miércoles, 9 de marzo de 2022

Domingo II de Cuaresma. 13 de Marzo 2022. Lucas 9, 28b-36

Una pregunta que una gran mayoría de personas tiene en la punta de la lengua para hacerle al Señor es:¿quién dijo eso?¿cómo podemos saber que es verdad? A través de otras personas Dios nos va diciendo cosas. Pero, a la vez, es Dios quien nos lo dice a través de nuestros padres, a través de nuestros abuelos, a través de todas las personas que nos quieren. Amamos a Dios y, como consecuencia, amamos a nuestros hijos, a nuestros nietos. Nos queremos todos. ¡Es verdad!¡sabemos la verdad porque nos queremos, porque nos amamos! La verdad está en nuestros corazones, en nuestro interior, si amamos de verdad, si no hacemos daño a las personas, si nos queremos. Abrahán creyó a Dios y Dios lo amó de verdad. Y estaban muy juntos. No se separaban el uno del otro. Dios estaba en el corazón de Abrahán y Abrahán en el corazón de Dios. O lo mismo, Abrahán vivía muy cerca de Dios, Abrahán vivía junto a Dios. Y Dios nos llena de verdadera alegría. El Señor es mi luz y mi salvación (salmo 26). Repitámoslo varias veces durante el día, y durante la semana. Pero despacio, con cariño. O, si lo preferimos, acordémonos a nuestro modo, con sencillez. Lo importante es acordarse de Dios y decirle que lo amamos o algo equivalente. Y, dan ganas de copiar al pie de la letra la segunda lectura. Es de la Carta a los Filipenses 3, 20-4,1. Da ganas de terminar con ella: "Así pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría... manteneos así, en el Señor". La lectura evangélica es la de la Transfiguración del Señor. Lucas 9, 28b-36. Pedro, Juan y Santiago suben a lo alto del monte para orar con Jesús. El tema de la oración es tan importante, que el cristiano no puede desecharla jamás. Tan es así que el cristiano se encuentra, a menudo, rezando o en la presencia de Dios sin darse cuenta. Sí, de que en su interior, en el fondo de su alma, estaba Dios presente. A menudo, no le damos importancia pero debemos dársela. Dios está ahí. En esos momentos, démosle gracias. Gracias por que El estaba tan cerca de nosotros. Gracias porque nos quiere, porque nos ama. Cuando tenemos estas experiencias estamos empezando a ver la gloria de Dios, como dice este evangelio de hoy: "... y vieron su gloria". O como dijo Pedro: ¡Qué bueno es que estemos aquí! Y una voz desde la nube termina este evangelio diciéndonos a tí y a mí: "Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo". Y hacemos como Jesús. Quedamos solos con él, guardamos silencio. Pero, lo guardamos, de verdad en nuestro corazón.

 
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