lunes, 27 de abril de 2015

V Domingo de Pascua. Ciclo B. 3/5/2015. Juan 15, 1-8

   Las dos primeras lecturas de hoy nos hablan de predicar el nombre del Señor. La tercera o Evangelio nos hace ver que la razón de ello es que Jesús es la fuente de todo nuestro fruto.

   La primera lectura presenta a Saulo o Pablo predicando el nombre del Señor Jesús. Pablo tuvo un encuentro espiritual o experiencia mística con Jesús resucitado, empezando a predicar en Damasco, públicamente, el nombre de Jesús. ¿Cómo lo hacía? Realmente, es difícil empezar predicando, sin otra prueba, que un hombre llamado Jesús murió y vive resucitado. Pero, no hay nada imposible para una persona que vive lo que predica. Es verdad que entre un vivir y otro hay diferencias. Pero, el vivir las experiencias de un Jesús resucitado, con todas las vivencias que nos transmite, es propio de los que aceptaron vivir conforme al nombre de Jesús. Todo es gracia de Dios que en el Espíritu Santo nos transmite, y nos da una paz que se refleja al exterior. La Iglesia gozaba de paz y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo.

   En estos domingos después de Pascua, del ciclo B, estamos viendo que la segunda lectura se toma de la primera carta de Juan. Por esta razón, sería conveniente leerla varias veces en nuestra casa, para saborearla bien y quedarnos con alguna de esas frases que siempre nos dicen algo. A veces, nos acusa la conciencia sin razón alguna (1 Juan, 3, 18-24). Que no se atormente por ello nuestra alma y echémonos en los brazos de Dios.

   El evangelio nos habla de la vid y los sarmientos. Tierra Santa o Israel es una tierra de vinos. Esta es la razón por la que Jesús recurre a este ejemplo que todos podían entender. A veces, necesitamos someternos a una poda para aumentar nuestro fruto, Pero, debemos dar fruto, de lo contrario, será como si nos echasen al fuego y ardiésemos. Y, para dar fruto, es necesario estar con Cristo. Cuando escuchamos la palabra de Dios con amor, esa misma palabra nos deja limpios. Limpios de verdad. Pero, si escuchamos de verdad, con amor, necesariamente haremos cosas, las pondremos en práctica. Hoy día, no nos basta a los creyentes con ir a misa o hacer nuestras oraciones. Es necesario ayudar a los demás, ayudar activamente al hermano. Pero, no podemos abarcarlo todo y no podemos olvidar al más cercano, al próximo, es decir, al prójimo. Además, debemos propagar la fe. La fe nos hace más felices con una felicidad especial. Pablo predicaba el nombre de Jesús sin avergonzarse. Preguntémonos diariamente si hemos dado testimonio de nuestra fe. Si, como buenos sarmientos hemos dado fruto.

   Compromiso:
   Leyendo este comentario, encontrarás al menos dos posibles compromisos. Cumple alguno.

martes, 21 de abril de 2015

IV Domingo de Pascua. Ciclo B. 26/04/2015. Juan 10,11-18

   En las lecturas de este domingo, se pone de manifiesto lo que Dios hace en Jesucristo Buen Pastor y en nosotros los creyentes a través suyo.

   En la primera lectura (Hechos 4,8-12), Pedro lleno, del Espíritu Santo nos presenta a Jesús como Piedra angular y de nombre salvador. Lo anuncia Pedro lleno del Espíritu Santo. Los Padres griegos veían a este como quien traducía lo divino a los términos en que los seres humanos pueden, de alguna manera, captar y comprender. Así, un cristiano que celebra y recibe la eucaristía, es decir, que comulga, siente de alguna manera la presencia de Jesús en su alma. Es la obra del Espíritu Santo. De igual manera, Pedro lleno del Espíritu Santo sentía y experimentaba la salvación que nos trae Jesús.

   La segunda lectura (1 Juan 3,1-2) es maravillosa. Nos presenta como hijos de Dios, afirmando que nosotros lo veremos tal cual es. ¡Esto sí que es realidad gracias a la fuerza del Espíritu Santo! Dios hace en nosotros verdaderas virguerías.

