miércoles, 3 de diciembre de 2008

Domingo II de Adviento. 07/12/2008. Evangelio de Marcos, 1, 1-8

El evangelio de hoy hace una pequeña biografía de Juan el Bautista y lo presenta, finalmente, como el que anuncia a Jesús. Hacia el año 27 o 28 después de Cristo aparece en Palestina un profeta original que se llama Juan y, porque bautiza, la gente le llama "El Bautista". Esto era un rito inesperado y que sorprendía mucho. Juan era de una familia sacerdotal campesina. Como sacerdote, rompe con el templo y con los ritos de purificación y perdón asociados a él. No sabemos por qué abandona su ministerio sacerdotal. Marcha al desierto a predicar su mensaje que resume el evangelio de hoy: presentar a Jesús.
Juan, ante lo corrompido que está el Pueblo de Dios, alejándose de Él cada vez más y pecando en todas las direcciones, se presenta en el Jordán recordando la llegada a la Tierra Prometida. Invita a pasar el Jordán, purificarse en sus aguas para entrar renovado, empezando de nuevo el camino que Dios quiere. Se trata de una verdadera conversión.
Hasta la aparición de Juan no existía entre los judíos la costumbre de bautizar a otros. Juan es el primero que lo hace, y lo hace con una gran autoridad. Nadie se bautiza a sí mismo, porque el bautismo aparece como un don de Dios. En este bautismo, la conversión es absolutamente necesaria, incluso para los que no son de la categoría de pecadores. La confesión no se limita solamente a los pecados propios, sino que incluye también los de todo Israel. Es posible que esta confesión pública de los pecados fuese como la que hacía todo el pueblo cuando se reunía para la fiesta de la Expiación. El bautismo de Juan es de conversión que incluye el perdón de Dios. Los bautizados, al sentirse perdonados, volverían a sus casas dispuestos a vivir de manera nueva, preparándose para recibir la llegada ya inminente de Dios. Esto es lo que anunciaba Juan el Bautista. Este bautiza en agua, pero llega el que bautizará en Espíritu Santo. así dice el último versículo del evangelio de hoy.
Tres ideas flotan en el evangelio de hoy: la conversión; el perdón total y absoluto que Dios nos da una vez convertidos, pero gratuitamente; el que viene, y al que anuncia Juan, nos bautizará en Espíritu Santo.
En cuanto a la conversión, deberíamos acostumbrarnos a arrepentirnos diariamente, escogiendo el mismo momento para no olvidarnos, por ejemplo, antes de dormir. Pero, aunque nunca seremos perfectos, que la conversión de lo más "gordo" sea lo más eficaz posible.
Una vez que hemos pedido perdón de nuestros pecados, tengamos la total confianza de que Dios nos ha perdonado y podríamos comulgar, si el arrepentimiento ha sido sincero, como acabamos de decir. ¡¡¡Si Dios nos ha perdonado, a qué tenemos que esperar!!!.
Y, con esta disposición, a creer en ese Espíritu que Jesús nos da. A tener ese Espíritu en nuestros corazones. A cultivarlo con la fe profunda en Jesús, y una vida de oración que se proyecta en ayuda a los demás.
Analiza: analiza si tu fe en Jesús es firme, en las alegría y en las penas, en la salud y en la enfermedad, es decir, todos los días de tu vida.
Reflexión: aumenta la firmeza de tu fe en Jesús para que, de verdad, El Espíritu Santo habite en tí.

 
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