jueves, 27 de julio de 2017

XVII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 30-7-2017. Mateo 13,44-52

   En las lecturas de este domingo sobresale la idea de búsqueda de Dios. Lo buscamos cuando pensamos en el bien de los que tenemos cerca (1ª lectura); cuando amamos a Dios (2ª lectura); o cuando somos de verdad discípulos del reino de los cielos (3ª lectura).

   Como frase que podemos memorizar y repetir durante la semana, puede servirnos el versículo 52 de Mateo 13: el que se hace "discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo".

   En la primera lectura (1 Reyes 3,5.7-12), el rey Salomón no pide en su oración riquezas ni salir airoso frente a sus enemigos, sino dotes para gobernar bien. Al Señor le agradó esta forma de orar y le concedió un corazón sabio e inteligente.

   De la carta de Pablo a los Romanos (8,28-30) se toma la segunda lectura. Comienza con una frase que lo resume todo y que es expresión de una vida interior fuerte: "a los que aman a Dios todo les sirve para el bien". Cuando de verdad actuamos de esa forma, estamos reproduciendo la imagen del Hijo de Dios, que nos llamó, nos justificó y nos glorifica.

   Entramos en el comentario de la lectura evangélica. Seguimos con el capítulo 13 de Mateo, o capítulo de las parábolas. Hoy se nos exponen las del tesoro escondido, la del comerciante de perlas finas, y la de la red de pescar. El domingo anterior ya se explicó que las parábolas son un género litarario que admite aplicarlas a toda una diversidad de sutuaciones. Por esta razón, si queremos actualizar la primera de las de hoy, la del tesoro escondido, podemos preguntarnos: ¿la cultura de hoy admite algún tesoro evangélico oculto en el que se puedan reflejar las maravillas de Dios? ¿El amor que Dios nos tiene? El documento del Papa Francisco "Amoris laetitia" se mueve en esta línea. ¡Y cuánto cuesta excavar y descubrir esos tesoros, que son reflejo de lo que Dios nos ama y del amor que nosotros debemos a los demás! En ello, Francisco es un lince.

   La parábola del comerciante de perlas finas podemos aplicarla a la propia historia de la Iglesia. ¡Cuántas perlas finas se han quedado por el camino! Parece que hoy padecemos en nuestra Iglesia una gran pobreza teológica por la cantidad de teólogos que han sido condenados por las gentes del Vaticano en contra de la saludable apertura del Concilio Vaticano II. Gracias a Dios, algunos de ellos están volviendo a ser rehabilitados por Francisco. También los fieles católicos no brillamos por nuestros conocimientos teológicos. Y la teología es una fina perla que bien merece la pena recuparar, en especial la bíblica, que es palabra de Dios.

   Compromiso: descubre lo bueno, espiritualmente, que puede haber en la cultura de hoy.


 
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