miércoles, 14 de noviembre de 2012

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 18/11/2012. Marcos 13, 24-32

   Querer leer el evangelio sin unas notas explicativas, es no saborearlo de verdad. Es un libro de hace 2000 años y, además, inmerso en una cultura muy anterior. Con lo que, a menudo, la misma traducción por acertada que sea, puede llevarnos por derroteros no acertados.

   Comienza este evangelio de Marcos con una referencia a los cuerpos celestes: "el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor". Nos equivocaríamos si pensáramos que esto va a suceder al pie de la letra. Para comprenderlo, debemos saber que Marcos hace numerosas alusiones al Antiguo Testamento y se aprovecha de su lenguaje figurado, que no podemos tomar al pie de la letra. No se trata, pues, de un cataclismo universal, como podrían pensar algunos.

   En el A.T. los astros reciben culto idolátrico. Por este motivo, en Roma, circulaban monedas que llevaban las imágenes del dios Sol y de la diosa Luna. Mientras los judíos sólo adoran a Yahvé, el Dios único, los paganos practican la idolatría. Y, en concreto, adoran los astros. Por esta razón, el sol y la luna representan al mundo pagano. Si el sol y la luna se oscurecen, si las estrellas caen y los astros se tambalean, no es que esto suceda en la realidad; significa que la religión pagana pierde su brillo, como se dice del sol y la luna. El paganismo entra en crisis.

   Lo que se consideraba verdadero aparece como falso y sus valores son inaceptables. Pero, esto no sucederá de pronto. Las estrellas van cayendo, no caen todas a la vez.

   Pero, el paganismo, los paganos idólatras, con sus poderes opresores, caerán. Cada caída de un poder pagano opresor, será un triunfo del Hombre, del Hijo del Hombre, de Jesús. Y, si, como dice el texto evangélico, las estrellas no caen todas a la vez, así también, la llegada del Hijo del hombre tampoco será única, sino iterada. Cada triunfo del bien sobre la idolatría, en cualquier sentido, es una nueva venida del Hijo.

   El texto evangélico de este domingo no habla, pues, de una sóla llegada final, sino de llegadas sucesivas a lo largo del período histórico. Y, en cada llegada, viene con gran poder y majestad. Ese poder representa la potencia de vida, la vida que Jesús da en grado sumo, como se ve en diversos pasajes de Marcos. La experiencia de Jesús que los cristianos del Nuevo Testamento ponían sumo cuidado en transmitir.

   En Marcos, se ve a los hombres identificados con los ángeles. Así, se equiparan a ángeles los que han obtenido la resurrección. Reunir a los elegidos es la última misión de los seguidores de Jesús. Los que ayudaron a realizar la obra, ayudan también a recoger el fruto. Y esto una y otra vez según van cayendo las estrellas. En definitiva, se trata de recibir el evangelio y ser fieles al mensaje de Jesús.

   Los exégetas afirman que, al final del evangelio de hoy, se da un cambio y se habla de la destrucción de Jerusalén. No tenemos espacio para explicar las razones, pero es así. El verano que llega expresa la cosecha de hombres que comenzarán a aceptar en gran número el mensaje de Jesús, después de la destrucción.

   Compromiso:
   Hablar con otros en sentido positivo de Jesús o de Dios.

 
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