nuevo ciclo, el ciclo A. Las lecturas nos hacen recorrer la historia de cada uno según el plan de Dios, dirigiéndonos al final de los tiempos, donde Dios se nos aparecerá en todo su esplendor. Este es el aire puro que se nos manifiesta en este día. Respiremos profundamente y empapémonos de él.

   La frase que nos viene bien memorizar, tomada de la primera lectura, Isaías 2,2, dice: "La montaña de la casa del Señor es la cumbre de las montañas".

   Enlazamos así con la primera lectura (Isaías 2,1-5). En ella, la palabra monte o montaña aparece cuatro veces. Para los judíos, los altos, las montañas, son lugares donde se vive la presencia de Dios. Entre nosotros, muchas personas al llegar a un lugar alto, a la cima de una montaña, sienten también la presencia de Dios. Es algo bastante común a las personas creyentes. Y ese Señor Dios, cuya cercanía vivimos, no nos abandonará jamás después de nuestra muerte. La paz será su gran regalo, transformando las espadas en arados y caminaremos a la luz del Señor.

   La carta a los Romanos (13,11-14a) afirma que nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. En consecuencia, debemos andar como se anda de día, pues pertenecemos al reino de la luz.

   El evangelio de hoy está escrito en género apocalíptico. Jesús recordó poco antes, lo que ya había sucedido: la destrucción del templo. Este hecho fue tan estremecedor para los judíos, que les llevó a preguntarse sobre el fin del mundo. A lo largo del capítulo evangélico que comentamos y del siguiente, Jesús nos dice que debemos estar preparados para cuando llegue  nuestro fin. No debemos pensar solamente en comer y beber, en casarse y dar en matrimonio. Por esto nadie puede culparnos. Pero, no debemos estar tan metidos en la rutina diaria que no nos paremos a pensar para nada en nuestra vida espiritual. Aquí está la clave. Podemos buscar la felicidad en esta vida. La felicidad en el cuerpo y en el alma. Pero sin olvidar nuestra vida de relación con Dios en las alegrías y en las penas.

   Preparémonos pues, para la venida del Señor. Adviento es una preparación para la Navidad. Aprovecha para dar lo que corresponde a tu vida espiritual. De esta manera, estarás preparado para cuando llegue el Señor al final de tu vida. Es algo que puede llegar en cualquier momento. No avisa.

   Compromiso: 
   Haz todo lo que, espiritualmente, te evoca el monte, la montaña.

lunes, 14 de noviembre de 2016

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 20/11/2016. Lucas 23,35-43

   Hoy, celebramos la culminación del año litúrgico. Cristo es, para nosotros el centro de la historia de cada hombre. Por esta razón, es la fiesta de Jesucristo rey del universo. En torno a ello, giran las tres lecturas de la misa. Para interiorizarlo, recordemos o memoricemos lo siguiente: "El, Cristo, es también la cabeza del cuerpo, es decir, de la Iglesia (Colosenses, 1,18 )".

   El segundo libro de Samuel (5,1-3) nos habla de la unión de David como rey de Israel. Se trata de una figura referida a Cristo como Rey. Si las tribus de Israel eran "Hueso y carne de David", eso mismo debemos ser nosotros de Cristo nuestro rey de verdad. El es nuestro pastor de verdad, nuestro rey, y él ha hecho un pacto con todos nosotros.

   La lectura de la carta de Pablo a los Colosenses (1,12-20) está rebosante de doctrina sobre lo que representa el reinado de Jesús. El teólogo Rahner dice que la fe está basada en un contacto personal con Cristo. Eso mismo dice con otras palabras la lectura de Colosenses: "Dios nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido". Esta es una experiencia cristiana, resultado de un contacto con Cristo y es una realidad.

   Para empezar la asimilación del evangelio hagamos una invocación al Espíritu Santo y pidamos su luz y su inspiración para abrirnos dócilmente a su Palabra.

   Los judíos esperaban un Mesías triunfante y poderoso. Sin embargo, en la lectura evangélica de hoy descubrimos de qué manera Cristo es Rey. Es muy importante comprenderlo bien, pues de ello puede depender la calidad de nuestra vida cristiana. En efecto, a veces, nos apuran tanto el dolor y el sufrimiento, ante situaciones de enfermedad y de muerte, por ejemplo, que nos sentimos abandonados por Dios, tan dejados de su mano, que terminamos enfadándonos con El y dejando toda práctica religiosa. No hemos asimilado los sufrimientos y la muerte de Cristo Rey, cuya fiesta celebramos hoy.

   Los soldados que están junto a Jesús, se burlan de él y le dicen: "Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo". Y uno de los ladrones le espeta: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Es el razonamiento del que no entiende los misterios de Dios.

   Es verdad que no podemos comprender muchas cosas. Por eso es necesario aprovechar los malos momentos para hacer oración e ir aprendiendo a echarnos en las manos de Dios, suceda lo que suceda. Debemos olvidar algo las oraciones hechas y hablar directamente con Dios, diciendo lo que nos salga del corazón.

   Compromiso:
   Primero, echarnos de verdad en las manos de Dios.
   Segundo, hacer oración personal.

lunes, 7 de noviembre de 2016

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 13/11/2016. Lucas 21,5-19

En este domingo, se nos habla del futuro triunfo de la justicia divina. Será el día, "aquel día", en que actuará el Señor. La destrucción del Templo está presente en dos lecturas. Y, con templo o sin templo, los creyentes estamos siempre en las manos de Dios.

   Interiorizar la enseñanza de este domingo memorizando lo siguiente: "Todos os odiarán por causa de mi nombre. pero, ni un sólo cabello de vuestra cabeza perecerá (Lucas 21)".

   La primera lectura se toma del libro de Malaquías (3,19-20a). Malaquías es un profeta del siglo V antes de Cristo. Lleva a término su misión alrededor del año 445 antes de Cristo. En su época, aparece una falta de confianza en el Dios de la salvación, creciendo la indiferencia en la vida religiosa y moral, siendo escasa la gente que acude a los cultos del Templo. Es una situación muy similar a la de hoy día. Sin embargo, para los que honran a Dios y cumplen su ley de amar al prójimo, saldrá un sol de justicia que los iluminará y que llevará la salud en sus alas.

   La segunda carta de Pablo a los Tesalonicenses (3,7-12) es de total aplicación a los sacerdotes que quieran seguir el ejemplo de Pablo. El apóstol predicaba y extendió el evangelio de Cristo por numerosos lugares, pero vivía de un trabajo suyo, elaborando tiendas de campaña. Es, en cierto sentido, la expresión del pensamiento del papa Francisco que afirma que no debe pedirse dinero por las cosas sagradas, como son los sacramentos.

   El evangelio tiene como centro el Templo de Jerusalén y su gran belleza. Afirma Josefo que los lados del Templo estaban cubiertos de grandes planchas de oro que irradiaban como una bola de fuego cuando salía el sol, y la gente que lo miraba tenía que apartar la vista por la fuerza del reflejo. Pero, detrás de tanta belleza existe una gran bancarrota espiritual, hipocresía, opresión, rechazo hacia Jesús, al evangelio, como se en otros capítulos del mismo. Y este proceder de los hombres, llenos de maldad, nos llevará a guerras y revoluciones, a epidemias y hambres. Echarán mano a los que somos creyentes, nos perseguirán, nos llevarán a los tribunales y nos meterán en la cárcel. Seremos odiados por causa de llevar el nombre de Cristo. Pero, afirma Jesús que ni un  cabello de nuestra cabeza perecerá. Merece la pena ser fieles a Dios hasta el final.

   Como se decía al comentar la primera lectura, hoy existe una situación muy similar a la de los tiempos de Malaquías, pero también a la que se nos pinta en el evangelio de hoy. Un cristianismo mortecino, al menos en nuestra vieja Europa, es lo que nos toca contemplar, amén de unas guerras crueles donde se decapitan personas sin el menor temor de Dios, simplemente por ser de otra religión. En este caso, por ser cristianos. Aprendamos de estos creyentes a ser siempre fieles a Dios.

   Compromiso:
   ¿Qué te parece lo más fuerte de este comentario? ¿Qué lección puedes sacar?

miércoles, 2 de noviembre de 2016

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 6/11/2016. Lucas 20, 27-38

   Lo que une las lecturas de este domingo no es solamente la realidad de la muerte y la nueva vida, sino la gran actualidad de las mismas por la cantidad de mártires que, hoy día, dan la vida al no renunciar al tesoro de la fe. Además, son de un gran valor para empezar nuestra alfabetización teológica que tanto necesitamos.

