martes, 29 de noviembre de 2011

Domingo II de Advieno. Ciclo B. 04/12/2011. Marcos 1,1-8

   Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Una buena traducción hace empezar así el evangelio de Marcos, es decir, el evangelio de este domingo. Sin lugar a duda, dice mucho más esta traducción que la del misal. La del misal parece hablar del comienzo de un libro llamado evangelio. Nada más lejos de la realidad. Para comprenderlo, debemos partir de nuestra experiencia como creyentes. Es de capital importancia. La fe en Jesús, nuestra aceptación y acogimiento personal, produce en nosotros unas vivencias expirituales a las que el evangelista llama buena noticia. Al decirnos que es una buena noticia, nos hace comprender que no queda en el pasado, sino que repercute en el presente y es objeto de experiencia eufórica. Para los lectores de Marcos, la buena noticia es, pues, una realidad presente, favorable y gozosa. Puede experimentarse, sentirse, vivirse: su nacimiento, vida, pasión, resurrección, no pueden repetirse, pero sí su influencia en nosotros, las vivencias, la acción de Jesús en nuestras vidas. Acción real y verdadera en cada uno de los que aceptamos a Jesús.

   El escrito de Marcos se tiende a fechar muy tempranamente, incluso antes del año 50. Con ello, este escrito es una verdadera primicia. Por otra parte, sólo a partir del siglo II se llama "evangelios" a los escritos de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Siendo así, se comprende la errónea traducción del comienzo de este evangelio, según nos lo expone la liturgia. No se trata de ningún libro que se llame evangelio, sino de las experiencias de fe que tiene el cristiano que acepta a Jesús. Esas son las buenas nuevas según el lenguaje de la época.

   Es muy importante que Marcos llame a Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Mesías e Hijo de Dios son, en Marcos, las profesiones de fe de judíos y paganos, respectivamente. El título compuesto que aquí se expone: "Mesías Hijo de Dios" se opone al de "Mesías Hijo de David" y será una de las claves de la interpretación de Marcos.

   Es de tal importancia el primer versículo del evangelio de hoy que se prefiere no comentar el resto.

   Al poner Mesías sin artículo, Jesús no es el mesías esperado por los judíos. Si Jesús es "el mesías" tal como se esperaba por los judíos, será un mesías guerrero, objeto de la expectación popular. Pero, Jesús no es "el Mesías" sino, simplemente, "mesías", como dice Marcos. Los demás, que fuimos bautizados en el Espíritu Santo también participamos de la misión de Jesús.

   "Hijo de Dios" era el que ejercía una autoridad en nombre de Dios (salmo 82,6). Si Mesías es un título judío exclusivamente, "Hijo de Dios" se usaba también por los no judíos, era común a judíos y paganos. "Hijo de Dios" no va determinado por artículo, por lo que no es un título exclusivo de Jesús. Todos sus seguidores somos hijos de Dios.

   Compromiso:
   Recordar y actualizar mis experiencias religiosas, como creyente.

  

martes, 22 de noviembre de 2011

Domingo I de Adviento. Ciclo A. 27/11/2011. Marcos 13,33-37

   Comenzamos el Adviento con un corto evangelio, en el que las palabras "vigilad" y "velad" lo marcan totalmente. Pero, si queremos entenderlo bien debemos contrastarlo con la segunda lectura de la primera carta de Pablo a los Corintios. Mientras que el evangelio insiste fuertemente en la necesidad de permanecer vigilantes porque el dueño de la casa puede llegar inesperadamente y puede encontrarnos dormidos, Pablo, en dicha carta, manifiesta a los cristianos de Corinto que Jesús los mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué ser acusados. Porque Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro.  "¡Y él es fiel!" Este final es una afirmación rotunda.

   Repito, "nos llamó Dios a participar en la vida de su Hijo porque nos mantendrá firmes hasta el final" ¡Y él es fiel!

   Mientras el evangelio insiste en la gran necesidad de estar vigilantes, la segunda lectura afirma que Dios nos mantendrá firmes hasta el final. Es como la cara y la cruz de una moneda o el haz y el envés de la hoja del árbol. Es la salvación que Jesús nos trae gratuitamente, sin merecerla, por muchas obras buenas que realicemos, como se decía en el comentario del evangelio del domingo anterior. Contábamos la diferencia que existía entre mérito "de condigno" y mérito "de congruo". Pero, a esta salvación que se nos ofrece gratuitamente, nosotros podemos rechazarla.