   Y, ya en el evangelio, se nos presenta a Jesús como el Buen Pastor. Las ovejas en el evangelio de Juan son el pueblo dominado por los dirigentes. El que nos preside en la fe, Francisco, ya advirtió que en nuestra fe se había filtrado una parte de ideología y esta siempre crea sometimiento indebido. Insiste Francisco en que el buen pastor debe oler a oveja. En esto nos da el mejor ejemplo Jesús. El, actualmente, desea que haya un solo rebaño, es decir, desea la unidad de todos los cristianos. Debemos ir unos al encuentro de los otros y trabajar juntos por el reinado de Cristo. Entre Jesús y cada uno de los suyos existe una relación de amor. Como ya se reflejaba en las dos primeras lecturas, sentir y vivir ese amor es obra del Espíritu Santo. El nos traduce las cosas divinas, de alguna forma, a experiencias humanas: Jesús entrega su vida por las ovejas y entregándola la recupera, y este es el mandamiento que él recibe del Padre. Jesús no está sometido al Padre, sino que se identifican en el amor. Así, también nosotros debemos cumplir el mandamiento del amor que nos da Jesús. Este mandamiento no es una orden. Lo cumplimos si nos identificamos con Jesús. Es toda una cadena: Jesús se identifica con el Padre y nosotros nos identificamos con Jesús. Jesús recibe del Padre un solo mandamiento que es el del amor hasta el extremo y así es el Buen Pastor. Y así Jesús nos da la vida definitiva. Así, con el infinito amor de Jesús, debemos amar a los hermanos separados  y a todos los seres humanos. Debemos aprender del Buen Pastor. Así celebraremos con plenitud este día. Y manifestaremos al mundo que somos discípulos de Jesús.

   Compromiso:
   Hablar con cristianos que no son de mi Iglesia, como discípulos de Jesús que lo son de verdad y caminemos juntos hacia la unidad.

miércoles, 15 de abril de 2015

III Domingo de Resurrección. 19/4/2015. Ciclo B. Lucas 24, 35-48

   Sigue dominando el tema de Jesús resucitado. En efecto, la frase central de la primera lectura (Hechos de los Apóstoles, 3, 13-15.17-19) es que, refiriéndose a Cristo Jesús, Pedro nos dice que: "Dios lo ha resucitado de entre los muertos y nosotros somos testigos". El que tenía que padecer y morir, murió pero está vivo, ha resucitado. Termina la lectura afirmando que debemos arrepentirnos y convertirnos para que se borren nuestros pecados. Este es realmente el enlace con la segunda lectura de este domingo. Todos deseamos vivir y vivir. Y la resurrección es la única base de la esperanza que todos llevamos dentro. Si la muerte tiene la última palabra, ¿con qué base podemos esperar? Y la esperanza la llevamos todos dentro. ¡Debe cumplirse! En Cristo sabemos que ya se cumplió, Cristo ha resucitado. La esperanza nuestra se centra en la resurrección de Jesús de Nazaret. Si no tenemos esperanza es que no tenemos fe. Y la esperanza en una vida eterna la llevamos todos adentro.

   La segunda lectura (1 Juan 2,1-5a) comienza pidiéndonos que no pequemos. Pero si alguno peca, (y de hecho, todos pecamos), tenemos a Cristo que intercede por nosotros ante el Padre. Preocupémonos de guardar su palabra y de esta forma el amor de Dios llegará a su plenitud en nosotros.