   Para interiorizar nuestra fe, repitamos de memoria y, a menudo, la siguiente frase de 2 Macabeos: "Vale la pena morir a manos de los hombres - por testimoniar la fe - cuando se espera que Dios mismo nos resucitará" (7,14).

   La primera lectura (2 Macabeos 7,1-2.9-14) nos presenta a siete hermanos con su madre. Como sucede actualmente, en que gran número de cristianos se ven obligados a dar la vida por ser fieles a Dios y testigos de Cristo, los siete hermanos macabeos y su madre son torturados y asesinados por su fe en Dios. Esto sucede con el rey Antioco IV por los años 170 antes de Cristo.

   Pablo, en la segunda Carta a los Tesalonicenses, nos recuerda la gran esperanza que nos da Cristo y que ella, como obra de Dios, nos consuela internamente. Una importante afirmación es que la fe no es de todos. Por eso, decimos que la fe es un don de Dios, un regalo suyo, sí, pero debemos pedirla, sobre todo, echándonos en las manos de Dios.

   En el evangelio, los fariseos que no admitían la resurrección, tratan de poner a Jesús en un aprieto. Le plantean una dificultad que, aparentemente, pueda dejarlo en un gran ridículo. Le dicen: Una mujer tuvo siete maridos, que fueron muriendo sucesivamente. Y le preguntan: "¿De cuál de ellos será esposa dicha mujer cuando, después de muerta, resucite?" "Pues, los siete han estado casados con ella".

   Jesús responde afirmando que los resucitados serán como ángeles, y por lo tanto, no se casarán. Es una respuesta teológica acertadísima. Además, añade otra razón de una gran profundidad. Afirmamos que Dios es el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Pero, estos personajes ya habían muerto. Y, sin embargo, Dios sigue siendo su Dios y Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Para Dios todos están vivos. No con la vida terrena, sino con una vida angélica, espiritual.

   Con el lenguaje de Pablo, y con la segunda lectura en nuestra mente, podemos afirmar que la gran esperanza que Dios ha depositado en nosotros, será plenamente eficaz y no quedaremos disueltos en la nada. El Señor será nuestro Dios para siempre, porque siempre viviremos.

   Compromiso:
   Piensa: tu fe ¿te dispone a dar tu vida por fidelidad a Cristo, si te vieses en tal tesitura?

lunes, 24 de octubre de 2016

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 30/10/2016. Lucas 19,1-10

   El perdón que Dios nos da en todo momento es la gran enseñanza que se nos presenta hoy. Estamos bajo el amor misericordioso del divino Señor. No sólo en este año de la misericordia, según dispuso el Papa Francisco, sino en todo lo que dure nuestra vida aquí, en la tierra, y fuera de la tierra. Debemos acostumbrarnos a la mirada misericordiosa de Dios.

   Para interiorizar la enseñanza, aprende de memoria y repite con frecuencia estos días: "cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan (Libro de la Sabiduría)".

   La primera lectura (Sab. 11,22-12,2) contiene frases muy preciosas y profundas. Así, "el mundo entero es ante Dios como un grano de arena en la balanza", o "A todos perdonas porque son tuyos". Ante Dios, no somos nada, menos que una gotita de agua o de rocío. Y, aunque no somos nada, él siempre nos perdona y nos acoge.

   En la segunda carta de Pablo a los Tesalonicenses (1,11-2,2) se nos dice que todos estamos llenos de buenos deseos y con una tarea que hacer con relación a la fe. Debemos fomentarlos con seriedad para que puedan cumplirse, y examinar las tareas que pueden permitirnos llevar la fe a los demás.

   En el evangelio, hay un punto que debe subrayarse. Es el gran deseo de ver a Jesús. Zaqueo conservaba en su corazón un gran sentimiento de la verdad y la hermosura. Era muy noble en lo más íntimo de su alma. Por eso, es fácil que Dios anide en su corazón. No en vano, su nombre tanto en griego como en hebreo, significa puro, inocente.

   Jericó produce y exporta mucho bálsamo y es allí donde Zaqueo encuentra a Jesús. Como jefe de publicanos o recaudadores de impuestos para los romanos, se había echo muy fácilmente rico, según las costumbres de la época.

   Por otro lado, la higuera o sicómoro al que subió Zaqueo era un árbol considerado sucio o impuro, porque su fruto se aprovechaba para dar de comer a los cerdos. Por lo tanto, en la cultura de aquella época, fue muy humillante para Zaqueo subirse a la higuera para ver a Jesús. Pero, tal debía de ser el hambre y la sed de ver a Jesús que a Zaqueo no le importó su posición social ni el que dirán. El expresó la gran nobleza de ánimo que albergaba en su interior. No tuvo respetos humanos que pudieran cohibirlo. Es el coraje que nos falta, hoy día, a muchos cristianos. Y, esto nos impide, a menudo dar un buen testimonio de Jesús. Además, Zaqueo puso gran parte de sus riquezas al servicio de los pobres. Su testimonio fue completo. En una palabra, hizo honor a su nombre. Por algo Jesús lo llamó hijo de Abrahán.

   Compromiso:
   Vencer el respeto humano que nos impide evangelizar.

lunes, 17 de octubre de 2016

XXX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 23/10/2016. Lucas 18,9-14

   Se continúa con el tema de la oración. Como otras veces, la primera y tercera lecturas van directas a la enseñanza central del día, mientras que la segunda nos presenta lo que es el cristiano unido a Jesús. El cristiano es representado por el apóstol Pablo.

   Para interiorizar la enseñanza dominical memoricemos lo siguiente: en la oración, "el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado (Lucas 18,14)".

   El Eclesiástico (35,12-14.16-18) nos afirma que Dios es justo y por lo tanto no es imparcial. Dios escucha los gritos del oprimido, del huérfano, de la viuda, que repiten la queja. Esos gritos traspasan las nubes. No descansan hasta alcanzar a Dios. Es una oración sin descanso. A menudo, lo que necesitamos es paz interior, sosiego ante las desgracias, y Dios sabe concederlo a la persona que ante la desgracia sabe hacer la oración confiada y echarse en sus manos. Entonces, las cosas de esta vida se ven de otra manera. Y, ante las injusticias que claman al cielo, todos, sobre todo la Iglesia, debemos denunciarlas un día y otro.

   La segunda carta de Pablo a Timoteo (4,6-8.16-18) nos dice que a él, y a nosotros como él, nos está llegando el momento de la partida de este mundo. Francisco nos habla de una Iglesia en salida, y ¿cómo corremos hasta la meta? ¿Aprovechamos las fuerzas que Dios nos da para anunciar el mensaje divino? A Dios la gloria por los siglos de los siglos. Amén, amén, amén.

   El evangelio continúa con el tema de la oración. El gran tema del día. Dos personajes lo resumen: el fariseo y el publicano. Y los dos hacen su oración, cada uno a su modo. La oración del fariseo es presumida, no reconoce sus pecados, sus grandes pecados quizá, y desprecia a los demás. Da gracias a Dios porque no es ladrón, ni injusto, ni adúltero, "ni como ese publicano", ni como los demás. Ayuna y da dinero para el Templo.

   El publicano, en cambio, se queda atrás del todo, está como avergonzado, no levanta los ojos y sólo se atreve a decir: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador" ¿Cuál fue el resultado de estas oraciones? Que el publicano volvió a su casa justificado y el fariseo no. Al publicano se le perdonaron todos los pecados sin necesidad de confesarlos ante un hombre. El publicano volvió en gracia de Dios. El fariseo, no.

   Cualquiera que sea el motivo de nuestra oración, ha de ser perseverante, constante, humilde... reconociéndonos pecadores y muy poca cosa ante Dios, echándonos siempre en sus manos, sin exigir. Una oración muy pura es la que hace brotar del corazón un "Señor te amo" casi continuo, y agradecido. ¡Hagamos oración todos los días! Escojamos algún momento que nos lo recuerde: al subir las escaleras, al entrar en el ascensor, al acostarnos, yendo a la iglesia... Pero hagámoslo.

   Compromiso:
   Hacer oración todos los días.

martes, 11 de octubre de 2016

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 16/10/2016. Lucas 18,1-8

   La fuerza de este domingo se centra en la oración. Como afirma el Papa Francisco, recordando a S. Agustín, la fe en Jesús es nuestra fuerza, y la oración es la expresión de esa fe. Si se apaga la fe, se apaga la oración y viceversa. Fe y oración van siempre unidas.

   Para interiorizar alguna de las enseñanzas de hoy, memoricemos que "la sabiduría, por la fe en Cristo Jesús,  conduce a la salvación" (2 Timoteo 3,14-4,2).