   Ese es el peligro. Que nos vayamos enfriando en el amor a Dios - inseparable del amor al prójimo - y lleguemos a afirmar que no nos importa la salvación que nos trae Dios. Se puede caer muy profundo, y todo es posible. En este sentido, debemos estar vigilantes.

   Manteniéndonos en el amor a Dios y al hermano, ya estamos vigilantes, ya velamos. Y nuestra salvación está gratuítamente asegurada a pesar de nuestras debilidades. Esta es doctrina evangélica, cristiana y católica segura.

   ¡Qúe bien está puesta la segunda lectura de esta misa del primer domingo de Adviento, para perfilar y esclarecer la comprensión del evangelio!

   Si Dios nos salva, nosotros somos, como dicen la primera lechera (Isaías, 64) un paño manchado por la sangre de la regla.

   Compromiso:
   Tratar de comprender el ejemplo de la cara y cruz de la moneda. Como ayuda, recordar el evangelio de la semana anterior.

martes, 15 de noviembre de 2011

Solemnidad de Jesucristo Rey. Ciclo A. 20/11/2011. Mateo, 25,31-46

   En el evangelio de hoy, que suele llamarse del juicio final, es necesario afirmar que las parábolas y lecturas evangélicas como la  de la misa de este evangelio, nos animan a trabajar. A trabajar, sí, pero para que las ideas queden claras es necesario tener en cuenta determinados conceptos teológicos. Son los conceptos de la justificación y el mérito.

   La lectura de hoy nos presenta el Rey celestial y del universo reuniendo a todo el mundo, y poniendo las ovejas a su derecha mientras que las cabras estarán a su izquierda. A las ovejas las premia con la herencia del reino. Las premia porque "tuve hambre y me disteis de comer..." Ya que, cuando lo hicieron con el necesitado, con el mismo Dios lo hicieron.

   Por el contrario, a las cabras las envía al fuego eterno por haber hecho todo lo contrario. "Tuve hambre y no me disteis de comer...".

   Resumido el evangelio o habiéndolo leído previamente, como he aconsejado muchas veces, paso a hablar del mérito, asunto que puede conducir a equívocos. Debe quedar claro que ningún ser humano puede merecer nada ante Dios. No podemos merecer nada en el sentido de exigir. Es el mérito que se llama "de condigno". A Dios no podemos exigirle nada por muchas obras buenas que realicemos.

   Sucede, no obstante como hace un padre con su hijo. El hijo, no puede "exigir" al padre la compra de una bicicleta por haber aprobado. Pero, el padre porque está contento, sí puede regalársela. Es el mérito llamado "de congruo".

   En el evangelio de hoy, las ovejas, que fueron muy buenas y se portaron muy bien, no pueden, aún así, exigir nada de condigno. A Dios, jamás podemos exigirle nada. Pero, Dios, que es todo amor y misericordia, él, sí nos da un premio. Un premio sin poder exigírselo, un premio "de congruo".

   Cuando los católicos hablamos de la necesidad de "crecer en gracia", no hablamos de acumular gracia para poder obtener un mayor premio en el cielo. Los católicos usamos esa expresión, pero puede conducir a equívocos entre los fieles. Crecer en gracia significa hacernos más fuertes en la fe y en el amor a Dios y al hermano, por amor a Cristo.

   Compromiso:
   Ten claros los conceptos que aparecen en este comentario evangélico.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. 13/11/2011. Ciclo A. Mateo,25,14-30.

   El evangelio de este domingo se refiere a la conocida parábola de los talentos. Eran estos una moneda de altísimo valor, variable según las regiones. Tan alto valor que algunos comentaristas hacen equivaler el talento a un millón.

   Así, en este evangelio, el dueño daría cinco millones a un empleado para que se los administrase bien; a otro le dejaría dos millones y, a un tercero, un millón para lo mismo.

   Los dos primeros administraron tan bien, que doblaron el capital, recibiendo en recompensa una buena subida de categoría en el empleo y pasando a celebrar, en una fiesta, el regreso del señor dueño. Sin embargo, el tercer empleado no entregó ningún beneficio por no haber puesto a producir el millón que se le había encomendado. Este recibe el castigo correspondiente.

