miércoles, 3 de agosto de 2016

XIX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 7/8/2016. Lucas 12, 32-48

 
   Podemos considerar este domingo como el de la fe profunda. De una o de otra forma, las tres lecturas tratan de reforzárnosla. Y, de verdad, lo necesitamos profundamente. A veces, nuestra vida es una vida de muchas prácticas y poca fe, aunque parezca una paradoja.
 
 
   El libro de la Sabiduría (18,6-9) nos afirma que los antiguos padres del pueblo de Dios "conocieron con certeza la promesa de la que se fiaban". En efecto, una fe en Dios, si es verdadera fe, no admite dudas. La fe en la palabra de Dios ha de ser plena, total. Fueron muchos años de espera, pero el pueblo conservó la fe y la salvación llego. Y, recuerda la lectura como, a escondidas, ofrecían sacrificios a Dios, entonaban himnos y se ayudaban unos a otros.
 
 
   La carta a los Hebreos (11, 1-2. 8-13. 16-19) comienza afirmando que "la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve". Por la fe, Dios actúa en nosotros. La fe es un don de Dios y por eso nos da seguridad. En esta corta lectura, siete veces se menciona la palabra fe referida a Dios. A las cosas de Dios, no a nuestras propias cosas.
 
 
   El evangelio de hoy emplea un refrán que resume todo un modo de proceder: "donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". ¿Y, cuál es tu tesoro, aquello que tu deseas? ¿Qué es lo que más atrae a tu corazón como un imán? ¿Es acaso el amor a Dios y al hermano? Si es esto último, estás en el camino recto. Son dos amores que no pueden separarse. El verdadero amor a Dios nos lleva al hermano, y el verdadero amor al hermano nos lleva a Dios si es que la vida tiene un sentido.
 
 
   Otra idea de este evangelio es la sorpresa ya que, cuando menos pensemos, vendrá el Hijo del Hombre y debemos estar preparados. No debemos perder de vista lo dicho antes: "Donde está tu tesoro, allí está tu corazón". No olvidemos este refrán. Recordémoslo frecuentemente. Y, si hemos recibido muchos talentos, muchos dones, se nos exigirá también mucho como respuesta.
 
 
   Hoy día los creyentes, las personas de fe, nos estamos quedando dormidos. Y no despertaremos si nuestra fe sigue dormida. La acción del creyente es el resultado de una fe vivida. Mientras nuestra fe sea una fe lánguida, de cumplimiento sólo del precepto dominical, y no pase a una acción cristiana positiva, no podremos afirmar que somos buenos administradores de los dones con que Dios nos adornó. Seamos fieles al evangelio de hoy y pongámonos a trabajar.
 
 
   Compromiso:
 
   Ponte en acción.

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.