lunes, 4 de julio de 2016

XV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 10/07/2016. Lucas 10,25-37

 
   En este domingo se hace realidad una gran verdad teológica: que no podemos hablar de Dios sin hablar del hombre y que no podemos hablar del hombre sin hablar de Dios. Por esta razón, entre la primera y tercera lectura, la segunda nos habla de Cristo Jesús como verdadera imagen de Dios invisible.
 
   La primera lectura, tomada del quinto libro de la Biblia (Deuteronomio 30, 10-14), nos manifiesta la cercanía de los preceptos y mandamientos de Dios. El los ha puesto muy cerca de nosotros. No necesitamos ir a buscarlos al cielo ni cruzar el mar para encontrarlos. La voluntad de Dios está muy cerca de nosotros: está en nuestro corazón y en nuestra boca, sólo hace falta cumplirla. Convirtámonos a Dios con todo el corazón y con toda el alma. Ya nos dice el salmo de hoy (Salmo 68): seamos humildes, busquemos al Señor, a Dios, y vivirá nuestro corazón.
 
   La carta de Pablo a los Colosenses (1, 15-20) comienza en la lectura de hoy, recordándonos que Cristo Jesús es la imagen de Dios invisible. En efecto, no podemos hablar de Dios sin hablar del hombre, sobre todo del hombre que fue Jesús de Nazaret. Hoy día, nos damos cuenta más que nunca de esta gran verdad. Es necesario dialogar con el hombre para ir conociendo cada vez más a Dios. Y en la plenitud del hombre está Jesús. Dialogar con el hombre y, en concreto, con Jesús. Cuanto más dialoguemos con el hombre más nos daremos cuenta de que nuestra fe, sin dejar de ser la fe en el evangelio de Cristo Jesús, debe dermitologizarse o purificarse de primitivas adherencias de otras culturas. Y, no por eso, la fe se va a hundir, por el hombre moderno. Dios, nos dice la segunda lectura, quiere reconciliar consigo todos los seres, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
 
 
   El evangelio de este domingo tiene como centro la conocida parábola del buen samaritano. Es de una gran profundidad y está muy en línea con la forma de proceder del Papa Francisco. El samaritano es de una religión distinta a la de los propiamente judíos. Un fenómeno muy parecido al de hoy día, en que prácticamente convivimos juntos gente de diversas religiones y denominaciones: protestantes, judíos, seguidores del Corán... Pues bien, la parábola de hoy nos urge que nuestro prójimo son todos. Con todos tenemos, como cristianos, la obligación de practicar la misericordia en el mejor sentido de la palabra. Y, máxime hoy, cuando hay tantos que han tenido que huir de su país debido a guerras y persecuciones. Pongámonos en la misma situación, ¿cómo nos gustaría ser tratados?
 
   Compromiso:
   Vernos nosotros en la piel de esas gentes que se ven obligadas a abandonar sus propias casas, debido a guerras y persecuciones. Y con ignorancia de las costumbres y del idioma del sitio de destino.

 
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