   El libro bíblico del Exodo nos recuerda a Moisés haciendo oración con los brazos en alto. Cuando se cansaba y bajaba las manos ganaban las tropas enemigas; cuando las mantenía en alto, los resultados eran favorables. Habiéndose dado cuenta, Aarón y Jur sostenían los brazos de Moisés para que no cansara haciendo oración. Así, estuvo Moisés hasta la puesta de sol y sus fuerzas salieron victoriosas.

   Como en domingos anteriores, seguimos con la segunda carta de Pablo a Timoteo (3,14-4,2). Nos habla de la Sagrada Escritura o Biblia. Enseña que "Toda Escritura inspirada por Dios es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud". Pablo pide a Timoteo que proclame la palabra a tiempo y a destiempo. Una forma de hacer oración es hablar a menudo con Dios, hablar de Dios a los demás con frecuencia, y renovar a menudo la intención de hacerlo todo por su gloria. Esto es cumplir el mandato de Pablo en esta lectura, de proclamar la palabra de Dios.

   En el evangelio, Jesús explica a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse. Los cristianos de la época de Lucas experimentan la persecución y ven que Jesús tarda en volver a este mundo, según lo prometido. Mantener la fe en esta situación se hace cada vez más difícil para ellos. De ahí, la necesidad de que sepan mantenerse en oración. Deben hacerlo si quieren perseverar. Es la lección que se nos da al conectar la lectura bíblica de hoy con las que le preceden y le siguen (17,20-37 y 18,9-14 más 19,11-27).

   La lección del evangelio de hoy continúa fijándose en las situaciones difíciles que viven los cristianos, asegurándoles que Dios escucha sus oraciones. Debemos mantener la esperanza los días más oscuros, pues como dice el versículo 8, Dios nos defenderá pronto, nos hará justicia sin tardar, ya que le hemos gritado día y noche.

   La oración es muy importante en el evangelio de Lucas. Jesús reza; Jesús suda gotas de sangre y hace oración en su agonía en el Monte de los Olivos; también enseña a sus discípulos a orar... Jesús cuenta una parábola sobre la persistente oración de una viuda que clamó día y noche.

   La persistencia en la oración se logra en una continua unión con Dios. Esa oración va amoldando nuestros corazones para que se parezcan cada vez más a Dios.

   Para terminar, como dato curioso, recordemos que en la Biblia, en Sabiduría, llamada también Sirach, (35,15-25), existe una historia parecida a la parábola del juez injusto de este domingo. Sin duda, Jesús utiliza este relato y lo adapta.

   Compromiso:
   Haz oración todos los días, buscando la unión con Dios.

miércoles, 5 de octubre de 2016

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 9/10/2016. Lucas 17,11-19

   Curación y agradecimiento es la gran lección de este domingo. Casi mejor decir, agradecimiento solamente, saber agradecer en cualquier momento. Cualquier persona puede ser un regalo de Dios, y a los dones de Dios se dice ¡gracias!

   Para interiorizar recordemos y memoricemos el siguiente verso de una canción de funeral que dice: "si con él morimos, viviremos con él". Es de la segunda lectura de este domingo, de la carta 2 de Timoteo, capítulo 2.

   La primera lectura se toma del libro bíblico 2 Reyes (5,14-17). Menciona a un militar sirio que, aconsejado por una sirviente judía, baja al Jordán donde se baña por orden del profeta Eliseo y es curado de un mal que tenía en la piel. Como respuesta, el militar se convierte al verdadero Dios, abandonando los ídolos. ¿Y nosotros? ¿Por qué, de una vez, no nos entregamos al verdadero Dios? Lo conocemos de sobra. ¡Pues, hagámoslo!

   La lectura tomada de 2 Timoteo, 2,8-13 nos afirma que, si bien , Pablo está encadenado, la palabra de Dios no está encadenada, pues Pablo ofrece sus sufrimientos para que los demás alcancen la salvación. Afirma, que es doctrina segura que si morimos con él, es decir con Jesús, viviremos con él. Pongámonos, pues, en las manos de Dios. Pero no como anodinos, sino trabajando como Pablo para hacer realidad el reino de Dios. En nuestra oración diaria, renovemos, un día y otro, el ponernos en las manos de Dios en la salud y en la enfermedad.

   El evangelio de hoy es precioso por su enseñanza, no solo por el agradecimiento que en él se muestra, sino porque la libertad de conciencia ante preceptos religiosos aparece en su plenitud.

   Jesús es abordado por diez leprosos, que se quedan a cierta distancia según ordenaba la ley religiosa de los judíos. Por lepra se entendían varias enfermedades de la piel y se pensaba que eran contagiosas. Esa es la razón por la que no pueden acercarse a Jesús y le gritan para que los cure. Al verlos, manda presentarse a los sacerdotes, pues en estas enfermedades, primero deberían sanar y después ser purificados por el sacerdote. Se supone pues que por el camino curarán. Y, así es.

   Los diez leprosos muestran fe en las palabras de Jesús y se marcha directamente al sacerdote, incluso sin haber sido sanados todavía. Pero, al serlo, sólo uno regresó a dar las gracias y este era samaritano.

   Debe tenerse en cuenta, que los otros no hacen mal por no volver, pues obedecen a Jesús y hacen lo mandado por la religión. Sin embargo, para el samaritano, fue más importante seguir los impulsos de su conciencia de agradecido que cumplir con los preceptos de su religión e incluso con las instrucciones del mismo sanador. Por actuar según su discernimiento, Jesús proclama la fe del samaritano y proclama su salvación. Las leyes religiosas no tienen  valor absoluto. El valor absoluto lo tiene el obrar en conciencia, cada uno según sus posibilidades.

   Las dos lecciones, por tanto, de este evangelio son el agradecimiento y el saber obrar según nuestra conciencia, independientemente del precepto que nos parece sagrado. Obrar así es lo que nos enseña Jesús y es la sana doctrina de la Iglesia.

   Compromiso:
   ¿Cómo aplicarías en tu vida lo aprendido en este comentario?

miércoles, 28 de septiembre de 2016

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 2/10/2010. Lucas 17,5-10

   En este día, la primera y tercera lecturas se dan como un fuerte abrazo en la segunda. El tema dominante es la fe, como fuente de vida y de acción. Por esta razón, aconsejamos interiorizar y hacer propia una de estas dos frases bíblicas: "El justo vivirá por su fe" (Habacuc, 2,4) o "Señor, auméntanos la fe" (Lucas 17,5). Memoriza lo que más te guste.

   La primera lectura refleja, aunque con muchos siglos de anticipación, la misma situación que existía en algunos países y regiones por los años 1960. En ellos, abundaban la explotación de los pobres por acaudalados y otras causas que provocaban mucho sufrimiento humano. Fue entonces, cuando nació la Teología de la Liberación inspirada en los documentos producidos por el Concilio Ecuménico Vaticano II y con verdadera base evangélica. Sin embargo, dicha teología fue postergada por la propia Iglesia. Ahora, con el Papa Francisco, vuelve a resucitar, pues es fiel reflejo de la doctrina de Cristo, haciendo realidad el final de esta lectura: El Señor "no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar... el justo vivirá por su fe".

   La 2 Timoteo 1,8-14, nos anima a dar la cara por nuestro Señor y a participar en los trabajos del Evangelio. Ello es, sin lugar a duda, hacer productiva nuestra fe.

   El evangelio continúa en la misma línea de la fe. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la fe se remite a Dios. Empieza esta lectura recordando que los Apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". Es algo que debíamos repetir a menudo. "Señor, creo pero aumenta mi fe". Estupenda oración. La fe tiene una importancia fundamental en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. La fe significa afianzarme, obtener una posición segura. Donde hay fe, hay confianza. El que cree y confía así en Dios, sabe refugiarse en él, persevera y espera en él. No espera que se le resuelvan todas las cosas a su gusto. Tiene confianza en Dios, se echa en sus manos y que sea lo que Dios quiera, sabiendo que estamos en buenas manos.

   La expresión que leíamos en la primera lectura: "El justo vivirá por la fe", acuñada por el profeta Habacuc, fue asumida tanto por el judaísmo como por el cristianismo. En las lecturas de hoy, la fe significa no tanto verdades que se necesita creer, sino fidelidad a Dios. Fe incondicional e ilimitada en él. Por eso, la expresión anterior puede expresarse de esta otra forma: "El justo por su fidelidad vivirá".

   Jesús mismo exigió y vivió esta fe radical y total en Dios Padre. Jesús mismo inició y consumó con su vida, su pasión y su muerte, esta misma fe.

