martes, 15 de abril de 2014

Domingo de Pascua de Resurrección. 20/04/2014. Ciclo A. Juan 20,1-9

   Celebramos hoy el día de la Pascua de la Resurrección del  Señor, hecho maravilloso y cierto. La primera lectura no se toma del Antiguo Testamento, como es habitual. Hoy, todo debe hacer referencia a la resurrección del Señor y esta es la razón por la que dicha primera lectura es de los Hechos de los Apóstoles (10, 37-43). Se nos dice que los Apóstoles son testigos de todo lo que sucedió con Cristo y de cómo Dios lo resucitó al tercer día. De que Jesús murió hubo muchísimos testigos, como es natural, pero los apóstoles son además testigos de su resurrección. A continuación, hay una bonita mención de la eucaristía, pues dice el texto que los apóstoles comieron y bebieron con Jesús después de resucitado. Es la vivencia cristiana de recibir y sentir a Cristo cuando los primeros cristianos celebraban la eucaristía. Esto es lo que nos dice la misma exégesis de otros textos, que nos relatan comidas de Jesús resucitado con los discípulos. La eucaristía se celebraba como un verdadero banquete en el que se palpaba y se vivía la presencia de Jesús, como sucedió en la última cena.

   La segunda lectura (Colosenses 3, 1-4) presenta lo que nos ha de suceder en Cristo, como ya sucedido. Pablo prescinde del tiempo, se sale del tiempo, ya todo está realmente sucedido. Por eso nos dice la lectura que ya hemos resucitado con Cristo. Por eso hemos de buscar los bienes de arriba, es decir, las cosas espirituales. Ya hemos muerto y nuestra vida está con Cristo, escondida en Dios. ¡Dónde mejor estamos que en el corazón de Dios!

   Ya en el evangelio, María Magdalena va al sepulcro cuando todavía hay tinieblas. Según el lenguaje del evangelista Juan, las tinieblas representan la ideología contraria a la verdad de la vida. María piensa que la muerte a triunfado. Busca como un cadáver al que nos da vida, al que ha resucitado. No se da cuenta que el día ya comienza y que es el primer día de la semana, el día del Señor.

   Este pasaje evangélico está muy en relación con el de Lázaro. Allí, Jesús manda quitar la losa y desatar a Lázaro para dejarlo marchar. Aquí, la losa está quitada y los lienzos ya no atan a Jesús. Este lo ha hecho todo por sí solo.

   El sudario cubría sólo su cabeza, no la cara como en Lázaro. En Jesús, la muerte es como un sueño que no interrumpe la vida. Sin embargo, para Lázaro, que le cubre toda la cara, es verdadero símbolo de muerte, ruptura total con la vida.

   Juan no señala ninguna reacción de Pedro, sin embargo, sí afirma que el otro discípulo vio y creyó. Juan pone en contraste a los dos discípulos. Pedro no comprende las señales de que Jesús está vivo. Con las mismas señales, unos ven lo suficiente para creer, otros no. Unos están preparados para que su corazón capte los impulsos divinos; otros no tienen esa sensibilidad. Aquellos han buscado siempre la cercanía con Dios y saben quién hace vibrar su corazón: ¡Ahí está la razón!

   Compromiso:
   Buscar siempre la cercanía con Dios.

 
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