lunes, 28 de septiembre de 2015

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 4/10/2015. Marcos 10,2-16

La primera y tercera lectura de la liturgia de hoy tienen una clarísima conexión. Se refieren a la unión del hombre y la mujer como seres humanos, complementarios, y su relación en orden a la procreación y el amor.

   A primera vista, parece que la segunda lectura queda como descolgada e independiente de las otras dos. Sin embargo, para los tiempos que vivimos , tiene una preciosa razón de ser que ya veremos.

   En la primera lectura (Génesis 2, 18-24) se presenta al hombre sólo, necesitado de compañía. Es entonces cuando el Señor Dios modela con arcilla toda clase de animales, pero no hay entre ellos ninguno que pueda ser compañero del hombre. Visto ello, el Señor Dios se decide a moldear y crear la mujer. El hombre la reconoce como auténtica compañera y termina la lectura afirmando que: "abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne". Es esta una forma mítica de explicar el origen del ser humano. No estamos obligados a creer que haya sido así. Sólo debemos quedarnos con la enseñanza que se nos intenta transmitir: es decir que Dios es el creador y que el hombre y la mujer tienen un destino común.

   La carta de los Hebreos (2,9-11) se dirige a una comunidad que fue muy dinámica en otro tiempo, pero que ha caído en gran tibieza por persecución y por la proclamación de nuevas doctrinas. Es una fuerte exhortación a permanecer fieles en la fe. Las dos situaciones son de actualidad: unos cristianos son cruelmente perseguidos y por todas partes nos amenaza un verdadero paganismo y abandono de la fe. Resaltemos que Jesús, el guía de nuestra salvación, fue consagrado con grandísimos sufrimientos, y que santificador y santificados procedemos todos del mismo Dios. Por ello Jesús nos llama hermanos.

   El enlace entre primera y tercera lecturas podría ser que un verdadero paganismo nos amenaza respecto al matrimonio.

   En el evangelio, Jesús quiere actualizar la igualdad del hombre y la mujer. Y por los presentes históricos empleados, se innsiúa que alguna de las primeras comunidades cristianas de la iglesia de Marcos se resistían a aceptar la indisolubilidad del matrimonio. Jesús insiste en la igualdad de todos los seres humanos y esa es la razón de la pregunta que le hacen: "¿está permitido al marido repudiar a su mujer?". En la ley de Moisés sí estaba permitido, pero Jesús afirma que por su terquedad (la de los judíos) dio Moisés ese permiso. Por lo que deducimos que no todo lo que está escrito en la Ley bíblica tiene autoridad divina, sino que puede ser producto de la terquedad humana. Jesús afirma: "abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne" y "lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre". Para Jesús, la diversidad del hombre y la mujer, la mutua atracción y la unión sexual fueron queridos por Dios sin relación con ritos o instituciones. Las personas, no las instituciones, son el fundamento del matrimonio. Jesús no menciona la fecundidad, lo que importa es el amor de los seres humanos para la vida. Jesús no distingue entre un matrimonio natural y un matrimonio cristiano. Expone el proyecto de Dios para toda pareja humana.

   Compromiso:
   ¿Podrías enterarte de lo que significa "Iglesia de la misericordia", de la que habla Francisco, el obispo de Roma?

 
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