   Son muchos los que piensan que el cristianismo no hubiera nacido si no hubiera sucedido algo misterioso después de la muerte de Jesús. Lo reconocen diversos investigadores. Para los creyentes se trata de la resurrección de Jesús de Nazaret, después de haber sufrido una muerte tan cruel e inhumana. No podemos hablar de Jesús resucitado sin recordar su pasión. La resurrección asusta a todos los discípulos, no se lo esperaban, e incluso al tropezarse con ella tienen miedo. Dice el evangelio de este domingo que al aparecerse Jesús, los discípulos se quedan llenos de miedo por la sorpresa. Creen ver un fantasma. Jesús les desea la paz y les pregunta: "¿Por qué os asustáis?, ¿Por qué dudáis?". Tiene que demostrarles que es él en persona. Tal es el miedo que los discípulos tienen que, aún después de ver y palpar físicamente a Jesús, todavía no acaban de creerlo y no saben si reir o si llorar por el impacto recibido. Se quedan atónitos. Aún así, ni  comiendo con ellos parece que lo vean claro. Jesús tiene que abrirles el conocimiento para que lo comprendan todo. Y es que para entender las cosas de Dios, no bastan los ojos de la carne, ni el uso de la razón; es necesaria la iluminación de Dios. Lo natural y lo sobrenatural son dos campos distintos. Entre uno y otro, es necesario dar un salto. Pero este salto no podemos darlo solos. Es Dios quien nos coge de la mano y nosotros sólo tenemos que dejarnos llevar. Pero, tenemos que estar dispuestos para cuando Dios quiera. Entonces, veremos que, aunque el salto era imposible darlo con nuestras fuerzas humanas, con nuestra razón, sin embargo, después de dado el salto, todo es razonable y bonito. Debemos estar siempre abiertos a Dios, al misterio, al infinito y confiar en él y dar un ¡sí! cuando veamos que Dios nos llena de luz abriendo nuestra inteligencia y nuestro corazón. Dejémonos llevar. Hay cosas razonables pero que no somos capaces de razonarlas sin la gracia de Dios.

   Compromiso:
   Que tu oración sea un decirle sí a Dios.

lunes, 6 de abril de 2015

Tiempo Pascual. Domingo de la Divina Misericordia. Ciclo B. 12/4/2015. Juan 20, 19-31

   Este domingo resalta especialmente la presencia de Dios en la comunidad. La primera lectura (Hechos de los Apóstoles, 4,32-35) nos muestra que los primeros cristianos habían logrado una unión y armonía verdaderamente encomiables. Dice la lectura que todos tenían un solo corazón y una sola alma, es decir todos sentían lo mismo y lo que todos tenían servía también para solucionar las verdaderas necesidades de todos. Esta forma de ayudarse mutuamente no era algo impuesto por los líderes de la iglesia, sino que hunde sus raíces en el mandamiento del amor dado por Cristo, que no tiene nada que ver con el sistema político llamado comunismo. En éste, el estado controla la propiedad común de arriba abajo. El individuo no tiene nada o casi nada que hacer. Esto, según los datos, no era verdad entre los primeros cristianos. Además, entre los primeros cristianos existía verdadera propiedad. Dios estaba presente en la comunidad y miraba a todos con mucho agrado.

   La primera lectura es una maravillosa expresión del amor al hermano por parte del que realmente ama a Dios, a Jesús de Nazaret. En la segunda (1 Juan, 5,1-6), quedan unidos los mandamientos de Dios con el amor a los hermanos. Lo que no sea amar a Dios y al hermano, convierte a los mandamientos en pesados. En Jesús queda recapitulado nuestro amor a Dios y al hermano.  Es el gran foco iluminador de toda vida cristiana y de todo catecismo.

   El evangelio continúa haciéndose eco de la presencia de Jesús en la comunidad. Están presentes todos los que dan su adhesión, a Jesús, sean o no sean apóstoles. Es necesario recalcar esto, pues lo que diga Jesús lo dice a todos, aunque sea sobre el perdón de los pecados. Los discípulos se encuentran en una casa con las puertas no sólo cerradas, sino atrancadas, pues tenían miedo a los dirigentes judíos. Están  en un ambiente hostil. No es suficiente saber que Jesús ha resucitado; sólo cuando él se hace presente puede dar seguridad y alegría en medio de la hostilidad del mundo. Esta es la razón por la que Jesús aparece directamente en medio de la comunidad, sin entrar por la puerta. Los discípulos sienten la alegría de ver al Señor. Ahora, comienza para ellos la Pascua. Jesús sopla sobre todos los discípulos y les dice: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos y a quienes se los imputéis, les quedarán imputados". Para Juan, el pecado consiste en integrarse voluntariamente en el orden injusto. Cuando una persona es admitida en la comunidad cristiana, rompe con el orden injusto y dicha comunidad declara que los pecados ya no pesan sobre él. Sería precioso comentar el carácter eucarístico de este evangelio, pero el tiempo se agota.

   Compromiso:
   Da una gran importancia al pertenecer a la comunidad cristiana.

 
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