miércoles, 18 de marzo de 2009

Domingo IV de Cuaresma. 22/03/2009. Evangelio de Juan, 3, 14-21

Hoy, el evangelista Juan se refiere a dos asuntos principales: la muerte de Jesús, es decir "del Hombre" o del "Hijo único", y el tema de la "luz" al que ya se refirió en el prólogo del evangelio o capítulo primero.

Versículos 14-15. En el libro de la Biblia llamado "Números", 21,9, aparece una plaga de serpientes venenosas y, ante ello, Moisés fabrica una serpiente de bronce y la levanta sobre un poste. El que era mordido, cuando miraba a la serpiente alzada en el palo, vivía. Sobre este suceso, se hace un paralelismo con Jesús: El que es prototipo de todos los hombres, el "Hombre" Jesús ha de ser levantado en alto, es decir crucificado, para que todo el que se adhiera a él tenga vida eterna. Este adherirse o creer implica aceptar el amor de Dios para recibir la vida definitiva. Antes era el cumplimiento de la Ley lo que falsamente prometía la vida; ahora, es el amor que Dios nos tiene lo que nos salva de verdad.

Versículo 16. Hace referencia al "Hijo único" que nos enseña el amor que Dios nos tiene. Nos recuerda a Abraham entregando en sacrificio a su hijo Isaac. Dios se comporta como Abraham, que fue capaz de desprenderse de su propio hijo. Existían tradiciones judías que afirmaban que el sacrificio de Isaac había tenido lugar a la hora en que después se sacrificarían los corderos en el templo. El sacrificio de Jesús inaugura la nueva Pascua. La comparación de ambos sacrificios es clara.

Versículo 17. Dios quiere salvar a todas las personas a través de Jesucristo, adheriéndose a él. Dios no desea condenar a nadie. Jesús hace presente el inmenso amor que Dios nos tiene. Salvarse es pasar de la muerte a la vida definitiva, a través de Jesús que nos da el Espíritu de vida.

Versículo 18. De ahí la importancia de la adhesión a Jesús. La adhesión (este es el significado del "creer" del evangelio de hoy) implica varias cosas: es un creer que significa amar de verdad, implicarse en dar a conocer lo que Dios nos ama, hacer lo que Jesús nos manda para bien de los demás. Está claro que el que se adhiere así a Jesús, se salva.

Versículo 19. Continúa ahora el tema de la luz, del que ya había tratado Juan al comienzo de su evangelio (1, 4-5). Para los judíos, la Ley, es decir, los diez mandamientos, eran lo mismo que la luz y esta daba vida al hombre. Para el evangelista Juan (1,4) sucede al revés, la vida misma es luz y no los mandamientos. La luz o ley no da vida; la vida misma sí da luz. Y la vida en plenitud que es Jesús es rechazada por muchos que prefieren las tinieblas.

Versículos 20-21. Jesús levantado en alto es la luz a la que debemos mirar todos con nuestra adhesión. Él es la única norma y la que descubre la bondad o maldad de nuestras acciones. O nos adherimos a él o lo abandonamos odiando la luz. No son doctrinas las que nos separan de Dios, sino el acercarnos a la luz o rechazarla (Juan 6,37). La adhesión a Jesús es lo fundamental. El amor es tal, en la medida en que realiza el bien del hombre y le comunica vida. De esta forma se acerca a la luz y se une a Dios.

Aplicación: a pesar de tus pecados y defectos, conserva tu adhesión a Jesús levantado en alto. Olvida las doctrinas y déjate iluminar por la luz de Cristo. Conserva las tres o cuatro cosas fundamentales y basta. Obedece al enfoque del evangelio que más te guste.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.