miércoles, 26 de abril de 2017

III Domingo de Pascua. Ciclo A. 30/04/2017. Lucas 24, 13-.15-17a.19b-32

   En este domingo, entran en juego la Sagrada Escritura y la Eucaristía. Son las dos grandes joyas cristianas y los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. Son el gran camino para hacer oración de verdad, para hacer de nuestra Iglesia una Iglesia mística.

   Como texto a memorizar se propone "Habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza" 1, Pedro 1,21 de la segunda lectura.

   En la primera lectura (Hechos 2,14.22-23) Pedro dirige la palabra a Judíos y vecinos de Jerusalén y les habla de Jesús Nazareno, a quien Dios resucitó. Ahora, ese Jesús ha recibido el Espíritu Santo y lo ha derramado a todos nosotros. Cuanto más fieles a Dios y al hermano y más vida de oración y de amor a Dios, más seremos saciados de gozo en la presencia divina.

   La segunda lectura (1Pedro 1,17-21) termina afirmando que nosotros creemos en Dios que resucitó a Jesús y le dió gloria, y así hemos puesto en Dios nuestra fe y nuestra esperanza. A muchos cristianos les cuesta vivir unidos a Dios en las penas, y en las desgracias, y abandonan su vida de oración entrando así en una fase de increencia. Están perdiendo la gran oportunidad de entrar en una vida de íntima unión con Dios. Es la experiencia mística cuyo testimonio necesita el mundo de hoy.

   El evangelio contiene el pasaje de los discípulos de Emaus. A menudo, nuestra fe parece que se apaga. Los discípulos hablan con Jesús pero no lo reconocen. Empiezan a perder toda esperanza y la esperanza se recupera orando con la lectura de los evangelios, leyendo la Biblia y recibiendo a Jesús en la comunión. A los discípulos Jesús les explica lo que se dice en las Escrituras o Biblia y les da la comunión, que es él mismo. En efecto, nos dice el evangelio que Jesús se sentó en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió, y se lo iba dando. Es entonces cuando a los discípulos se les abren los ojos y lo reconocieron. Y Jesús desapareció de su vista.

   A ellos les sucedió lo mismo que sucede a muchísimos cristianos cuando comulgan. Los discípulos se decían uno al otro: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba el sentido de la Biblia?". Pero, darse cuenta de que su corazón ardía es fruto de la comunión.

   Cierta persona se convirtió observando a las personas que regresaban recogidas al volver de comulgar. Es que, realmente, esas personas saben lo que han recibido y lo llevan dentro de sí. Experimentan el ardor de Jesús comunicado a sus discípulos. Aprovechemos un tiempo después de comulgar para hablar con Jesús, de tú a tú. No estemos con ganas de salir de la iglesia porque ya terminó la misa. Hablemos con Jesús aprovechando esos momentos que son muy beneficiosos. Es una oración mística unitiva, que nos une con Dios maravillosamente. Y el tiempo transcurre sin enterarse. Amén. Amén.

   Compromiso:
   Lee bien este comentario y dedúcelo tu mismo.

lunes, 17 de abril de 2017

II Domingo de Pascua. Ciclo A. 23/0472017. Juan 20,19-31

   Este domingo recibe también el nombre de domingo de la "Divina Misericordia" en recuerdo de la que tuvo Jesús con su discípulo Tomás, como veremos en el comentario al evangelio. Como texto a recordar propongo uno del mismo texto evangélico muy conocido por todos. Dice así: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Juan 20). Este texto debe de aprenderse de memoria para siempre, porque suele interpretarse equivocadamente, aún por los  mismos sacerdotes, refiriéndolo a la confesión de los pecados ante un sacerdote.

   La primera lectura, como las otras dos, se toman del libro del Nuevo Testamento. Nos dice el libro de los Hechos (2,42-47) que todos los hermanos o cristianos acudían al templo de Jerusalén, todos unidos; celebraban la fracción del pan o eucaristía no en el templo, sino por las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría. Esta costumbre de celebrar la eucaristía o misa por las casas se conservó durante cierto tiempo y el celebrante era el dueño de la vivienda, fuera hombre o mujer.

