martes, 6 de abril de 2010

Domingo II de Pascua. 11/04/2010. Juan, 20,19-31

En el evangelio de hoy, es significativo que las puertas estaban atrancadas - según el original griego - es decir, no sólo cerradas con llave, sino también con una tranca, cerrojo o barra. Así estaban porque aquella primera comunidad cristiana se encontraba muy atemorizada por miedo a los judíos. La expresión "los discípulos" incluye no sólo a los apóstoles sino, además, a todos los seguidores de Jesús, a todos los que le dan su adhesión. Esta precisión es muy importante.

La comunidad se encuentra atemorizada, oculta, sin valor para hablar públicamente en favor del condenado injustamente. No es suficiente saber que Jesús ha resucitado; es necesario vivir su presencia. Es la que da seguridad y alegría en medio de la hostilidad del mundo. Por ello, Jesús se hace presente en el medio. No entra por la puerta. Está en el centro de la comunidad porque él es para ella la fuente de la vida. Es el primer día de la semana, el domingo, cuando Jesús está en el centro de la comunidad. Es en la eucaristía. Jesús nos da la paz diciendo: "Paz con vosotros".

Jesús les muestra las manos y el costado, pero ellos sintieron gran alegría por verlo. Sopla sobre ellos y les dice: "Recibid el Espíritu Santo". Juan usa aquí el mismo verbo que cuando Dios sopla sobre el barro y le da vida humana (Génesis 2,7). Ahora, Jesús nos da una nueva vida, una nueva experiencia interior. Es la vida definitiva que supera la muerte física.

Y continúa Jesús como nos dice el original griego, no con la mala traducción del misal: "A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados". Juan no concibe el pecado como una mancha, sino como una actitud del individuo. Pecamos porque nos hacemos cómplices de los sistemas opresores del mundo. Cuando somos admitidos en el grupo cristiano, rompemos con esos sistemas opresores y entonces la comunidad declara que nuestros pecados ya no cuentan.

Jesús, al decir esas palabras, las dice a todos los discípulos, no sólo a los sacerdotes o a los apóstoles. Entrar a ser de la comunidad creyente, que tiene la vida del Espíritu, supone un cambio de valores. Ahora son los valores del amor, de la fraternidad. Quedamos libres de nuestros antiguos pecados de injusticia y opresión. La comunidad nos da el Visto Bueno.

Esta presencia de Jesús en el centro de la comunidad, sucede al anochecer y el día primero de la semana, es decir, cuando los primeros cristianos celebran la eucaristía.

No podemos tratar lo referido a Tomás en la segunda parte de este evangelio por falta de espacio. Perdón.

Práctica:
Buscar el recibir frecuentemente a Jesús que se hace presente en medio de su comunidad y nos comunica su espíritu.

 
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