martes, 7 de diciembre de 2010

Domingo III de Adviento. 12/12/2010. Mateo, 11,2-11

   Juan el Bautista está encarcelado y allí se entera de las obras que realiza el Mesías. Entonces, envía a algunos de sus discípulos para que interroguen a Jesús preguntándole si verdaderamente él es el mesías que ha de venir, o si tienen que esperar a otro.

   El hecho de que Juan se encuentre en la cárcel puede sugerir que de la actividad de Jesús espere su propia liberación, si realmente Jesús es el mesías.

   Jesús pide a los emisarios de Juan que vuelvan y le digan lo que están viendo y oyendo: "los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el evangelio". Aunque en este pasaje caben verdaderas curaciones, también se puede interpretar de forma metafórica, como un ver y un oir espiritual; o como una invalidez que les impedía caminar y resucitar a las vivencias espirituales de un acercamiento a Dios. Lo cierto es que las gentes oyen y se unen al mensaje de Jesús. Por esta razón añade que a los pobres se les anuncia el evangelio.

   Interpretado así, la respuesta que Jesús envía a Juan Bautista da pie para realizar unas reflexiones. Podemos preguntarnos: ¿estamos ciegos para comprender signos de los tiempos como nos manda el concilio Vaticano II? Sin duda, hay hoy día signos de los tiempos que fueron correctos en algún momento de la historia de la iglesia. Y si en otra época fueron correctos evangélicamente, ¿por qué no pueden serlo hoy, aunque las normas de la jerarquía sean otras? El evangelio debe estar por encima de todo y la jerarquía no debe ser obstáculo para que anide en el alma de las gentes, según los signos de los tiempos. Pero, para ello, es necesario tener una mentalidad abierta evangélicamente, pues una mentalidad conservadora puede hacer mucho daño a la iglesia y a las personas.

   ¿Estamos sordos a la voz de Dios o nos dejamos invadir por ella? ¿Echamos de nosotros la oscuridad y dejamos que entre la luz para alejar de nosotros la lepra del espíritu y así quedar limpios? ¿Somos espiritualmente paralíticos?

   Estas y otras preguntas podríamos hacernos.

   Jesús, a continuación, hace una preciosa alabanza del Bautista.

   Vida práctica:
   En este comentario encontrarás la posibilidad de unas bonitas reflexiones.

 
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