lunes, 13 de mayo de 2019

V Domingo de Pascua. Ciclo C. 19/05/2019. Juan 13, 31-33a.34-35

   En este domingo resalta una frase que es el eje de toda la enseñanza del día, aunque no lo parece y casi pasa desapercibida. Se trata de la frase: "El Dios con ellos será su Dios". Se toma de la segunda lectura, es decir, del libro del Apcalipsis, cap. 21. Dicha frase puede ser la afirmación de que en nosotros, los creyentes, anida una base de vivencias místicas, pues Dios está en lo más profundo de nuestro ser, recuerda la frase.

   En la primera lectura, Hechos 14, 21b-27, se nos relata un viaje apostólico de Pablo y Bernabé, pasando por Listra, Iconio y Antioquía. Animaban a los discípulos a perseverar en la fe y nombran presbíteros en cada Iglesia. ¿Cómo tendríamos que hacer para que nuestros jóvenes permaneciesen en la fe?

   El Apocalípsis (21, 1-5a) nos da la segunda lectura. Juan vio un cielo nuevo y una tierra nueva en la que el mar ya no existe. El mar representa el mal que, por lo tanto, ya no existe. Se trata del auténtico mal, del que nos aleja de Dios. Dios vive de verdad entre nosotros, en lo más profundo de nuestro ser. Su ausencia sería el verdadero mal. Pero, Dios está en lo más íntimo de nuestro ser, amándonos de verdad. Dios hace nuevas todas las cosas. Saboreemos así la frase de hoy para memorizar. Producirá grandes frutos en nosotros. Nos abrirá las puertas a la experiencia mística.

   El evangelio de hoy comienza con la frase de la glorificación. Somos glorificados cuando vivimos unidos a Dios y no nos separamos de El, cueste lo que cueste. Y, en consecuencia, cuando somos glorificados, también Dios lo es. La frase propuesta para memorizar y estas reflexiones del evangelio, están íntimamente unidas. Cuando Dios está íntimamente en nosotros y lo amamos de verdad, Dios y nosotros mismos somos glorificados de verdad. Es el momento que Dios mismo aprovecha para darnos el mandamiento nuevo: "que nos amemos unos a otros como el mismo Jesús nos ha amado". En esto conocerán que somos sus discípulos.

   Todas las anteriores reflexiones, si nos dejamos llevar por ellas, si profundizamos de verdad en lo que significan, nos introducen de verdad en auténticas experiencias místicas. No podemos separar a Dios y al hermano, pero, junto a ello, vivir el amor a Dios en profundidad, debe ser maravilloso.

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