martes, 30 de marzo de 2010

Pascua de Resurrección del Señor. 04/04/2010. Juan, 20,1-9

Como sucede en Juan, conviene saber el significado que él suele dar a las palabras. Así interpretaremos acertadamente su evangelio. Dice, en el versículo 1 de hoy, que por la mañana temprano, cuando aún estaba oscuro, todavía en tinieblas, María Magdalena fue al sepulcro. Para el lenguaje de Juan, "la tiniebla" representa la ideología contraria a la verdad de la vida. La Magdalena va al sepulcro convencida de que allí encontrará a Jesús difunto. No se da cuenta de que el día ha comenzado ya. Las tinieblas ya no existen, pero ella no cae en la cuenta.

En nuestros tiempos, el Vaticano II ha traído una gran luz, pero se le está dando un gran cerrojazo. Se tiene miedo y muchos se arropan en el sepulcro de las tinieblas. Juan XXIII quería sacudir todo el polvo imperial que, desde Constantino, se ha pegado al trono de Pedro, según su propia afirmación. Pero prácticamente, seguimos como estábamos, con obstáculos a la verdadera fe, pensando como la Magdalena, aún en tinieblas.

Afirma María Magdalena "que se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Jesús ya o está en el sepulcro, pero la señal de vida la interpreta María todavía como señal de muerte. Dice "no sabemos" en vez de "no sé". Ese plural, "no sabemos" refleja a la comunidad desorientada de seguidores de Jesús.

La juventud de hoy necesita reconocer que Jesús no está en el sepulcro. ¡Vive resucitado! Para ello, es necesario que la jerarquía acepte verdaderamente la luz del Vaticano II, que era una puesta al día. Aceptemos lo que nos dicen, a la luz del evangelio, los signos de los tiempos. Tengamos fe en Jesús, más que en nosotros, y abrámonos al Concilio que es el evangelio puesto al día.

El leccionario de la misa pone: "vió las vendas en el suelo", pero, según el griego, es mejor referirse a lienzos de lino como sábanas. Vió las sábanas puestas. Puestas en el lecho nupcial. Con Lázaro, es necesario quitar la losa y desatarlo. Con Jesús, la losa está quitada y los lienzos no lo atan. Ha marchado por sí solo. Ha resucitado.

Mejorando, también aquí, la traducción del leccionario de la misa, en vez de estar el sudario (v.7) "enrollado en un sitio aparte", debe traducirse que estaba "envolviendo determinado lugar". Es una expresión extraña, por lo que debe tener un sentido simbólico. El evangelio de Juan llama al templo de Jerusalén con la expresión "el lugar". Jesús había dicho refiriéndose a él mismo: "destruid este templo y lo reedificaré en tres días" (v.2,19). Ahora, el sudario, símbolo de la muerte, envuelve el templo judío, porque ahora el verdadero centro es Jesús.

Sólo se dice de un discípulo que "vió y creyó". De Pedro no se afirma lo mismo. El discípulo que está en sintonía con Jesús comprende las señales. Juan pone de nuevo en contraste a los dos discípulos. El Pedro de hoy, con toda su curia, debe abrirse a Jesús que clama, desde el Vaticano II, por una resurrección de su iglesia.

Compromiso:
Leeré algo sobre lo que pueden enseñar a la iglesia los signos de los tiempos. Pero, siempre a la luz del evangelio. No a la luz de muchas predicaciones actuales.

 
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