martes, 26 de marzo de 2019

IV Domingo de Cuaresma. Ciclo C. 31/03/2019. Lucas 15, 1.11-32

   La idea central de hoy es que Dios ha reconciliado a todo el mundo consigo, sin pedirnos nada a cambio. Maravillosa idea que nos invita a estar eternamente agradecidos y a echarnos siempre, obedientes, en sus brazos.

   Como frase para recordar durante la semana y crecer en agradecimiento y entrega a Dios se propone, tomada de la segunda lectura, la siguiente: "si estamos en Cristo, somos una criatura nueva" (2 Cor 5,17).

   Josué 5,9a.10-12. Con relación a la primera lectura, Josué es el sucesor de Moisés para dirigir el pueblo. El llamado libro de Josué continúa el relato del Pentateuco o cinco primeros libros de la Biblia. En el relato de hoy, Josué recuerda al pueblo cómo el Señor lo libró de la tiranía de Egipto y celebran la Pascua. Ya no volverán a comer el maná sino que se alimentarán de la cosecha de la tierra. De una forma o de otra todo nos viene de la mano de Dios y debemos estar siempre agradecidos.

   2 Corintios 5,17-21 corresponde a la segunda lectura. Comienza con una sorprendente afirmación: "si alguno está en Cristo es una criatura nueva". Dios no nos pide cuenta de nuestros pecados y, a la vez, actuamos como enviados de Cristo y es como si Dios mismo hablara a los demás por medios de nosotros. Todo esto afirma la segunda lectura. Empapémonos de ello y pongámoslo en práctica.

   El evangelio de hoy es el del hijo pródigo. Leámoslo. El evangelio que se lee, siempre lo ponemos en la cabecera de este comentario. La enseñanza resumida es que un padre siempre es un padre y, trasladándonos a nuestra época, una madre siempre es una madre. Hoy, gracias a Dios, una madre lo es todo también. Como el padre. Antiguamente no era así.

   El arrepentimiento del hijo, aunque obligado por la necesidad, fue un arrepentimiento sincero. Y la reacción del padre, maravillosa. Todo ello da lugar a la celebración de una gran fiesta, llena de ternura. Un hijo que dilapidó con mujeres toda su fortuna, todo lo que le correspondía como heredero del padre, y ahora regresa a la casa paterna sin un céntimo. El padre ha sabido leer en lo más hondo del corazón de su hijo la veracidad de sus sentimientos, y queda conmovido. Sólo quiere que su otro hijo reciba como él, al hermano. Tenemos a un padre que es todo ternura. Maravilloso. Pero, tengamos claro que este padre de la parábola no le gana ni con mucho a nuestro amoroso Dios. Aquí está su grandeza. Hay teólogos que afirman que no hay ningún condenado en el infierno. ¿Quién puede tener tanto odio a Dios y al hermano como para jugárselo todo a una condenación eterna? Sea lo que sea, no perdamos la confianza en Dios, jamás. Y él nos acogerá en sus brazos. Es la gran enseñanza del evangelio de hoy.

   Compromiso:
   Examina tu vida a la luz de este evangelio y abrázate al Dios lleno de amor.

martes, 19 de marzo de 2019

III Domingo de Cuaresma. Ciclo C. 24/03/2019. Lucas 13, 1-9

   Las lecturas del domingo presente nos manifiestan que siempre estamos bajo la voluntad o el dominio amoroso de Dios. bajo su amistad o en sus brazos o bajo su mirada amorosa es donde nos corresponde estar y lo que debemos buscar. Se propone como frase para recordar: "Todos bebían de la misma bebida espiritual ya que bebían de la misma roca espiritual que les seguía y la roca era Cristo", 1 Corintios 10.

   La primera lectura se toma del libro bíblico del Exodo (3, 1-8a. 13-15). Nos habla de una teofanía o manifestación de Dios a Moisés. Muchos hemos sentido alguna vez la presencia de Dios. En la comunión y en la oración especialmente. Sin duda que Moisés, conociendo la mentalidad judía, tuvo la experiencia en una oración profunda, donde llegó a una gran unión con Dios. Merece la pena leer el texto. Podríamos encontrarnos con una experiencia de la presencia Divina o Shekhinah.

    La segunda lectura (1 Corintios 10,1-6.10-12) nos habla -por boca de San Pablo- de la travesía judía a través del desierto. Todos fueron bautizados en Moisés como discípulos al que seguían bajo la nube y por el mar. Y todos bebían de la misma roca espiritual que metafóricamente era Cristo. Cuando hagamos una salida al monte y encontremos un manantial de rica y saludable agua, recordemos este texto que hace mención al que hoy se propone para recordar.

   Y ya estamos en el evangelio del día. Parte del gran respeto que los judíos tenían por la sangre. Pilato, en este sentido, había comprometido a los galileos haciendo mezclas de sangre que ellos permitieron y así pecaron ante Dios. Y dice Jesús: ¿pensáis que los galileos eran, por ello, más pecadores unos que otros? Porque se derrumbó la torre de Siloé y murieron muchos. Os digo que no. Nos obligó a hacer una buena teología el sunami de hace unos años, que a muchos les obligó a hacerse la siguiente pregunta: ¿Dónde estaba Dios cuando el sunami? Aquel día fueron muchísimos los que murieron, fue un verdadero horror. Pero, no cabe duda que entre ellos los habría buenos y pecadores. Mejor dicho, mientras estemos en esta vida, todos somos pecadores, de una forma o de otra. Nadie es perfecto. Y la muerte nos llega a todos, sea de una forma o de otra. Sea juntos o separados. Es ley de vida. De lo contrario ya no cabríamos en el mundo. Y, nos vemos obligados a terminar como empezamos. Siempre nos encontramos bajo los designios de Dios. El "hágase tu voluntad" debemos conjugarlo toda la vida. Con verdadero amor. Echados en los brazos de Dios es como mejor estamos. Activos por nuestra parte para hacer las cosas lo mejor que podamos y amando de verdad a Dios, junto a El.