   Y, echándonos así, podemos terminar con las palabras del evangelio: "Hemos hecho lo que teníamos que hacer".

   Compromiso:
   En este comentario hay muchas ideas para meditar y orar. Aprovéchalas para ello.

martes, 20 de septiembre de 2016

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 25/09/2016. Lucas 16, 19-31

   Continúa el mismo tono doctrinal del domingo anterior, donde cabe de lleno toda la enseñanza social de la Iglesia. Es el plato fuerte de las lecturas y tan radical, que hoy no puede diluirse en una predicación amorfa que no tenga en cuenta las grandes e injustas diferencias sociales.

   Como frase para interiorizar repitiéndola varias veces, se propone: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto" (Lucas 16).

   La lectura del Antiguo Testamento, tomada del profeta Amós (6,1a.4-7), refleja la injusta sociedad en la que vive. Las desigualdades sociales son aberrantes e insultantes. Como expresión para describir ese ambiente dice que esos afortunados se acuestan en lechos de marfil y que no se duelen de los desastres de los demás. ¿Cómo se hacen hoy las grandes fortunas de miles de millones e incluso billones? Es necesario subordinar la economía y las finanzas a la ética, a la moral, en favor de las personas. Ello obliga también a las parroquias a divulgar, un día y otro, la rica doctrina social de la Iglesia.

   La 1ª Carta de Pablo a Timoteo (6,11-16) nos recuerda el bautismo, sin mencionarlo. Hemos hecho noble profesión de fe ante muchos testigos. Por esta razón, debemos guardar el mandamiento del amor sin mancha ni reproche, hasta que el Señor Dios, el único que posee la inmortalidad y que habita en una luz inaccesible, nos muestre a Jesús al final de los tiempos.

   El evangelio de hoy continúa en la línea de justicia social y en contra de la cultura actual del descarte, en el lenguaje del Papa Francisco. Se trata de la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro. Cada uno debe leer siempre, por su cuenta, el relato evangélico. Así, la comprensión del comentario será mayor.

   El pobre Lázaro representa a los pobres bajo la mirada amorosa de Dios. La teología de la liberación es plenamente evangélica. Esta es la razón por la que Francisco está reorientando el cristianismo, de una manera especial, hacia los pobres y oprimidos. Se inspira en los documentos del Vaticano II.

   Hoy, hay un creciente empobrecimiento de millones de hermanos nuestros, llegando a intolerables extremos de miseria. La parábola de hoy es un fiel reflejo de cómo está nuestra sociedad. El pobre Lázaro echado en su portal, cubierto de llagas, con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, es un fiel reflejo de muchos pueblos y gentes de hoy día. Cómo sería, que hasta los perros se acercaban a lamerle las heridas.

   No cabe duda que la teología de la liberación, con su opción preferencial por los pobres, tiene gran importancia. Todas las religiones deben unirse contra el descarte de esas gentes, víctimas de un injusto reparto de los bienes de este mundo. Es lo que hará próximamente Francisco en Asís.

   Compromiso:
   Con tu cultura y conocimientos conoces muchas situaciones de descarte. No las pases por alto. Sumérgete en ellas para comprenderlas y ver como sus derechos son pisoteados.

martes, 13 de septiembre de 2016

XXV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 18/9/2016. Lucas 16, 1-13

 Las lecturas de este domingo son totalmente acordes con el Dicasterio para los oprimidos del mundo, que ha creado recientemente el Papa Francisco. Lo ha hecho antes de que finalice el jubileo de la misericordia. ¡Cuántas heridas inflinge el mal a la humanidad! Nos obliga en su totalidad la doctrina de Cristo y por ello, recordemos e interioricemos desde este punto de vista que "uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús" (1 Timoteo 2). Repitámoslo y memoricémoslo.

   La primera lectura se dirige a los capitalistas que exprimen al pobre, falseando las medidas, comprando a precios ridículos y vendiendo muy caro. Así se hacen los grandes capitales en general. Y, esta lectura (Amós 8, 4-7) termina afirmando que el Señor no olvidará jamás todas estas acciones.

   Pablo, en su primera carta a Timoteo (2, 1-8) pide que hagamos oraciones para que podamos llevar una vida con decoro, con todo lo que ello significa. Sin que el apóstol Pablo lo diga expresamente, nos recuerda que Jesús es el centro, y por lo tanto, su doctrina ha de ser plenamente asumida. Pablo lo resume afirmando que "uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús". Por lo tanto, la doctrina de Dios, su deseo, es que practiquemos las enseñanzas de Cristo, en concreto sobre el amor, la justicia, la misericordia.

   Lucas, en el evangelio, nos hace ver que todos somos administradores de los bienes con los que nos encontramos en este mundo. Y en la administración de los mismos, como hijos que somos de la luz, debemos ser más listos que los hijos de las tinieblas. Desgraciadamente, a menudo, sucede al revés.

   La frase conclusiva de Lucas en el domingo de hoy, es que no podemos servir a Dios y al dinero. Si servir a Dios es amar al prójimo, no podemos estafarlo, ni robarle, ni abusar de él, porque el prójimo es mi hermano e hijo de Dios. Y yo le robo y abuso de él cuando yo me enriquezco desmesuradamente en relación con mi hermano. Lo que afirma la primera lectura con relación a una economía primitiva, hay que trasladarlo debidamente a la economía actual. Pero, trasladarlo con todas las consecuencias, poniendo los debidos límites al enriquecimiento para que no se convierta en abusivo. De esta manera serviremos a Dios, amando al hermano. O mejor, respetando sus derechos.

   En este domingo, tiene mucha importancia la práctica de la justicia social. La doctrina social de la Iglesia Católica es la gran desconocida. Se predica muy poco o no se predica. Ni está actualizada. Nuestros obispos y sacerdotes, en general, se han olvidado de ella. Esa es la razón por la que se ha tachado de comunista a nuestro querido Papa Francisco. Seamos fieles a las enseñanzas de Cristo y los demás calificativos sobran.

   Compromiso:
   Buscar en google algo sobre la doctrina social de la Iglesia.

martes, 6 de septiembre de 2016

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 11/9/2016. Lucas 15, 1-10

   Dios, de una forma o de otra, siempre sale en busca del pecador para perdonarle. Es el gran tema del domingo que celebramos. Las tres lecturas hacen referencia a ello. Nosotros decidámonos a ser fieles de verdad a Dios, no con medias tintas.

   Para interiorizar el mensaje: "Dios derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano (1 Tim1)", repítelo varias veces.

   En la lectura del Exodo (32, 7-11. 13-14) los israelitas se habían hecho un toro de metal y lo adoraban. Viendo que Dios iba a exterminarlos, Moisés intercede por ellos, haciéndole recordar al Señor las promesas que había hecho a Abraham, Isaac y Jacob. Ante esta súplica de Moisés, el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado. ¡Cuántos se habrán salvado gracias a las oraciones de sus padres o abuelos! Seamos cual otro Moisés rezando por todos los nuestros y viviendo nuestra fe.

   En la primera carta a Timoteo, Pablo nos recuerda su conversión a la fe en Cristo (1 Tim 1, 12-17). Aunque él ha sido un blasfemo, un perseguidor y un violento, Dios derrochó su gracia en él, dándole la fe y el amor cristiano. Y él lo recibió plenamente en su corazón llevándole, en esta segunda lectura, a terminar exclamando: "Al rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén". Aprende a apreciar, a vivir y a propagar tu fe en Cristo.

   El evangelio, sin concretar en ningún pueblo ni persona, nos habla de la conversión en general, manifestando el carácter positivo de la misma. Los fariseos critican a Jesús porque acoge y come con los pecadores. Pero, Jesús no se queda callado y les propone una parábola que ellos entenderán muy bien. Es la parábola de la oveja perdida. Si en un rebaño de cien ovejas se extravía una, ¿no irá el pastor en su busca? Y, cuando la encuentra, ¿no va corriendo a sus vecinos lleno de alegría diciéndoles que lo feliciten? Y continúa Jesús: "Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse".

   ¿Cuántas veces te has alegrado tú al ver que un pecador o alejado se acerca, de nuevo, a Dios? ¿Has hecho tú algo para que la gente se acerque a El? ¿Te atreves a hablar de Dios con los demás...?

   A veces pienso que no nos vendría mal a todos hacer un curso sobre las maneras de iniciar una conversación de tipo religioso. ¿Es que entre los psicólogos creyentes no los hay capaces de desarrollar un temario para ello? Pues intentémoslo en nuestras parroquias. Pidámoslo urgentemente a nuestros párrocos y pongamos en práctica el saber hablar con los demás, con cierta espontaneidad, de las cosas de Dios. Llenemos, metafóricamente, el cielo de alegría.

