miércoles, 13 de enero de 2010

Domingo II del Tiempo Ordinario. 17/01/2010. San Juan, 2,1-11

Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea. Esta boda se celebra al tercer día después de lo último relatado en este evangelio, de forma que la boda sucede al día sexto. El primer día hace Juan el Bautista una declaración sobre Jesús. El segundo pronuncia una solemmne declaración. En el tercero, se adhieren a Jesús los primeros discípulos. El cuarto día, Jesús sale para Galilea, llama a Felipe y se encuentra con Natanael. Y al tercer día, esto es, dos más tarde, suceden las bodas de Caná, es decir, al día sexto del comienzo de las dataciones del evangelio de Juan. Este es un dato muy importante porque también, en la creación, el hombre es creado al sexto día. Jesús, ahora, va a crear al nuevo hombre, en el que va a habitar el Espíritu de Dios, y al que experimentará en su corazón por el amor.



En la boda de hoy, la madre de Jesús no aparece con nombre propio. Ella no llama hijo a Jesús y este tampoco la llama madre. Esta le dice: "no tienen vino". No se dirige al jefe del banquete, que es responsable de la carencia de vino. El no tiene esperanza en el Mesías y por lo tanto no puede solucionarlo. La boda es símbolo de la alianza entre Dios y los hombres y el vino, según el Cantar de los Cantares, es símbolo del amor. Por lo tanto, en esa alianza hay amor, pero no es el gran amor que Jesús trajo a nuestros corazones. Se necesita un nuevo vino. El viejo ya no es capaz de animar más el amor.



Jesús contesta a su madre: "Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora". En aquella época un hijo jamás se dirige a su madre llamándola mujer. Sin embargo, mujer sí puede designar a una casada o esposa. Jesús usa el término mujer para dirigirse a su madre, a la samaritana y a María Magdalena. Las tres se conciben como esposas de diversas comunidades. María, su madre, es la esposa de la comunidad judía que espera de verdad al Mesías. Y, aquí, Jesús pone el vino en conexión con su hora, con sus padecimientos. El vino adquiere un carácter simbólico, al igual que toda la boda.

Las tinajas de piedra son prácticamente inamovibles. Destinadas a la purificación, este era un concepto que dominaba la antigua Ley. A través de ésta, no se percibe el amor que Dios nos tiene. Las tinajas son seis, no siete. Este es el número perfecto. Seis indica la ineficacia de aquella purificación. El agua, se convierte en vino fuera de dichas tinajas pues el mayordomo prueba el "agua" que se convierte en "vino" fuera de las mismas.

La vida del Espíritu, la vida de Dios en nosotros, el nuevo vino, el vino del verdadero amor es el vino que nos trae Jesús, representado en el relato literario de las bodas de Caná.

Aquí, la madre de Jesús se contrapone al mayordomo. Ella es la esposa del Israel que reconoce al Mesías. El mayordomo representa a los que no saben apreciar la novedad del regalo del Espíritu que nos trae Jesús.

Este evangelio de hoy termina diciendo que en Caná comenzó Jesús sus signos, manifestó su gloria y los discípulos le dieron su adhesión.

Propósito:
Que las circunstancias de la vida nos sirvan para aumentar nuestra adhesión a Jesús. Y que el vino nos recuerde el amor que Dios nos tiene.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.