   Para saber cómo debe evolucionar la Iglesia en cada momento, es necesario conocer la historia. Así se evitarían muchos problemas de convivencia entre creyentes conservadores y renovadores.

   La segunda lectura (Pedro 1,3-9) nos presenta el gran valor de la fe que nos viene por la resurrección de Cristo. Esa fe debemos aquilatarla por el fuego, como se hace con el oro. Es decir, no debemos perder nunca la fe aunque la vida nos sea a veces bastante dura. Nuestra vida de unión con Dios se hará cada vez más fuerte y nuestra fe más profunda. A esto se le llama mística. Nuestra fe está basada en un contacto personal con Cristo resucitado.

   En este corto espacio, no es posible explicarlo todo y por eso me dedico a algunas cosas que en cada momento me parece importante. Hoy, dejo a un lado la reacción de Tomás, para referirme al texto del evangelio que he propuesto para memorizar: "Recibid el Espíritu Santo: a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".

   Cuando una persona era admitida en el grupo cristiano, rompía con el orden injusto existente en la sociedad, su pasado ya no contaba y por lo tanto sus pecados ya no pesan sobre él. Cuando, por la conversión, el hombre cambia de actitud y se pone en favor del hombre, cesa el pecado. Jesús crea así un espacio donde reinará el amor mutuo, en vez de la injusticia. El pecado ha desaparecido. Y esto sucede gracias a Dios que refrenda lo que la comunidad hizo.

   Jesús da el poder de perdonar a toda la comunidad de cristianos, no a los futuros sacerdotes, según el texto evangélico. En el texto, se habla de los discípulos, de todos los discípulos, no de los apóstoles. Y es así como debe interpretarse el perdón en la Iglesia. Además, históricamente, la confesión actual empezó mil años más tarde. 

   Compromiso:
   Saber pedir a los demás perdón de nuestras faltas para con ellos y Dios nos perdona.

lunes, 10 de abril de 2017

Domingo de Pascua de Resurrección. Ciclo A. 16/04/2017. Juan 20,1-9

   El sentimiento que debería dominar en este día es el de una alegría que sale de dentro, es el de un asombro gozoso que se irradia hacia el exterior con un "felices Pascuas" dicho a todos aquellos con quien nos encontramos.

   Como frase para memorizar y recordar durante la semana se propone la de Colosenses 3: "nuestra vida está con Cristo escondida en Dios". ¿Seremos capaces de imaginarnos así?

   La primera lectura de la misa de hoy no se toma del Antiguo Testamento, como es costumbre, sino de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a.37-43. Cristo ha sido ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo y pasó por este mundo haciendo el bien. Lo mataron, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nos encargó predicar su evangelio. Y los que creemos en él recibimos el perdón de los pecados. Así, como suena. Se trata de un creer verdadero, no de burla.

   La segunda lectura (Colosenses 3, 1-4), muy breve, nos invita a buscar los bienes de allá arriba, donde está Cristo y donde estamos nosotros, como nos recuerda la frase para memorizar, con Cristo escondidos en Dios. Podríamos decir, en el regazo de Dios.

   Con respecto al evangelio de hoy, tomado de Juan 20, se debe afirmar que difiere del de Mateo 28, leído en la vigilia pascual sobre el mismo hecho de la resurrección de Cristo. Deberíamos acostumbrarnos a leer las diferentes versiones de un mismo hecho que hacen cada uno de los evangelios. Sería este un buen motivo para reuniones y crecer en el amor y comprensión de Cristo.

   La Magdalena va al sepulcro. El evangelista señala que era el amanecer, es decir, ya había luz pero, a continuación, afirma que aún estaba oscuro. En el lenguaje de Juan, la oscuridad, la tiniebla, significa la ideología contraria a la verdad, a la vida. Es decir, la Magdalena va al sepulcro pensando que Jesús seguía muerto. No piensa en la resurrección. La muerte ha triunfado para ella, no se da cuenta que el día ya ha comenzado. Busca a Jesús como un cadáver. Por eso afirma que se han llevado a Jesús, que lo han robado. Pedro y el otro discípulo van al sepulcro y encuentran los lienzos tendidos, puestos, no de cualquier forma. Están como sábanas en el lecho nupcial. Los lienzos ya no atan a Jesús como ataban a Lázaro. Este estaba resucitado, pero bien amarrado y Jesús tiene que mandar soltarlo.

