lunes, 30 de noviembre de 2015

II Domingo de Adviento. Ciclo C. 6/12/2015. Lucas 3,1-6

   En las lecturas de este segundo domingo de adviento se trata de llevar a cabo la obra de Dios, ya sea en su comienzo o en su culminación, pero estando siempre Dios por el medio. Hoy, el libro de Baruc (5, 1-9) nos trae la enseñanza, preciosa enseñanza, que nos ayuda a conservar la fe, hasta el final, aún con las vicisitudes que nos puedan sobrevenir por el medio. Es la respuesta a aquella pregunta: "Y después del Sumnami, ¿qué?", que equivale a "y después de las grandes desgracias, ¿qué?", ¿donde está Dios? ¿Dónde estaba Dios cuando su pueblo tenía que marchar de su casa, de su tierra, conducido por el enemigo? Pero, al final, se allanó el suelo y Dios mostró su esplendor.

   La segunda lectura (Filipenses, 1,4-6.8-11) nos indica como es la oración de Pablo por todos aquellos que le ayudan en el ministerio. El reza para que, todos los que lo ayudaron en llevar el evangelio a las gentes, crezcan cada vez más y más en el amor, les penetre cada vez más y los sensibilice para saber apreciar los valores de Cristo. Es la oración de un Pastor por todos los que le ayudan en las cosas de Dios.

   En el evangelio, Lucas el historiador comienza presentando el ministerio de Juan Bautista en su contexto histórico, por los años 26 o 29 de la era cristiana.

   Se nos dice que la palabra de Dios vino sobre Juan y este recorre toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Es un tema central en el tiempo del Adviento, en el que ya estamos. Es necesario que toda carne vea la salvación de Dios. Convertirse es cambiar la manera de pensar, es darse la vuelta del mal para el bien. Se trata de un cambio de dirección. El tema del arrepentimiento se refiere varias veces en el evangelio.

   A veces, caemos en la equivocación de hablar solamente del perdón sin hablar del pecado. El no hablar del pecado no es bíblico ni evangélico. Las personas debemos saber que somos pecadores y sentiremos alivio cuando tratamos el pecado con seriedad, reconociéndolo, pidiendo perdón y corrigiéndolo. Así conocemos que existe realmente el perdón de Dios. Necesitamos ser perdonados y sentirnos aliviados.

   De esta manera, se prepara la Navidad, se elevan los valles, descienden los montes, lo torcido se endereza y lo escabroso se iguala como nos dice el evangelio de hoy. Así, veremos la salvación de Dios.

   Compromiso:
   Recapacita sobre tu desviación del camino de Dios

miércoles, 25 de noviembre de 2015

I Domingo de Adviento. Ciclo C. 29/11/2015. Lucas 21, 25-28. 34-36

   Comenzamos hoy el nuevo año litúrgico que se desarrollará a través del ciclo C. El presente domingo, primero de Adviento, nos habla a través de Cristo Salvador con cuyos brazos acogedores nos espera al final de esta vida y de los tiempos. Las tres lecturas tienen esta perspectiva.

   La primera lectura está tomada del libro bíblico de Jeremías (capítulo 33, versículos 14-16) y nos afirma que Dios cumplirá la promesa de enviarnos un salvador, que vendrá con el mensaje de la justicia y el derecho en la tierra. De tal forma que la misma Jerusalén se llamará "El Señor es nuestra Justicia", es decir, nuestra salvación.

   La segunda lectura (1 Tesalonicenses 3, 12-4,2) expresa los deseos de Pablo para con todos nosotros los creyentes. El desea que el Señor nos haga rebosar de amor mútuo y de amor a todos. Así nos fortaleceremos internamente para presentarnos santos e irreprochables ante Dios, nuestro Padre. Todos hemos aprendido cómo agradarle. Toda nuestra vida de cercanía a Dios se reduce a ver a Dios en los demás y obrar con amor. Ver a Dios con los demás nos invita constantemente a ser personas de oración, de oración sencilla pero profunda que nos lleva, sin darnos cuenta, a decirle a Dios muchas veces que lo amamos.

  El evangelio de hoy no puede hacernos olvidar la característica principal de la predicación de Jesús. El no ponía el acento en un final rápido del mundo, sino en la fe en Dios. El mismo nos dejó dicho que nadie sabía ni el día ni la hora en que había de suceder.

