jueves, 19 de junio de 2008

Domingo XII del Tiempo Ordinario. 22/06/2008

El evangelio de este domingo es un desarrollo de la octava bienaventuranza que dice así: "Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque esos tienen a Dios por rey" (Mateo, 5, 10). Es verdad que hoy día, nos encontramos con que la sociedad parece alejarse, cada vez más, de las cosas de Dios y de la religión. Ante esta amenaza, no debemos amedrentarnos, pero Jesús no recomienda que nos enfrentemos a los perseguidores. Nosostros los creyentes, sin usar la violencia, no debemos cesar por ningún motivo de propagar el mensaje correcto de Jesús. Recordemos las palabras del evangelio de hoy: "No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo a pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea" (Mateo, 10, 26-27).

Hace pocos días, una mujer practicante y que no se avergüenza de ser creyente, estando en un grupo, oye la siguiente indirecta: "hoy la Iglesia cada vez pierde más clientela, va en declive total". Ella reacciona rápidamente y contesta sin vacilación y con energía: "oye, has de saber que yo no soy clienta de la Iglesia. Un cliente paga y yo no pago por ir a la Iglesia. Si quiero, contribuyo en ayuda a los pobres o al mantenimiento de la misma, pero nadie me obliga a dar nada. Yo no soy cliente. Voy a la Iglesia cuando quiero. Si voy, voy; y si no, no voy. Nadie me lo echa en cara. Así que mira bien lo que dices". ¡Muy bien por la contestación de esta mujer! ¡Ojalá ninguno de nosotros nos avergonzáramos de defender nuestra fe!

Pero del evangelio de hoy, se deduce que no se trata sólamente de no avergonzarse sino, también, de adoptar una postura de propagandista. Hay que expandir todo lo que concierne a Dios. "Lo que habéis escuchado pregonazlo dede las azoteas".
Todo ello conlleva el peligro de ser perseguidos en determinado momento. En tal caso, nos dice Jesús: "tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida" (Mateo 10, 28).
Práctica: puedes prestar a alguien un libro sencillo y corto sobre Jesús o sobre Dios. Prestar, no dar. Como el libro es prestado pides que, por favor, una vez leído, te lo devuelva, pero con el fin de comentarlo los dos juntos. Por supuesto que el préstamo del libro ha de hacerse a alguien que no sea practicante, pero que adquiera el compromiso de leerlo detenidamente para mejor fijar las ideas.

 
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