martes, 13 de marzo de 2012

IV Domingo de Cuaresma. Ciclo B. 18/03/2012. Juan, 3,14-21

   Comienza este evangelio con una referencia al Antiguo Testamento diciendo: "Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hombre, para que todo el que se adhiera a él tenga vida eterna".

   El Hombre equivale a decir bíblicamente el Hijo del hombre y se aplica al mesías, a Jesús. El evangelio de Juan lo llama también el Hijo o el Hijo único de Dios.

   El texto antes citado se refiere al libro de la Biblia llamado Números (21,9) cuando habiendo una plaga de serpientes venenosas, Moisés, por indicación de Dios, manda hacer una serpiente de bronce y la levanta en un poste. Todo aque que era mordido, si miraba a la serpiente puesta en alto, se curaba o, dicho según la expresión hebrea, vivía.

   La serpiente estaba puesta en alto como una señal. Debía ser vista y mirada, pues indicaba la localización de una fuerza salvadora. El Hombre, Jesús, levantado en alto, es la fuerza salvadora de Dios. Es Jesús en la cruz. Esta es la razón por la que se ha escogido este texto como lectura en la Cuaresma.

   El Hombre levantado a la vista de todos es, a la vez, el Hijo único de Dios. A él hay que prestarle adhesión. El que se la presta tiene vida para siempre y no perece. Jesús no vino para dar sentencia contra el mundo, sino para que se salve.

   Dios ama al mundo. Dios nos ama a todos. En cierta ocasión, un cliente charlaba en conversación con un militante ateo, filósofo español, y le recordaba precisamente esto, que Dios lo ama. Como el filósofo segúia negando a Dios con insistente fuerza, "muy bien, tú no amas a Dios, pero, a pesar de todo, Dios te sigue amando a tí".

   Mantengamos firme nuestra adhesión a Jesús, pues él nos salva.

   Los tres últimos versículos del evangelio de hoy usan un vocabulario distinto. El propio del comienzo del cuarto evangelio. Se trata de la oposición entre la luz y las tinieblas.

   El que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, a Jesús, para que no se le eche en cara su modo de obrar. Sin embargo, los que no tienen nada de que esconderse, los que obran el bien, se acercan a Jesús, de modo que se manifieste que su modo de obrar está basado en su unión con Dios.

   Compromiso:
   Cuando vea una señal indicadora de algo (una señal de tráfico, por ej.), acordarme de Jesús levantado en alto para indicarnos el camino.

 
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