   Este evangelio es una llamada a la responsabilidad. Todos hemos recibido dones que no deben quedar ociosos. Debemos ponerlos a producir. No debemos limitarnos a la simple misa de los domingos. Es necesario acompañarla con algo más. Sin entrometernos en sus casas o en su vida privada; sin herirles, en muchas cosas o en muchas ocasiones podemos ayudar a los demás. Ayudar sin buscar agradecimiento, para animarnos más y no desfallecer. Quizás estás preparado para ayudar a que se formen en conocimientos teológico-bíblicos a la vez que tú te formas también. Todos caminando juntos. Cuando arrecian las fuerzas que luchan contra la religión, nosotros no podemos dormirnos en los laureles.

   Pero, es necesario tener clalra una idea: que nuestro Dios el evangelio no es como el señor de la parábola de hoy. Un señor que quiere segar cosecha donde no sembró y recogerla donde no esparció la semilla. El Dios del evangelio nos trae la salvación segura si nosotros no queremos rechazarla. No está esperando a que tengamos pecado para condenarnos. Todos tenemos pecados y todos esperamos la salvación que viene de Dios por la gracia de Jesucristo. La tenemos conseguida y prometida. Precisamente por eso, nuestra obligación de trabajar por el reino de Dios es de agradecidos, no para merecer. Nunca tendremos méritos suficientes para poder exigir el premio. El premio nos viene dado de gracia. Las parábolas son un impulso para trabajar, pero no expresan la teología de la justificación y el mérito.

   Trabajemos como cristianos de fe, si queremos ser agradecidos.

   Compromiso:
   Como dice la juventud: "La imaginación al poder". Pues, ¡Ten imaginación!

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 06/11/2011. Mateo 25,1-13

   En buena traducción, el evangelio de hoy comienza con la palabra "Entonces", que nos pone en relación con el momento anterior, es decir con el tema del que se empieza a hablar en el capítulo 24 del evangelio. Se trata de que Jesús expuso a los discípulos las dificultades que tendrán que superar en la época que precede y que sigue a la destrucción del templo de Jerusalén. En esta línea, en la parábola de hoy insiste Jesús en que la muerte del discípulo es el fruto de su vida. Para comprender esta enseñanza de la parábola de las diez muchachas que cogieron sus candiles y salieron a recibir al novio, no podemos perder de vista la situación en que Jesús la cuenta. Es un momento de fuerte prueba y de gran persecución que lleva a la muerte. Esta es la ambientación del evangelio de hoy.

   Dicho lo anterior, adquiere una gran luz la interpretación de la parábola de las diez muchachas de hoy. La figura del novio o esposo es Jesús mismo (Mateo 9,15). Las muchachas se preparan para recibir a su novio cuando llegue, es decir, a Jesús. Todas ellas escuchan el mensaje, pero unas lo traducen a la vida y las otras no. Cuando arrecian las persecuciones, no se puede dejar para el último momento el disponerse a dar la vida, si es necesario, para ser fieles a Dios hasta el final. El novio llega en el momento de la persecución y de la muerte con su brazo salvador. Es el abrazo místico del Salvador. Es la maravillosa experiencia de mártires dados por muertos y que han tenido tiempo después de relatárnosla. Es la muerte que nos trae la salvación de Jesús, del novio.

   Nos dice Jesús: "Estad en vela, que no sabéis el día ni la hora". Y nos lo dice refiriéndose a un tiempo de fuerte persecución religiosa. Es aquí donde hay que encuadrar el evangelio de este domingo. Con cierta frecuencia conviene que nos pongamos en una situaciación similar. ¿Estaríamos dispuestos a perder la vida antes que renegar de Dios, de Cristo? Esta es la piedra de toque para examinar la seriedad y profundidad de nuestra fe. Debemos fortalecer continuamente nuestra fe para que, estando consolidada, sea capaz de resistir los embates duros que un día puedan llegarle. Debemos estar llenos del aceite, del bálsamo de nuestra fe.

   Nosotros, que pertenecemos a la comunidad cristiana, ojalá que no tengamos que oir aquellas palabras de "Os aseguro que no sé quiénes sois" como respuesta a nuestra llamada: "Señor, señor, ábrenos".

   Compromiso:
   Pídele al Señor que fortalezca tu fe y que seas capaz de serle fiel aún en los momentos más duros de una persecución religiosa.

 
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