   Compromiso:
   Está fácil de deducir.

martes, 12 de marzo de 2019

II Domingo de Cuaresma. Ciclo C. 17/03/2019. Lucas 9, 28b-36

   Las lecturas de este domingo nos dejan una profunda impresión en el alma, que nos acompaña desde la vivencia de la fe hasta el resplandor de Cristo, que nos invita a unirnos a él en una maravillosa vivencia mística. Hoy, como excepción, propongo para recordar y no olvidar la frase de un gran teólogo, que dice: "la fe está basada en un contacto personal con Dios, con Cristo". Manifiesta la importancia de la experiencia mística de los cristianos, que muchísimos sienten y de la que poco se predica.

   La primera lectura bíblica se toma del Génesis (15, 5-12. 17-18). Se refiere a la fe en Dios que tiene Abraham. Dice la lectura que Abraham creyó al Señor y se le contó como justicia, es decir, se le valoró en su relación con Dios.

   La carta a los filipenses (3,17-4,1) constituye la segunda lectura de este día. Nos dice que somos ciudadanos del cielo de donde aguardamos un salvador: el Señor Jesucristo. El va a transformar nuestro cuerpo en cuerpo glorioso como el suyo. Sabiendo esto, debemos acostumbrarnos a integrarlo en nuestras vivencias.

   En el evangelio de hoy, Jesús, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a lo alto del monte para orar. El lenguaje nos indica que se trata de una teofanía o manifestación de Dios a la vez que de una tranfiguración de Cristo o experiencia mística. Tal es su unión de lo humano con lo divino, tal es la intensidad con que se vive, que ineludiblemente transciende al exterior. La oración de Cristo es una oración profunda. El contacto con Dios es grande. Dios se manifiesta a través de Jesús. Hablamos de la naturaleza humana de Jesús en relación con su naturaleza divina. Un misterio, pero que no podemos negar la posible relación entre las dos naturalezas, dando lugar a una experiencia mística en lo humano. Jesús se presenta aquí como lo que es. El Dios que viene a vivir entre nosotros. Y, por lo tanto, con expresiones místicas. La aparición de la nube forma parte del lenguaje de las Teofanías o manifestaciones de Dios. Recordemos lo que ya otras veces se recordó. Que fe está basada en un contacto personal con Cristo, con Dios. Y a veces lo experimentamos sin darnos mucha cuenta. Sobretodo cuando recibimos a Dios en la comunión o vivimos con una fe profunda o hacemos oración profunda y meditada. Vivamos la fe. Nunca nos arrepentiremos.

   Compromiso:
   Leamos con profundidad y deduzcámoslo.

martes, 5 de marzo de 2019

I Domingo de Cuaresma. Ciclo C. 10/03/2019. Lucas 4,1-13

   Hoy entramos en el primer domingo de Cuaresma y el Evangelio empieza a conducirnos hacia la Pascua, no sin antes pasar por las tentaciones y la muerte de Cruz de Jesús. Como frase para memorizar durante la semana se propone una de la segunda lectura, es decir, de la carta de Pablo a los Romanos, capítulo 10, que dice: "Si profesas con tus labios que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo".

   Deuteronomio (26,4-10) nos ofrece la primera lectura. Nos recuerda la estancia del pueblo judío en Egipto, que fue un pueblo maltratado, oprimido y sometido a dura esclavitud. Dios lo saca de allí y los lleva a una tierra que mana leche y miel. Moisés les ordena que sean agradecidos con Dios. Aprendamos a ser siempre agradecidos con él, pues aún en los momentos difíciles, el alma delicada para con Dios, encuentra muchos momentos de agradecimiento.

   La segunda lectura es de Romanos 10,8-13. Empieza afirmando que tengamos siempre en los labios y en el corazón las cosas de Dios; en concreto, que sepamos hablar de nuestra fe, dando testimonio de ella, pues la palabra de la fe debemos tenerla en los labios y en el corazón.

   En el evangelio, podemos pensar en un Jesús que se encuentra abrumado por todo lo que él sabe que se le viene encima: la posible muerte en la cruz, los latigazos de la flagelación, bastante más de los que permitía la ley, las burlas, el dolor de su madre... cuarenta días es un número simbólico según la costumbre hebrea y podría significar la plenitud del dolor, o mejor, el paroxismo del dolor. Con este panorama, las tentaciones son una verdadera realidad. Uno está dispuesto a rendirse ante quien sea para librarse de tan duro sufrimiento. Que el demonio aproveche la situación para hundir a Jesús, es lógico, es de esperar. Jesús se retiró para hacer profunda oración. Quería pasar un largo tiempo, como hombre, orando al Padre, confortando su espíritu. Cuando nosotros dedicamos un tiempo a la oración profunda, delante del sagrario o ante Jesús en la exposición, experimentamos que el Señor se posesiona de nosotros, experimentamos en sumo grado la cercanía de Dios. Oración profunda es lo que Jesús hizo en el desierto. Las tentaciones a veces, son duras o muy duras, como las de Jesús. Pero si nos echamos confiadamente en los brazos de Dios y aprovechamos para hacer oración, el resultado será muy fructífero. Imitemos a Jesús.

   Compromiso:
   Comienza a hacer oración. Dile a Dios, varias veces en el día, con el pensamiento, que lo amas.

 
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