   Compromiso:
   Poner en práctica el presente comentario

jueves, 1 de septiembre de 2016

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 4/9/2016. Lucas 14, 25-33

  Introducción:
   Hoy predomina la idea del discipulado. Jesús no quiere engañar a nadie e insiste en las condiciones para ser discípulo suyo. El no quiere realizar en solitario la obra de salvación y nos pide nuestra colaboración. ¿Estamos decididos a prestársela?
 
   Para interiorizar el mensaje repite varias veces durante el día: "¿Quién conocerá tu designio, si tu no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?" (Libro de la Sabiduría 9, 17).
 
   La primera lectura (Sabiduría 9, 13-18) se centra en la frase propuesta para memorizar, o mejor, para interiorizar el mensaje. La sabiduría que viene de Dios es la verdadera sabiduría. El libro bíblico de la sabiduría se escribió poco antes de venir Jesucristo al mundo y es el que con mayor claridad habla sobre una vida eterna de los justos, en el Antiguo Testamento. No en vano, su tema fundamental es la inquebrantable felicidad de Dios, que nos hace corresponder con un activo discipulado.
 
   En la carta a Filemón (9b-10. 12-17), Pablo le recomienda al esclavo Onésimo convertido por él. Se trata de un nuevo discípulo que debe disfrutar de la igualdad fundamental de todos los cristianos, aunque sea un esclavo, sin diferencia de origen, posición o sexo. Esta carta es de un profundo calado sobre la excelencia de ser discípulo de Cristo.
 
   La enseñanza del  evangelio de este domingo se concentra en su comienzo. Es muy fuerte lo que se exige al discípulo. Dios pide el primer lugar en nuestras vidas, y esa clase de discipulado es muy costosa. Dice el evangelio: "Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser mi discípulo".
 
   Para comprender el texto, debemos afirmar que se trata de una hipérbole de las que usaba el pueblo judío. Es una exageración para causar efecto. Jesús, que siempre nos inculcó el amor a nuestros padres, no se olvida de ello. Jesús, que dijo que la característica más importante del discipulado es amar a todos, incluso a los enemigos, y, por tanto, cómo no, a nuestros padres.
 
   El evangelio nos exige amarlos con todo el corazón pero desde la primacía que tiene Dios, que es el fundamento de todo.
 
   Esta idea es común a todo el Antiguo Testamento y conlleva un determinado modo de ser discípulo. En el Nuevo Testamento, el objetivo de la misión es hacer discípulos a todos los hombres y esto exige que los que ya lo son, colaboren para que se convierta en una realidad. Animémonos, pues, a ser discípulos activos.
 
   Compromiso:
   Si lees bien este comentario a las lecturas, lo deducirás rápidamente.
  
   

miércoles, 24 de agosto de 2016

XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 28-08-2016, Lucas 14, 1.7-14

Recordando una flor con los pétalos a su alrededor y el pistilo en el medio, así se presentan las lecturas de este domingo. En efecto, la primera y tercera nos hacen unas interesantes llamadas a la humildad desde el punto de vista religioso. Pero, cual pistilo, en la segunda se nos presenta el fruto de tal conducta, pues con ella nos hemos acercado a Dios y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.

Para interiorizar la enseñanza, repetir varias veces durante el día: << el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado>> (Lucas 14).

El libro de Siracusa o también llamado El Eclesiástico (3,17-18.20.28-29) nos dice que siendo humildes alcanzaremos el favor de Dios, que nos revelará sus secretos. La humildad ante Dios es básica para el progreso espiritual.

La carta a los Hebreos (12,18-19.22-24a) nos recuerda a dónde nos hemos acercado los creyentes cristianos. Hoy día no podemos seguir pensando que los cristianos no católicos están separados de Cristo. Vamos a celebrar los 500 años de la Reforma y debemos reconocer que los católicos hemos aprendido muchas cosas de ellos. Vivimos todos, no en balde, de la fe en Cristo y nos acercamos a las almas de los justos que han llegado a su destino.

El evangelio, como se decía al comienzo, es el otro pétalo que nos habla de la humildad. De la humildad ante Dios, se entiende. Hoy se nos presenta una parábola en forma de banquete. Actualmente, cuando se invita a una comida, por ejemplo a una boda, se utiliza el sistema de tarjetas para designar la mesa y el lugar en que se han de sentar los invitados. En tiempos de Jesús, las cosas eran distintas. En vez de sillas, usaban una especie de colchonetas inclinadas, donde se echaban para comer. A cada lado de la mesa había tres lugares para invitados, es decir para reclinarse. El lugar central de cada lado era lugar de honor. Había, pues, cuatro lugares importantes.

Cuando el cocinero anunciaba que ya podían acomodarse, los invitados (fariseos) corrían para ocupar el lugar central en cada lado. Pero, Jesús les advierte que no se apuren, no sea que habiendo cogido un buen puesto llegue el anfitrión y te mande pasar a otro lugar no importante. Jesús aconseja ir siempre a un puesto no importante. De esta forma, si el anfitrión lo considera, irá a cambiarte de lugar para darte la importancia que él cree conveniente. Así, serás ensalzado. Porque dice Jesús <>.

En tu oración nunca pongas condiciones a Dios. Sé humilde y échate en sus manos.


Compromiso: Aprender a practicar la humildad en la oración.

martes, 16 de agosto de 2016

XXI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 21-08-2016, Lucas 13, 22-30


El gran tema de la salvación se manifiesta en las lecturas de este domingo. Es la salvación para todos los hombres no sólo para Israel. Es un tema capital que a todos nos interesa, creyentes y no creyentes. Si los creyentes experimentamos el poder salvador de Dios, nos convertiremos en testigos de su mensaje.
El texto de nuestra primera lectura (Isaías 66,18-21) nos dice que Dios viene para reunir, no sólo a los miembros de Israel dispersos por el mundo, sino a todos los hombres. Dios los reúne para que vean la gloria del Señor y reconozcan que Ël es el único Dios verdadero, el que salva. A todos se ofrece la salvación, nadie queda exceptuado. El no alcanzarla depende de cada uno de nosotros.
En el Nuevo Testamento, seguimos con la carta a los Hebreos (12, 5-7. 11-13). El tema central es que Dios nos corrige como a Hijos y sale al encuentro de aquellos hermanos perseguidos hasta el martirio, para que no se sientan abandonados por Dios. Se recurre al ejemplo de una familia en la que el padre se ocupa de corregir a sus hijos para que lleguen a la madurez. El sufrimiento curte y tiene un valor pedagógico, junto con el amor. Están relacionados.  De esta forma nos curaremos, nos fortaleceremos y nos salvaremos.
El evangelio responde a la pregunta de que si serán pocos los que se salvan, Jesús va camino de Jerusalén y nos invita a que participemos de la salvación que allí se va a consumar. La oferta de la salvación es para todos, pero es una oferta exigente. Todos son invitados a la salvación pero no todos responden. Dios quiere la salvación de todos, pero no todos la aceptan.
Lucas es el evangelista que más habla de la misericordia, de la bondad y del amor que Dios nos tiene. Pero, no olvida recordarnos las obligaciones que nos impone el evangelio para que lo prometido sea una realidad. Todos somos libres para salvarnos y el camino lo sabemos.
La religión, que debe conducirnos a la salvación, a veces no conduce a experiencias de salvación y por tanto es tan inútil como falsa. La primera lectura y este evangelio nos recuerdan que hay personas que no son cristianas y, sin embargo, son auténticas constructoras del reino de Dios, pues se implican y sacrifican por los demás. En ellos hay auténtica experiencia religiosa, aun sin darse cuenta. Y, ese sacrificio, ese implicarse en el sudor y en el sufrimiento de los demás, es la puerta de la que se habla hoy en el evangelio. Por esta razón, hay últimos que serán los primeros y primeros que serán los últimos.

Compromiso: Analiza tu ayuda al prójimo y piensa en tu salvación.




miércoles, 10 de agosto de 2016

XX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 14/8/2016. Lucas 12, 49-53

 
   Las lecturas de este Domingo flotan sobre la idea del testimonio. O, mejor, están inmersas en él. En este sentido, tocan la fibra de lo que hoy necesita el mundo: un testimonio activo, eficaz, que no consiste tan solo en que nos vean cumplir una serie de prácticas religiosas. El verdadero testimonio es el fruto de dichas prácticas, viene después de ellas. O antes. Se influyen mutuamente.
 
