martes, 3 de mayo de 2011

Domingo III de Pascua. Ciclo A. 8-5-2011. Lucas, 24,13-35

   El evangelio de este domingo trata del relato de los dos discípulos de Jesús que se dirigen a Emaús. Se van lamentando de lo sucedido a Jesús y cómo sus esperanzas se ven frustadas. Jesús se une a ellos en el camino, pero ellos no lo reconcen. Les explica cómo todo lo que sucedió estaba previsto y debía suceder para que Jesús entrase en la gloria. A pesar de la explicación, ellos no reaccionan. Sin embargo, al momento de separarse, los dos discípulos insisten en que Jesús, al que aún no reconocieron, se quede con ellos pues ya empieza a anochecer.

   Jesús acepta. Se sienta a la mesa, toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da. Al momento se abren los ojos de los discípulos y lo reconocen. Pero, Jesús desapareció. Entonces se dan cuenta de cómo ardía su corazón cuando les hablaba en el camino. Al instante, vuelven a Jerusalén y todos se transmiten mutuamente la resurrección de Jesús ya que todos han tenido diversas experiencias independientemente.

   El evangelio de hoy abarca tres enseñanzas clave: la resurrección de Jesús, la experiencia interior de los discípulos, pues ardía su corazón, y la eucaristía.

   Sobre la resurrección de Jesús, en lo que llevamos de Pascua, ya hemos leído y escuchado diversos testimonios basados en el Nuevo Testamento. Por esta razón, aunque la resurrección de Jesús es fundamental para el cristiano, no insito aquí en ella. Sin embargo, ese arder el corazón de los discípulos, esa experiencia interior, sí tiene gran importancia. Todos hemos tenido alguna experiencia interior en nuestra relación con Jesús y con el Padre. Estas experiencias espirituales debemos cultivarlas siempre y no olvidarlas. Son fundamentales en nuestra vida cristiana. Pero, ellas necesitan de nuestra vida de oración y de recibir la eucaristía con frecuencia. Si no recibes a Jesús, si no contactas con él, ¿cómo quieres tener sus experiencias de amistad?

   Otro aspecto del evangelio de este domingo es precisamente la eucaristía. A Jesús lo reconocen en el partir el pan, que significa la eucaristía. Según los Hechos de los Apóstoles, uno de los caracteres esenciales de la comida eucarística era una alegría desbordante (2,46). No olvidemos que la eucaristía se celebraba en el transcurso de una comida de hermandad y de oración. Es la alegría del espíritu, de la fe en Jesús resucitado que está presente, y se siente por todos presente.

   Compromiso:
   Es bueno repetir el compromiso de otras veces. Recuerda tus experiencias cuando permanecías cerca de Jesús y lo recibías con frecuencia. Vuelve a recibirlo con frecuencia y devoción en la eucaristía. No te arrepentirás.

 
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