martes, 8 de marzo de 2011

Domingo I de Cuaresma. 13/03/2011. Ciclo A. Mateo, 4,1-11

   Evangelio de las tentaciones de Jesús. Al norte del mar Muerto, a gran altura, en la escarpada cara de la montaña cercana a Jericó y casi en pared vertical, se encuentra el monasterio griego ortodoxo de Qumrán. La montaña se conoce como el monte de la Tentación. Según la tradición es el lugar donde Jesús se enfrentó con Satanás en el desierto.

   Una vez bautizado, Jesús continúa en el movimiento iniciado por Juan. Es un momento decisivo para Jesús, pues significa un giro total en su vida. Ya no vuelve a Nazaret. En el desierto, va perfilando las grandes líneas de su predicación. En el gran silencio del desierto, Jesús, como hombre, escucha la voz de Dios que lo llama a una misión nueva. Quizá en estas noches de oración, Jesús cogió la costumbre de retirarse, de noche, a un lugar solitario para comunicarse con Dios. Sería el recuerdo o la nostalgia de sus noches de oración en el desierto del Jordán.

   Es en este desierto y cuando Jesús empieza a comprometerse con la misión a la que se siente llamado por su Padre Dios, cuando acechan las tentaciones y el miedo a lanzarse a dicha empresa de evangelización. El espíritu maligno está presto al ataque.

   No sabemos si esas tentaciones sucedieron en su intimidad, en el encuentro consigo mismo, o si realmente tuvieron lugar como las escribe Mateo en el evangelio de hoy. Todo hace pensar que se trata de un género literario y que, por lo tanto no debe tomarse al pie de la letra. Las tentaciones reflejan el estado de ánimo de Jesús ante la nueva tarea que se le presenta. Es el temor ante un compromiso tan fuerte. El evangelio de Marcos al hablar de las tentaciones de Jesús, no las especifica, dice, simplemente, que fue tentado.

   Según los exégetas, Mateo quiere hacer un paralelismo con la historia del pueblo judío en el desierto. Los cuarenta años de Israel en el desierto, se traducen en los cuarenta días de Jesús, también en el desierto. Las citas bíblicas, que Mateo pone en boca de Jesús, están tomadas de los capítulos 6 y 8 del libro llamado Deuteronomio y se refieren a reacciones del pueblo judío y a su fidelidad para con Dios.

   Quedémonos, pues, con tres enseñanzas principales del evangelio de hoy:
   1º. Preguntarnos repetidas veces si realmente hacemos oración como Jesús la hacía en el desierto y la hizo durante su vida. Jesús era un hombre de oración.
   2º. Jesús estuvo totalmente comprometido con la causa de Dios. ¿Tenemos nosotros algún compromiso serio con la divinidad?
   3º. ¿Sabemos superar las tentaciones que tratan de apartarnos de dicho compromiso?

   Oración y compromiso son dos pilares importantes para los cristianos de hoy.

   Compromiso:
   El de hoy está bastante claro.

 
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