 
   El libro de Jeremías (38, 4-6. 8-10) es el segundo más extenso de la Biblia. El profeta anuncia una serie de calamidades que escandalizan al pueblo, ya que verá como el magnífico templo es reducido a cenizas y las gentes son llevadas cautivas. Jerusalén quedará vacía. Ante prédica tan desmoralizante, pero que puede ser real por la actitud del pueblo que se aleja de Dios, cogen a Jeremías y lo arrojan a un aljibe sin agua, pero con mucho barro en el fondo, para que se hunda en él y muera de hambre. Por fin, Jeremías es liberado. ¡Cuántas veces tendremos que clamar como el salmo de hoy (salmo 39): "Señor, date prisa en socorrerme"!
 
 
   En la carta a los Hebreos (12, 1-4) el autor nos manda correr en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en Jesús. Jeremías hubo de predicar y predicó aunque su vida corriera peligro. Es decir, dio testimonio como debe darlo cualquier creyente. Hebreos nos recuerda que todavía no hemos llegado a la sangre, como Jesús, o como los mártires actuales, podemos añadir nosotros. O como San Maximiliano Kolbe, clérigo franciscano que dio su vida para salvar a un condenado por los nazis, que era padre de familia. Cambió vida por vida y se la aceptaron. Sucedió en Auschwitz durante la segunda guerra mundial. Un gran testimonio, dado por amor a Jesús, a Dios y al prójimo.
 
 
   En el evangelio, dice Jesús que "ha venido a prender fuego en el mundo y que ojalá ya estuviera ardiendo". Y que él "no ha venido a traer la paz, sino la división". Lo comenta maravillosamente el Papa Francisco. Dice que vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión o con algunas prácticas religiosas, como se decora una tarta con nata. La fe no es eso. La fe no es la paz de los sepulcros, de los cementerios. No es una paz a cualquier precio. La fe comporta renunciar al mal, al egoísmo, a las injusticias, aunque vaya contra nuestros propios intereses. Y esto perjudica, a menudo, nuestros propios intereses. O vivimos para nosotros mismos o vivimos para Dios, pendientes de hacer el mayor bien posible a los demás, que no es sólo bien material, de ayuda en la necesidad, sino también de ayuda espiritual.
 
 
   Esta conducta es la que, a veces, divide y es signo de contradicción.
 
 
   Compromiso:
 
   Escoge uno que te sugiera la palabra "testimonio".

miércoles, 3 de agosto de 2016

XIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 7/8/2016. Lucas 12, 32-48

 
   Podemos considerar este domingo como el de la fe profunda. De una o de otra forma, las tres lecturas tratan de reforzárnosla. Y, de verdad, lo necesitamos profundamente. A veces, nuestra vida es una vida de muchas prácticas y poca fe, aunque parezca una paradoja.
 
 
   El libro de la Sabiduría (18,6-9) nos afirma que los antiguos padres del pueblo de Dios "conocieron con certeza la promesa de la que se fiaban". En efecto, una fe en Dios, si es verdadera fe, no admite dudas. La fe en la palabra de Dios ha de ser plena, total. Fueron muchos años de espera, pero el pueblo conservó la fe y la salvación llego. Y, recuerda la lectura como, a escondidas, ofrecían sacrificios a Dios, entonaban himnos y se ayudaban unos a otros.
 
 
   La carta a los Hebreos (11, 1-2. 8-13. 16-19) comienza afirmando que "la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve". Por la fe, Dios actúa en nosotros. La fe es un don de Dios y por eso nos da seguridad. En esta corta lectura, siete veces se menciona la palabra fe referida a Dios. A las cosas de Dios, no a nuestras propias cosas.
 
 
   El evangelio de hoy emplea un refrán que resume todo un modo de proceder: "donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". ¿Y, cuál es tu tesoro, aquello que tu deseas? ¿Qué es lo que más atrae a tu corazón como un imán? ¿Es acaso el amor a Dios y al hermano? Si es esto último, estás en el camino recto. Son dos amores que no pueden separarse. El verdadero amor a Dios nos lleva al hermano, y el verdadero amor al hermano nos lleva a Dios si es que la vida tiene un sentido.
 
 
   Otra idea de este evangelio es la sorpresa ya que, cuando menos pensemos, vendrá el Hijo del Hombre y debemos estar preparados. No debemos perder de vista lo dicho antes: "Donde está tu tesoro, allí está tu corazón". No olvidemos este refrán. Recordémoslo frecuentemente. Y, si hemos recibido muchos talentos, muchos dones, se nos exigirá también mucho como respuesta.
 
 
   Hoy día los creyentes, las personas de fe, nos estamos quedando dormidos. Y no despertaremos si nuestra fe sigue dormida. La acción del creyente es el resultado de una fe vivida. Mientras nuestra fe sea una fe lánguida, de cumplimiento sólo del precepto dominical, y no pase a una acción cristiana positiva, no podremos afirmar que somos buenos administradores de los dones con que Dios nos adornó. Seamos fieles al evangelio de hoy y pongámonos a trabajar.
 
 
   Compromiso:
 
   Ponte en acción.

lunes, 25 de julio de 2016

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 31-07-2016. Lucas 12, 13-21

     Hoy en toda la liturgia resuena la palabra provocadora del Qohélet: "vanidad de vanidades, todo es vanidad". Sin embargo, todo cambia en el encuentro con el Señor, en el encuentro con Dios.

     La primera lectura se toma de un libro bíblico que tiene dos nombres: Eclesiastés o Qohélet (1,2;2,21-23). Comienza por la frase ya citada: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad". El Qohélet se intranquiliza porque los impíos, a pesar de su vida pecadora, muchas veces viven con mucha prosperidad, más tranquilos y felices que muchos justos. El autor del libro, aunque se manifiesta muy escéptico, cree sinceramente en Dios y proclama que no podemos pedirle cuentas de sus decisiones. La fe no nos exige negar la realidad de la vida, que a veces nos es demasiado dura. Pero Dios al final siempre triunfa. Seamos siempre fieles, en las alegrías y en las penas. No perdamos nunca la fe, por mal que nos vaya. Confiemos en que la luz llega. No nos pesará.

     Colosenses (3,1-5.9-11) nos pide que ya que hemos resucitado con Cristo, busquemos las cosas de arriba. Aunque las cosas de aquí no sean pecaminosas, nos pide Pablo que no nos apeguemos a ellas. Cristo es la síntesis de todo y está en todos, afirma. Nuestra vida está en Cristo escondida en Dios, en el que no existe la vanidad de vanidades.

     El evangelio se pone en la misma línea de la lectura del Eclesiastés. Pero con la vanidad, con la codicia, ¿qué se soluciona? Nada vamos a llevar con nosotros. Todo se va a quedar en este mundo. Sin embargo, Dios nos ha dado a Cristo, un plinton para que saltando sobre él nos lance a las alturas divinas, a las que debemos aspirar. Tal y como termina el evangelio del día, es necesario ser rico ante Dios y no poner el apego en amasar riquezas.

     ¿Y qué es ser rico ante Dios? Lo primero, debe significar ser siempre agradecidos a Él, en todo momento, pues confiamos en que El está siempre con nosotros, en los momentos fáciles y en los difíciles. Nuestra fe debe ser de plena confianza, echándonos en sus brazos, estando siempre en sus manos.

     Ser rico en Dios significa tener presente al hermano, al próximo=prójimo, que a veces nos necesita de verdad, por auténtica necesidad.

     Y una faceta de la que a menudo nos olvidamos: es necesario que aprendamos a conducir o a orientar hacia Dios a las personas con las que hablamos. Nosotros con ellos, y ellos con nosotros, debemos de aprender a ir juntos hacia Dios. O nos salvamos en racimo o nos condenamos en racimo, afirma un slogan de los cursillistas de cristiandad. Todos tenemos responsabilidad ante los demás.

Compromiso: cuando hables con los demás, a ver cómo te las arreglas para hablar algo sobre Dios.

lunes, 18 de julio de 2016

XVII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 24/07/2016. Lucas 11,1-13

 
   Las lecturas de hoy nos llevan por el camino del perdón. Del perdón de nuestros pecados y del perdón de los que nos ofenden. Es todo un proyecto de vida basado en la misericordia. Realmente, andar este camino es la senda buena para todos, es la senda que verdaderamente nos acerca a la justicia y a la paz. Es el pensamiento del Papa Francisco.
 
