martes, 29 de diciembre de 2020

II Domingo después de Navidad.3-1-2021. Juan 1,1-5.9-18

    Ojalá este año que acaba de comenzar sigamos acercándonas a Dios cada vez más. ¡Permanezcamos siempre junto a Él!¡ Abramos cada vez más la puerta de nuestro corazon a la Palabra de Dios!!

    Como sabemos, la Biblia son varios libros en uno solo. La primera lectura de este domingo se toma del libro bíblico llamado Eclesiástico, 24,1-2.8-12. La sabiduría de Dios existe desde siempre, como el mismo Dios, y nunca jamás dejará de existir, nos dice la lectura. Debemos desear que esa sabiduría de Dios nos llene a nosotros y nos haga saborearla cada vez más. ¡Que nunca nos alejamos de ella!

   La carta de Pablo a los Efesios, 1,3-6.15-18 forma la segunda lectura de la misa de hoy. Afirma que Jesús, nuestro Señor, nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales, es decir, nos lleno de la sabiduría de Dios. Somos santos e intachables por el amor que Dios nos tiene. Eso nos dice la lectura. Y si Dios nos hace realmente santos, no nos manchemos jamás. No caigamos víctimas del pecado mortal; y si tenemos esa debilidad, con el pensamiento aprendamos a pedir enseguida perdón a Dios para que nuestra alma recupere su blancura divina. Y, entonces, debemos sentirnos perdonados de verdad, aunque no nos hayamos confesado. Comprendamos cada vez más cuál es la riqueza que Dios nos da a los santos pues ¡lo somos!

   La lectura del evangelio es de Juan 1,1-5.9-18. Y es el comienzo del mismo. Según nos dice, Dios es la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. Si recibimos esa luz por le fe, nos da el poder ser hijos de Dios. Por creer en Él, en su nombre, hemos nacido de Él. Por todo ello, Dios nos da gracia tras gracia. A Dios nadie lo ha visto jamás. Pero, Jesús es Dios Unigénito y él hace que podamos conocer verdaderamente a Dios Padre. ¡Toda una verdadera riqueza la que nos viene de Dios!¡ Que nuestras últimas palabras sean pronunciar, con todo el amor, tu santo nombre: Jesús, Jesús, Jesús. Que le hayamos recordado con frecuencia en esta vida con el pensamiento, diciéndole que lo amamos, hará vibrar nuestro corazón con verdadero amor y cariño. Estará con los brazos abiertos para recibirnos en el mismísimo momento de la marcha de este mundo al cielo.

   Es necesario lograr esta cercanía con Dios. Debemos proponernoslo para este año que estamos comenzando. Con ello, tendrán sentido todos los demás compromisos que vayamos realizando. Que así sea.


   Propósito: ¡ Tú veras cuál fluye de tu corazón!

 
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