   El sudario  que le habían puesto a Jesús por la cabeza está puesto en otro lugar, aparte. Aquí hay un simbolismo grande. "El lugar", en el evangelio de Juan, significa el templo de Jerusalén.  Es decir, un lugar que no es el propio de Jesús. Es el centro de la institución judía que ha dado muerte al Señor.

   El evangelio de Juan pone en contraste a los dos discípulos que van al sepulcro. Sólo se señala la fe del otro discípulo, no la fe de Pedro. El amor es fundamental en la vida de fe.

   Compromiso:
   Si al final de la vida nos examinaran del amor y este es fundamental en la vida de fe, ¿cómo es tu fe en Cristo resucitado? ¿Está llena de amor o está vacía?

lunes, 3 de abril de 2017

Domingo de Ramos. Ciclo A. 09/04/2017. Mateo 27,11-54

   Comenzamos la Semana Santa. Es la que nos conduce a la Pascua, por el camino de la humillación de Jesús. No debemos olvidar que Dios saca bienes incluso del mal. Y cuando nos llega el dolor, el sufrimiento que no hemos buscado, debemos mantener nuestra unión con Dios, seguir amándole, echarnos en sus brazos. Es difícil, es verdad. Pero, si no desesperamos, si nos mantenemos confiados en Dios, la experiencia espiritual es grande, es magnífica. Un verdadero reto para una Semana Santa.

   "Obediente hasta la muerte y una muerte de cruz", Filipenses 2, puede ser el texto recomendado para memorizar y repetir.

   La primera lectura (Isaías 50,4-7) nos presenta la oración de la mañana como un entrenamiento para escuchar a Dios durante el día y no echarse nunca atrás, a pesar de las dificultades que se nos presenten. ¡Qué no nos quede sin hacer nunca la oración de la mañana, la primera del día!

   La segunda lectura (Filipenses 2,6-11) es como un esquema o resumen de la espiritualidad que nos proporcionan las exposiciones bíblicas de este domingo. En efecto, Jesús se despoja de su ropaje divino y aparece como un sencillo y vulnerable hombre, llamado a morir en una cruz. La consecuencia de tal actitud es una consecuencia divina: es el gran ensalzamiento de la figura humana de Jesús. Ante él ha de doblarse toda rodilla.

   En el evangelio, nos relata Mateo la pasión entera de  nuestro señor Jesucristo. Se recomienda que cada uno lea el relato en su casa. Léase despacio, pensando y meditando lo que se lee. Aquí haremos unas breves reflexiones sobre el mismo. Es impactante ver como las personas perversas refuerzan una y otra vez la saña que llevan dentro. En el juicio a Jesús, empiezan dando libertad a Barrabás y piden la muerte para Jesús, es decir, la crucifixión. Y todo el pueblo pedía: ¡Qué caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! La perversión de aquellos llega a incluir posibles consecuencias para sus propios hijos. Y la perversión no tiene límite en hacer el mal. Se añaden burlas y más burlas. Le conminan a que baje de la cruz si es Hijo de Dios. Lo ven muy claro. No creyeron viéndole hacer lo que hacía y ahora le piden que se salve él a sí mismo. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él, lo insultaban. Fue tal la cantidad de sufrimientos que sobrevinieron a Jesús que desde la hora sexta hasta la nona no hubo más que tinieblas sobre la tierra. Así se expresa el evangelista Mateo. Y, los primeros cristianos, lo expresan poniendo en boca de Jesús la frase "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

   Después de tanto dolor, Jesús gritando con voz potente, exhaló su espíritu. Ante la conmoción que se forma, el centurión y sus hombres no parecen ser personas perversas que refuercen una y otra vez su saña profunda ante Jesús. Por eso, reaccionan afirmando: " Verdaderamente este era el Hijo de Dios".

   Compromiso:
   Aprende a hacer de tu vida una oración.

 
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