 
   El libro bíblico del Génesis (18,20-32) nos presenta al Señor en un diálogo con Abrahán, acerca del perdón de Sodoma y Gomorra. El pecado de estas ciudades es grave, pero Abrahán intercede para que no sean castigadas y le dice al Señor: ¿vas a destruir al inocente con el culpable? Y si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás? Y así, hasta preguntar ¿y si sólo se encuentran diez? El Señor siempre da la misma contestación: en atención a ellos (a los inocentes) yo perdonaré a todos. Como se ve, el mensaje de esta lectura nos enseña que la misericordia es el nombre mismo de Dios. Es decir, Dios es misericordia.
 
 
   El pensamiento de Pablo (Colosenses 2,12-14) continúa en la misma línea, pues nos manifiesta que porque hemos creído en la fuerza de Dios, él nos dio vida perdonándonos todos los pecados. Y, en efecto, cada vez que pedimos perdón de verdad a Dios, él nos perdona realmente, de forma que no necesitamos someterlos a las llaves de la Iglesia, es decir, no necesitamos confesarnos. La misericordia de Dios se sigue manifestando.
 
 
   El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús haciendo oración "en cierto lugar", que es posiblemente el Templo, según se desprende de algunos pasajes del Nuevo Testamento para la expresión "en cierto lugar". Sin embargo, sabemos que Jesús, a menudo, hace oración en plena naturaleza, y aprovecha incluso la soledad y la noche.


   Los discípulos más de una vez le han visto haciendo oración e, incluso, tranfigurarse durante la misma. Sin duda era muy grande su unión con el Dios Padre. ¡No podía ser menos! Y, ante tan maravilloso espectáculo, los discípulos, no sólo los apóstoles, se atreven a decirle: "Señor, enséñanos a orar". Y Jesús les enseña el Padre Nuestro. Pero, no les enseña una oración, sino que les enseña el modo de orar, pues esa es la pregunta que le  hacen. Por esta razón, el Padre Nuestro no es para rezarlo como nos enseñaron desde niños en el catecismo, sino para meditarlo. Es así como nos puede servir para hacer la oración que Jesús hacía. Y da mucho de sí. No hace falta meditarlo todo de una vez.


   Y, fijémonos como termina el evangelio de hoy. ¡Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden! Esto es lo fundamental de toda oración. Que Dios nos infunda su espíritu, su amor, para que trabajemos por los demás en un sentido material y espiritual. Unidos todos para el progreso material y religioso. Pero, siempre como fruto de nuestra oración, como fruto del Espíritu de Dios que llevamos con nosotros.

   Compromiso:
   Medita sobre lo que más te haya impactado.
   

jueves, 14 de julio de 2016

XVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 17/07/2016. Lucas 10,38-42

   El presente domingo está centrado en la gran obra de misericordia que es la hospitalidad. Ya entrado el siglo XXI, parecería que esta obra carece de sentido y, sin embargo, se encuentra en plena vigencia. La primera y tercera lecturas nos la presentan en clara relación con el Señor, refiéranse al Señor Dios o al Señor Jesús.

   El libro del Génesis (18,1-10a) nos presenta la gran hospitalidad propia de los tiempos de Abrahán y de la que él participa con relación a los tres personajes bíblicos. Dos cosas nos pone de manifiesto esta primera lectura: que es necesario recuperar la sensibilidad por lo divino en nuestro mundo y tener espíritu de servicio para con los demás. Abrahán habla con Dios, al que rápidamente reconoce y distingue de los otros dos acompañantes. Con todos ellos se muestra extremadamente hospitalario. Entre nosotros, la hospitalidad ha desaparecido y debemos recuperarla. No olvidemos que estamos celebrando el Año Santo de la Misericordia.

   La carta de Pablo a los Colosenses (1,24-28) dice que Pablo sufre en su carne lo que falta a los dolores de Cristo. Para entender lo que se quiere expresar en este texto, es necesario afirmar con rotundidad que lo que Jesús sufrió sobreabunda para nuestra salvación. No hace falta más. Ahora solo falta nuestro trabajo personal de llevar el evangelio a todas partes, para que todos lleguen a la madurez en su vida de Cristo. Así termina la segunda lectura de hoy. Y a nuestra madurez pertenece la obra de misericordia llamada hospitalidad.

   El evangelio nos presenta a las hermanas Marta y María visitadas por Jesús. Mientras la segunda escucha las palabras del maestro, Marta anda muy afanosa preparando algo que ofrecer al Señor. Nos preguntamos ¿cuál de las dos hermanas cumple mejor con los deseos del evangelio? Jesús reprocha a Marta porque anda inquieta y nerviosa. Con tanta inquietud y movimiento se olvida de lo más fundamental: Dios debe estar presente en todo nuestro quehacer. En la misma hospitalidad, de la que Marta parece tan solícita, es necesario que lo humano y lo divino dinamicen todas nuestras acciones. No lo uno sin lo otro. Evangélicamente, es necesario que tengamos vida de oración, es fundamental, sin ella no podemos hacer nada. Nuestro trabajo apostólico debe ser un transparentar nuestra vida interior, de contacto con Dios. Es la única forma de que nuestro mensaje cristiano pueda ser efectivo. Por esta razón, sin duda, Jesús dice que María ha escogido la mejor parte. Y es verdad, porque sin la parte que escogió María, Marta no puede realizar debidamente lo que se le encomienda. Y sin vida de oración, sin vida de unión con Dios, no podremos realizar las obras de servicio a los demás como proyección del amor de Dios. Lo que llevamos dentro se transluce.

   Compromiso:
   Haz un repaso de las obras de misericordia

lunes, 4 de julio de 2016

XV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 10/07/2016. Lucas 10,25-37

 
   En este domingo se hace realidad una gran verdad teológica: que no podemos hablar de Dios sin hablar del hombre y que no podemos hablar del hombre sin hablar de Dios. Por esta razón, entre la primera y tercera lectura, la segunda nos habla de Cristo Jesús como verdadera imagen de Dios invisible.
 
   La primera lectura, tomada del quinto libro de la Biblia (Deuteronomio 30, 10-14), nos manifiesta la cercanía de los preceptos y mandamientos de Dios. El los ha puesto muy cerca de nosotros. No necesitamos ir a buscarlos al cielo ni cruzar el mar para encontrarlos. La voluntad de Dios está muy cerca de nosotros: está en nuestro corazón y en nuestra boca, sólo hace falta cumplirla. Convirtámonos a Dios con todo el corazón y con toda el alma. Ya nos dice el salmo de hoy (Salmo 68): seamos humildes, busquemos al Señor, a Dios, y vivirá nuestro corazón.
 
   La carta de Pablo a los Colosenses (1, 15-20) comienza en la lectura de hoy, recordándonos que Cristo Jesús es la imagen de Dios invisible. En efecto, no podemos hablar de Dios sin hablar del hombre, sobre todo del hombre que fue Jesús de Nazaret. Hoy día, nos damos cuenta más que nunca de esta gran verdad. Es necesario dialogar con el hombre para ir conociendo cada vez más a Dios. Y en la plenitud del hombre está Jesús. Dialogar con el hombre y, en concreto, con Jesús. Cuanto más dialoguemos con el hombre más nos daremos cuenta de que nuestra fe, sin dejar de ser la fe en el evangelio de Cristo Jesús, debe dermitologizarse o purificarse de primitivas adherencias de otras culturas. Y, no por eso, la fe se va a hundir, por el hombre moderno. Dios, nos dice la segunda lectura, quiere reconciliar consigo todos los seres, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
 
 
   El evangelio de este domingo tiene como centro la conocida parábola del buen samaritano. Es de una gran profundidad y está muy en línea con la forma de proceder del Papa Francisco. El samaritano es de una religión distinta a la de los propiamente judíos. Un fenómeno muy parecido al de hoy día, en que prácticamente convivimos juntos gente de diversas religiones y denominaciones: protestantes, judíos, seguidores del Corán... Pues bien, la parábola de hoy nos urge que nuestro prójimo son todos. Con todos tenemos, como cristianos, la obligación de practicar la misericordia en el mejor sentido de la palabra. Y, máxime hoy, cuando hay tantos que han tenido que huir de su país debido a guerras y persecuciones. Pongámonos en la misma situación, ¿cómo nos gustaría ser tratados?
 
   Compromiso:
   Vernos nosotros en la piel de esas gentes que se ven obligadas a abandonar sus propias casas, debido a guerras y persecuciones. Y con ignorancia de las costumbres y del idioma del sitio de destino.

martes, 28 de junio de 2016

XIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 03/07/2016. Lucas 10,1-12.17-20

    La idea central de las lecturas de este domingo es el reino de Dios que ha de venir. En cada momento, ese reino se percibe de distinta manera, pero siempre se espera con el advenimiento de una era en que ya viviremos en plena felicidad y en cercanía de Dios. Lo comprende, o mejor, lo percibe o lo atisba la persona que tiene vida de oración, que percibe en algunos momentos la presencia de Dios.
 
