lunes, 3 de abril de 2017

Domingo de Ramos. Ciclo A. 09/04/2017. Mateo 27,11-54

   Comenzamos la Semana Santa. Es la que nos conduce a la Pascua, por el camino de la humillación de Jesús. No debemos olvidar que Dios saca bienes incluso del mal. Y cuando nos llega el dolor, el sufrimiento que no hemos buscado, debemos mantener nuestra unión con Dios, seguir amándole, echarnos en sus brazos. Es difícil, es verdad. Pero, si no desesperamos, si nos mantenemos confiados en Dios, la experiencia espiritual es grande, es magnífica. Un verdadero reto para una Semana Santa.

   "Obediente hasta la muerte y una muerte de cruz", Filipenses 2, puede ser el texto recomendado para memorizar y repetir.

   La primera lectura (Isaías 50,4-7) nos presenta la oración de la mañana como un entrenamiento para escuchar a Dios durante el día y no echarse nunca atrás, a pesar de las dificultades que se nos presenten. ¡Qué no nos quede sin hacer nunca la oración de la mañana, la primera del día!

   La segunda lectura (Filipenses 2,6-11) es como un esquema o resumen de la espiritualidad que nos proporcionan las exposiciones bíblicas de este domingo. En efecto, Jesús se despoja de su ropaje divino y aparece como un sencillo y vulnerable hombre, llamado a morir en una cruz. La consecuencia de tal actitud es una consecuencia divina: es el gran ensalzamiento de la figura humana de Jesús. Ante él ha de doblarse toda rodilla.

   En el evangelio, nos relata Mateo la pasión entera de  nuestro señor Jesucristo. Se recomienda que cada uno lea el relato en su casa. Léase despacio, pensando y meditando lo que se lee. Aquí haremos unas breves reflexiones sobre el mismo. Es impactante ver como las personas perversas refuerzan una y otra vez la saña que llevan dentro. En el juicio a Jesús, empiezan dando libertad a Barrabás y piden la muerte para Jesús, es decir, la crucifixión. Y todo el pueblo pedía: ¡Qué caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! La perversión de aquellos llega a incluir posibles consecuencias para sus propios hijos. Y la perversión no tiene límite en hacer el mal. Se añaden burlas y más burlas. Le conminan a que baje de la cruz si es Hijo de Dios. Lo ven muy claro. No creyeron viéndole hacer lo que hacía y ahora le piden que se salve él a sí mismo. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él, lo insultaban. Fue tal la cantidad de sufrimientos que sobrevinieron a Jesús que desde la hora sexta hasta la nona no hubo más que tinieblas sobre la tierra. Así se expresa el evangelista Mateo. Y, los primeros cristianos, lo expresan poniendo en boca de Jesús la frase "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

   Después de tanto dolor, Jesús gritando con voz potente, exhaló su espíritu. Ante la conmoción que se forma, el centurión y sus hombres no parecen ser personas perversas que refuercen una y otra vez su saña profunda ante Jesús. Por eso, reaccionan afirmando: " Verdaderamente este era el Hijo de Dios".

   Compromiso:
   Aprende a hacer de tu vida una oración.

 
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