lunes, 21 de mayo de 2012

Domingo de Pentecostés. Ciclo B. 27/5/2012. Juan, 20,19-23

   Es totalmente distinta la exposición de Pentecostés que nos describe Lucas en los Hechos de los Apóstoles de la que leemos en el evangelio de hoy de Juan. En los Hechos se expone de forma hiperbólica la explosión de alegría, de amor, de entusiasmo, de aquellos hombres y mujeres que habiendo comprendido la cruel pasión de Jesús, su resurrección gloriosa y la experiencia sobrenatural de que realmente Jesús sigue vivo, se lanzan a transmitir a los demás lo que realmente está sucediendo. Merece la pena darlo a conocer para que otros puedan tener también esa experiencia gozosa. Además, es un deber transmitir este mensaje.

   El evangelio de Juan transmite también la venida del Espíritu, pero de forma más sencilla o natural. Este relato se refiere no sólo a los apóstoles sino a todos los discípulos, hombres y mujeres. Esto no debe perderse de vista pues tiene mucha importancia, en este caso, a la hora de saber quien puede perdonar los pecados.

   Los discípulos hombres y mujeres estaban en una casa con las puertas atrancadas con cerrojos y trancas de lado a lada según el griego, por temor a los dirigentes judíos. Es tan grande el miedo que tienen que sólo la presencia del Señor resucitado y la renovación que produce en nosotros el Espíritu, puede darnos seguridad y alegría en medio de la hostilidad del mundo.

   Jesús no entra por la puerta, se presenta en el centro. Nos recuerda la celebración eucarística, en que Jesús es el centro de la comunidad porque él es para ella la fuente de la vida.

   El Señor les muestra las manos y el costado y los discípulos sienten una gran alegría. Este es el efecto del encuentro con Jesús. Nos sucede a todos los creyentes cuando nos encontramos con Jesús. Es la alegría que se vive en lo más profundo de nuestro ser.

   Igual que el Padre envió a Jesús, así él también nos envía a nosotros. La misión o envío es esencial a los discípulos. La misión debemos meternosla hasta los tuétanos, debemos empaparnos bien de esta obligación. Debemos aprender no sólo a recordarnos de Dios varias veces al día, sino también a recordarles a otros algo sobre Dios. El si Dios quiero o Dios te bendiga o la paz de Dios sea contigo, Dios te va a ayudar, o has de ser fiel a Dios, comulga con frecuencia, esa no es la voluntad de Dios... o cosas parecidas pueden ser formas de la misión.

   Jesús sopla sobre aquellos hombres y mujeres y les infunde el Espíritu Santo, y dice a aquellos hombres y mujeres, no a sacerdotes, "a quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados".

   Para Juan, el pecado consiste en integrarse voluntariamente en el orden injusto. Cuando una persona se convierte, es la comunidad la que juzga si se ha roto con el orden injusto, y, en caso afirmativo, aquella declara que sus pecados ya no pesan sobre el convertido.

   Compromiso:
   Para Juan, pecar es ser cómplice de la injusticia encarnada en el sistema. Examínate en este sentido para ver si tu has caído en la trampa del sistema injusto.

 
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