   La primera lectura (Isaías 66,10-14c) expresa de forma muy humana, pero muy expresiva, lo que será el día de Dios, el día del Señor. Literariamente, se personifica en Jerusalén como mujer. Mamaremos de sus pechos y nos saciaremos de sus consuelos. Será un río de paz. Esta palabra "paz" en hebreo se dice "Shalom" y tiene un significado mucho más amplio que simplemente "paz". Elimina todo conflicto con Dios, es la vivencia de la justicia, el equilibrio, la bendición total. La gloria de Dios se expresa en "Shalom". El final de la lectura encierra un mensaje de Dios muy afectuoso. La sucesión de abrazos, caricias y consuelos maternales provienen de Dios hacia nosotros. La mano protectora de Dios nos cobija maternalmente y nos bendice. Restablece tu relación con Dios y espera en tu corazón las vivencias del Señor Dios.
 
 
   Pablo en los Gálatas (6,14-18) termina con lo que es esencial: "que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con nuestro espíritu". Es lo que Pablo llama la nueva creación. Es el reino de Dios.
 
 
   En el evangelio de hoy se afirma dos veces que el reino de Dios está cerca. Es lo que se decía al comenzar este comentario. Para anunciarlo, Jesús envía a 72 discípulos para que lo prediquen. 72 es 6 veces 12, es un número simbólico y significa plenitud, totalidad, es decir, nos envía a todos. Como afirma el Papa Francisco, el clericalismo es una de las deformaciones más fuertes que debe afrontar la Iglesia. El clericalismo "poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos". Hubo una famosa expresión que decía "es la hora de los laicos", es decir, es la hora de los que no son curas. Pero, el reloj se ha parado, esa expresión quedó en el olvido. Sin embargo, a nadie nos han bautizado cura ni obispo, dice Francisco. Nos han bautizado seglares, laicos, y se nos dio el ser cristianos, algo que nadie podrá eliminar. El clericalismo quita a los hombres y mujeres comprometidas con Cristo las distintas iniciativas, esfuerzos y osadías necesarios para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todas las personas y a todos los lugares. El Espíritu Santo no es sólo propiedad de los que son curas, obispos o el Papa. El Espíritu Santo actúa en todos los cristianos. Sólo hace falta saber escucharlo. De esta forma, los setenta y dos del evangelio de hoy no volverán a casa con los bolsos vacíos. Y no habrán dependido de la iniciativa del cura, como si de él tuviera que depender todo.
 
 
   Compromiso:
   Comprométete en algo por amor a Dios y al hermano.

jueves, 23 de junio de 2016

XIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 26/06/2016. Lucas 9,51-62

   Hoy, como en el domingo anterior, se impone con claridad un hilo conductor de la primera y tercera lectura. Es la  vocación, la llamada de Dios. Cuando hoy son pocos los que se sienten llamados por Dios para una vida de oración, de cercanía con Dios, de la defensa de Dios en medio del mundo, como paisano o como mujer, no consagrado o sí, la jerarquía nos pone dos lecturas sobre la llamada a un quehacer por la causa de Dios. La segunda lectura nos habla de la llamada en general, de la vocación de todo cristiano al amor. Hoy resuena, de una u otra forma, la llamada amorosa de Dios.
 
   La primera lectura nos viene de la mano del primer libro de los Reyes (19,16b.19-21). El profeta Elías, mandado por Dios, debe nombrar a Eliseo como sucesor suyo. Aquel marcha en su busca, lo encuentra arando con doce yuntas y le echa encima su manto. Era la forma correcta de nombrarlo sucesor de parte de Dios. La llamada de Dios llega en cualquier momento y en cualquier sitio. Las personas que viven la fe, saben que esto se da con frecuencia. La llamada de Dios puede llegar caminando por la calle, en casa, en la iglesia o saliendo por el portal o en la discoteca. Lo importante es dócil a Dios. La llamada puede ser para multitud de cosas relacionadas con él, con sus deseos.
 
   Gálatas (5,1.13-18) nos recuerda que nuestra vocación, nuestra llamada, es a la libertad. Pero, no a la libertad egoísta sino a la libertad que nos da el amor, para ayudarnos unos a otros. Esto es andar según el Espíritu. Lo  contrario es andar según los deseos de la carne. Si nos guía el Espíritu de Dios, podemos incluso dejar de cumplir con determinadas leyes religiosas. Aquello de la canción: "Muchos que lo ven (al necesitado) pasan de largo, acaso por llegar temprano al templo" es puro evangelio y está por encima de otras obligaciones emanadas de la misma jerarquía eclesiástica.
 
   El evangelio continúa esta misma línea. Jesús rompe con fuertes tradiciones y costumbres de su contexto cultural y religioso. Eso es lo que Jesús quiere expresar con su frase: "Deja que las mujeres entierren a los muertos". Esas palabras tuvieron que ser un verdadero escándalo porque era uno de los deberes religiosos más sagrados de un hombre, pues era cosa prohibida a las mujeres. Sin duda, Jesús no se opuso al entierro honroso de un padre, pero sí a una estructura opresora de impurezas que impedían acercarse a Dios y discriminaban a la mujer. Toda costumbre o cultura que se oponga a los criterios del evangelio no puede ser aceptada por un cristiano. Es necesario romper con ella. No podemos aceptar ninguna estructura opresora venga de donde venga. En nuestro bautismo, hemos renunciado a todo aquello que nos pueda atar a viejas costumbres o poderes que nos impiden obrar según el evangelio. Debemos no avergonzarnos de manifestarnos creyentes. Para ello, es necesaria la vida de oración y, a la vez, el saber aparecer como personas de fe aumentará nuestra vida de unión con Dios.
 
   Compromiso:
   Dar algún testimonio de nuestra fe.

 

jueves, 16 de junio de 2016

XII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 19/06/2016. Lucas 9, 18-24

 
 
   La primera y tercera lecturas hacen referencia a los sufrimientos por los que ha de pasar el Mesías de Dios. La segunda, como abrazada por las otras, nos presenta el fruto de dichos sufrimientos.
 
   El libro bíblico de Zacarías (12,10-11.13,1) nos muestra un pasaje que los antiguos judíos aceptaron como mesiánico. Una fascinante cita del Talmud en Succah 52a nos indica que, efectivamente, se trata de un texto mesiánico. El Mesías es traspasado, es decir muerto, no necesariamente crucificado, según el lenguaje judío. Sin embargo, sabemos que el Mesías, Jesús, murió crucificado. Y como nos dice la lectura, el Señor ha derramado un Espíritu de gracia y de oración. Pues que se note en nosotros esa gracia y el espíritu de unión con Dios.
 
   Gálatas (3,26-29) nos recuerda que todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Que todo cristiano sea consciente de esta gran verdad es fundamental. La fe no es creer una serie de afirmaciones que llamamos verdades y que en su explicación cabe mucha ideología u opiniones. La fe es aceptar a Cristo como nuestro salvador, como nuestro amigo de verdad, como el enviado de Dios para enseñarnos el camino verdadero. De ello nos da buena lección el papa Francisco. La fe es sencilla. Ve a Cristo en el prójimo. Si la fe es verdadera nos conduce a una vida de oración, de relación con Dios, y a saber echarnos en sus manos cuando las cosas nos van bien o no tan bien, por no decir mal. De echarnos en las manos de Dios con fe y confianza, nunca nos arrepentiremos. Todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
 
   El evangelio, como la primera lectura, de nuevo nos lleva el Mesías. Jesús pregunta a sus discípulos, no sólo a los apóstoles: ¿Quién decís que soy yo? Pedro tomó la palabra y dijo: El Mesías de Dios. Jesús les hace ver que, aún siendo verdad que él es el Mesías, tendrá que padecer mucho, ser despreciado y ser ejecutado, pero que resucitará al tercer día. Jesús entendió con gran claridad su misión y el costo que iba a tener el cumplirla. Este es el planteamiento que debemos hacernos los creyentes hoy día. Pensar y sopesar, para no engañarnos, lo que puede costarnos ser creyentes de verdad y asumirlo como hizo Nos da vergüenza por temor a que nos miren con cierta sonrisa.
 
   El papa Francisco es un proyecto de Iglesia y de mundo. El sabe cual es su misión y cual debe ser la de cada uno de nosotros. Su mensaje debemos leerlo diariamente y asimilarlo. Hoy día, por internet es posible.
 
   Compromiso:
   interesarse por las palabras del Papa.
   

 
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