lunes, 28 de mayo de 2012

IX Tiempo Ordinario. Sma. Trinidad. Ciclo B. 03/06/2012. Mateo, 28,16-20

   Comienza el evangelio de este domingo, de una forma característica, hablando de los once discípulos, no de los once apóstoles. La expresión "los once discípulos" parece excluir la existencia de otros discípulos. Sin embargo, es cierto que hay otros, lo que nos hace ver que la expresión es simbólica. Los Doce/Once se refiere a todos los discípulos de Jesús, sean los que sean. Se dice "los once" porque ya no se cuenta con Judas Iscariote, el traidor. La expresión "los doce" representa a las doce tribus de Israel, es decir, a todo Israel. Ahora, la misión va a ser el mundo entero, no sólo a Israel, y por esta razón, el número doce ya carece de significado.

   Mateo no describe la institución de los Doce. Su puesto lo ocupan las bienaventuranzas que son el estatuto de la nueva alianza. Mateo, en su capítulo 10, habla también de los doce discípulos aunque, a continuación, habla de los doce apóstoles y menciona sus nombres. En Mateo, el apóstol es el enviado a la misión, propia de todo discípulo.

   Los discípulos se van a Galilea, al monte donde les había mandado Jesús. El monte representa la esfera divina, la del Espíritu. Al ver a Jesús, se postran, pero algunos vacilaban. No nos dice el evangelio cómo Jesús les sacó de la duda. Quizá Jesús tiró de frente porque no se refería a una duda sobre su resurrección, sino a la falta de fe suficiente para asumir el destino de Jesús y, en consecuencia, la misión que él les encomienda.

   La misión consiste en hacer discípulos, en proclamar el mensaje de Jesús para que los hombres sigan sus enseñanzas y practiquen su mensaje. Los discípulos deben bautizarse para significar que rompen con el orden injusto que existe en el mundo y al que, quizá, también ellos pertenecieron. El bautismo con agua es signo de arrepentimiento y enmienda pero, sólo el bautismo con Espíritu vincula con el Padre, con Jesús y con el Espíritu mismo.

   "Bautizar en el nombre de", es una mala traducción de "bautizar hacia el nombre de" que es como afirma el evangelio de Mateo. Se expresa así que el hombre queda vinculado en la esfera divina, a Dios, al Espíritu.

   A la escucha y aceptación del mensaje sigue, pues, el bautismo que nos une a Dios y nos comunica el Espíritu. Jesús no encarga a sus discípulos que enseñen una doctrina, sino a practicar todo lo que les mandó. En Mateo, los mandamientos son las bienaventuranzas, no los mandamientos de Moisés. La frase "todo lo que yo os he mandado" es lo mismo que se usaba, a menudo, para referirse a los mandamientos de Moisés. Jesús encarga a los suyos enseñar sus nuevos mandamientos o bienaventuranzas. Y, por si algunos vacilan, como se veía al principio  de este evangelio, Jesús promete la ayuda todos los días, hasta el fin del tiempo.

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