lunes, 7 de abril de 2014

Domingo de Ramos. Ciclo A. 13/04/2014. Mateo 27,11.15-17.20-54

   Hecha ya la procesión de Ramos, comienza la misa con la primera lectura tomada de Isaías (50,4-7). En la segunda parte de este libro, aparece un personaje al que se ha llamado "El Siervo de Yahvé". Es el personaje que habla en esta lectura. El sabe decir una palabra de aliento al que sufre. Dios le ha abierto el oído para que sepa escucharle y pueda enseñar a los demás. Así también, los creyentes debemos aprender a escuchar las inspiraciones que nos vienen de Dios y aprovecharlas para transmitirlas a los demás. Debes aprender a usar la conversación para motivos religiosos. En esta primera lectura, el siervo de Yahvé lo hace exponiéndose a insultos por su fidelidad a Dios.

La segunda lectura, es de la Carta de Pablo a los Filipenses (2,6-11). Se trata de un canto de los primeros cristianos para su culto religioso. Sería estupendo cantarlo hoy día para reafirmar nuestra fe en Cristo y recordar la de los antiguos. Este canto nos presenta lo esencial. No necesitamos razonarlo, ni podemos comprobarlo. Pero, para aquellos primeros cristianos fue una experiencia inolvidable. Es la mejor comprobación, la comprobación que nos viene del Espíritu de Dios mismo. Ese Dios, que sin dejar de ser Dios, se hace hombre y sufre una muerte atroz por la maldad de los hombres. Es una víctima más. Pero lo hace sin dejar de querer al Padre.

   El evangelio de hoy continúa en la misma línea. Por algo comenzamos la Semana Santa. La comprensión del dolor es algo imposible para la naturaleza humana. Se tolera porque no queda más remedio. Pero, cuando el dolor llega al paroxismo se llega a expresiones como la de Jesús: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Meditemos en esta expresión dicha después de multitud de azotes, después de una corona hecha de punzantes espinas ceñida contra su cabeza y golpeada, de vez en cuando, con una caña para que las punzantes espinas penetrasen cada vez más; el camino al Gólgota con plenitud de dolores, las caídas con los maderos de la cruz y, para terminar, clavado por las muñecas y clavado por los pies. Jesús ha llegado al paroxismo del dolor, no cabe la menor duda. Ya no se puede sufrir más. Vuelve a leer lentamente, en profundidad, este breve relato de los sufrimientos de Cristo, a ver si le vas dando la expresión conveniente a la mencionada frase: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". 

   Son muchas las personas que, ante el dolor, el sufrimiento, pierden la fe. Visto humanamente, no me extraña. Pero, mirando a Jesús, veo que detrás del dolor algo se esconde. La maldad humana, a menudo, sin lugar a duda. Sin embargo, el dolor llevado con fe, con esperanza en Dios, tiene algo de misterioso. Nos acerca a lo desconocido, nos acerca al misterio. A Dios, que es misterio indefinible.

   Hoy tenemos mucho que meditar.

   Compromiso:
   Leer con detenimiento la pasión del Señor.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.