   Los textos apocalípticos reflejan, a menudo, una etapa de persecución. Para los que la sufren sobre todo si es muy fuerte y atroz, es como un preludio del fin del mundo que trae la salvación de los que se conservan fieles a Dios. Por desgracia, son hoy muchos los hermanos que viven en el horror de una cruel persecución. Para ellos, como humanos, es el fin del mundo, pero se sienten llamados a dar testimonio de su fe, no renunciando jamás a Cristo, cueste lo que cueste. Para comprender verdaderamente el evangelio de hoy, es necesario mirar hacia esos hermanos y rezar para que se mantengan firmes en la fe. Pero, a la vez, deben servirnos de ejemplo y de admiración y valorar el calado y la profundidad de nuestra fe. Pero, aquí, sí que es necesario tener vida de oración. Esa vida de oración que, más que salir de nuestro pensamiento, brota de nuestro corazón, o de lo más profundo de nuestro espíritu. Es una oración que, más que cansarnos, nos tonifica. Y, nos une de verdad a Dios. De esta forma, nuestra mente no estará embotada, como nos pide este evangelio.

   Compromiso:
   Pensar un poco en la fe de esos mártires contemporáneos.

lunes, 16 de noviembre de 2015

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 22/11/2015. Juan 18, 33b-37

   Hoy, es uno de esos domingos en que es fácil la relación entre las lecturas de la misa. Hoy es la solemnidad de Jesucristo Rey del universo y, en las tres, de una forma o de otra se menciona a Cristo como rey.

   La primera lectura (Daniel 7, 13-14) en un lenguaje figurado y apocalíptico, nos presenta a un hombre a quien Dios, el anciano, da el poder real sobre todos los pueblos y para siempre. El anciano representa a Cristo.

   La segunda lectura, tomada del Apocalípsis (1, 6-8), nos presenta dos importantes enseñanzas: que Jesucristo nos ha liberado de todos nuestros pecados y que nos ha hecho sacerdotes de Dios. Son dos ideas básicas para comprender nuestro cristianismo. No debemos tener miedo a estas enseñanzas bíblicas, pues la Biblia contiene las enseñanzas de Dios, es su palabra. La misa que celebramos los católicos no es una repetición del sacrificio de la cruz, que sucedió una sola vez y para siempre. Es el mismo Jesús de la cruz que se hace presente. Es el mismo Cristo que se hace presente cuando dos o más se reúnen en su nombre. Y, gracias a Cristo todos somos sacerdotes.

   Para adentrarnos en el evangelio de hoy, conviene darnos cuenta de cómo vive la comunidad cristiana nacida del propio Juan, cuyo evangelio comentamos. Dicha comunidad se siente ligada a Jesús porque se ha adherido a él como verdad. En Jesús resplandece la plenitud de la vida. Los sufrimientos humanos de la pasión de Cristo no pueden sobrellevarse si no es con intervención divina. En ese Jesús que padece atrozmente, resplandece la plenitud de vida. Por esta razón, la comunidad cristiana de Juan se remite a Jesús como rey. Lo recibe como rey.

   Pero Jesús, para ser rey, rehúsa al uso de la fuerza. No es rey como los otros. Es un rey que no oprime, que por amor comunica vida. Es una vida que sólo experimenta el que la vive, el que se adhiere a ella. Y, para este, Jesús es realmente Rey. Es la gran fiesta que celebramos hoy. La solemnidad de Cristo como Rey.

   Después de estas reflexiones podemos entender mucho mejor el evangelio de hoy. Jesús no necesita el uso de la fuerza para llegar a los corazones y ser plenamente convicente, hasta el punto de enamorar a las personas que no rehúsan dar su vida por no renegar de él. En la actualidad, son legión los cristianos que se ven avocados a ello. ¡Cuándo aprenderemos a convivir todos en este mundo!

   Compromiso:
   Reflexiona sobre el compromiso cristiano

martes, 10 de noviembre de 2015

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 15/11/2015. Marcos 13, 24-32

   La primera lectura del Antiguo Testamento, Daniel (12,1-3), junto con el evangelio, nos hacen ver que después de la muerte y resurrección de Jesús, los discípulos, incluidos los apóstoles, siguen sin comprender el mesianismo verdadero de Cristo. De ahí, que nuevamente se haya elegido como segunda lectura un texto de la carta a los Hebreos. Si la primera lectura y la tercera están escritas en términos apocalípticos, esta característica no falta en la segunda. En efecto, después de mencionar el valor definitivo del sacrificio de Cristo, hace referencia al tiempo final.

   Daniel habla desde una perspectiva apocalíptica. No nos dice como será el fin del mundo, simplemente usa un lenguaje apocalíptico para expresar sus ideas y mensaje. El libro está escrito por el año 167 a.C., gobernando Antioco, y los judíos están fuertemente perseguidos. Es entonces cuando el profeta Daniel anuncia que la victoria final no será de Antioco, sino de Dios. Este profeta nos llama a perseverar en la fidelidad. Los que enseñaron la justicia brillarán como las estrellas.

   La segunda lectura (Hebreos 10, 11-14.18) hace un contraste entre los sacrificios que ofrecen los sacerdotes y el ofrecido por Cristo. Este ha sido único e irrepetible. Con una sola ofrenda ha servido para todos y para siempre. Con ella nos ha perfeccionado a todos. Donde hay perdón ya no se necesitan más ofrendas por los pecados.

   Para comprender correctamente el evangelio de hoy, debemos recordar que, en el Antiguo Testamento, los astros aparecen como objeto de culto idolátrico. Caer el sol o caer la luna es caer uno de esos ídolos. De hecho, había monedas romanas en circulación que llevaban las imágenes del dios Sol y de la diosa Luna. La catástrofe cósmica de la que se habla en este evangelio no puede tomarse en un sentido literal, sino figurado. No indica, pues, el fin del mundo. Los valores de la religión pagana dejan de brillar y entran en crisis, sufren un eclipse. Ha llegado la liberación de los valores paganos, pues los de Cristo iluminan el mundo. Con la simbología tradicional, podemos interpretar la caída de estrellas como reyes paganos que se vienen abajo. Pero, tengamos en cuenta que el liberador no viene de una vez para siempre. Son llegadas sucesivas a través de la historia.

   Dice esta lectura del evangelio que el Hijo del Hombre enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. La fuerza con que viene el Hijo del Hombre representa la fuerza de la vida que nos trae, pues él es el dador de vida en grado sumo. En Marcos, los ángeles se identifican con hombres, con los hombres que evangelizan con la fuerza que viene del Hijo del Hombre. Recordemos que en la primera lectura se nos decía que los que enseñan las cosas de Dios brillarán como las estrellas. Empecemos ya a ser apóstoles de Dios.

   Compromiso:
   ¿Te dice algo, o mejor, a qué te mueve el penúltimo párrafo de este comentario?

martes, 3 de noviembre de 2015

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 8/11/2015. Marcos 12, 38-44

   La idea clave de este día es la donación de lo necesario para vivir que realizan dos personas, dos mujeres, como figura de Cristo que dio su propia vida pensando en cada uno de nosotros.

   La lectura tomada de  1 Reyes (17, 10-16) tiene como trasfondo el hecho de que Ajab, rey de Israel, exige un altar al ídolo Baal, dios de la fecundidad, en Samaria. El profeta Elías es el gran defensor de la fe en Dios y se dirige a quien conoce como verdadera creyente, la viuda de Sarepta, que vive con su hijo. Su situación económica es extrema y se preparan los dos para la última comida y después morir de hambre. Su fe en Dios, a pesar de estas circunstancias extremas, es una fe radical. Su fe y el don de lo poco que tienen obran el milagro. Esta actitud heroica será recordada por Jesús en Lucas 4, 24-26. Ojalá nuestra fe fuese también una fe radical.

   La segunda lectura (Hebreos 9, 24-28) se refiere a la entrega de Cristo en beneficio de todos nosotros. Es el centro doctrinal de toda la carta. Cristo, desde su inmenso sufrimiento, ha entrado en el cielo y puesto ante Dios, intercede eficazmente por todos nosotros. Es el mismo Dios demostrándonos su inmenso amor. Y, si lo esperamos de verdad, él nos salvará definitivamente.

   El evangelio de hoy es un vivo ejemplo de cómo Jesús hace discurrir a la gente que lo escucha. El, en su enseñanza, hace discurrir a la gente sobre lo que tienen delante de los ojos. Jesús habla de cosas comprobables, es decir, de los letrados que pasean con amplios ropajes, que gustan que se les hagan reverencias, ocupar los asientos importantes... Así, el prestigio hará que se acepte sin crítica su doctrina. De esta forma, se va logrando que el pueblo no pueda prescindir de ellos y, así, nunca llegará a ser un pueblo adulto. Se queda en un pueblo incapaz de decidir por sí mismo.

   Esto tiene hoy una aplicación especial para nosotros, los católicos romanos. Ha sido tan fuerte la mediación del organismo vaticano, que el obispo de Roma, Francisco, se ve obligado a afirmar que, en nuestras creencias verdaderas se entremezcla mucha ideología. Jesús nos invita a enfrentarnos con lo que vemos y a juzgarlo. Debemos acostumbrarnos a tener un espíritu crítico, pero fundamentado.

   La mujer viuda de la que se habla en el evangelio expresa, con su pequenísima limosna, la actitud con la que se relaciona con Dios: lo poquísimo de la viuda vale mucho más que lo de todos los demás juntos. Démosle valor a nuestros pequeños detalles con relación a Dios, porque ello equivaldrá a muchos actos de amor a Él. Amor desinteresado que nos hará introducirnos en lo insondable.

   Compromiso:
   Extraigámoslo del comentario evangélico sobre la mujer viuda.

 
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