lunes, 14 de noviembre de 2016

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 20/11/2016. Lucas 23,35-43

   Hoy, celebramos la culminación del año litúrgico. Cristo es, para nosotros el centro de la historia de cada hombre. Por esta razón, es la fiesta de Jesucristo rey del universo. En torno a ello, giran las tres lecturas de la misa. Para interiorizarlo, recordemos o memoricemos lo siguiente: "El, Cristo, es también la cabeza del cuerpo, es decir, de la Iglesia (Colosenses, 1,18 )".

   El segundo libro de Samuel (5,1-3) nos habla de la unión de David como rey de Israel. Se trata de una figura referida a Cristo como Rey. Si las tribus de Israel eran "Hueso y carne de David", eso mismo debemos ser nosotros de Cristo nuestro rey de verdad. El es nuestro pastor de verdad, nuestro rey, y él ha hecho un pacto con todos nosotros.

   La lectura de la carta de Pablo a los Colosenses (1,12-20) está rebosante de doctrina sobre lo que representa el reinado de Jesús. El teólogo Rahner dice que la fe está basada en un contacto personal con Cristo. Eso mismo dice con otras palabras la lectura de Colosenses: "Dios nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido". Esta es una experiencia cristiana, resultado de un contacto con Cristo y es una realidad.

   Para empezar la asimilación del evangelio hagamos una invocación al Espíritu Santo y pidamos su luz y su inspiración para abrirnos dócilmente a su Palabra.

   Los judíos esperaban un Mesías triunfante y poderoso. Sin embargo, en la lectura evangélica de hoy descubrimos de qué manera Cristo es Rey. Es muy importante comprenderlo bien, pues de ello puede depender la calidad de nuestra vida cristiana. En efecto, a veces, nos apuran tanto el dolor y el sufrimiento, ante situaciones de enfermedad y de muerte, por ejemplo, que nos sentimos abandonados por Dios, tan dejados de su mano, que terminamos enfadándonos con El y dejando toda práctica religiosa. No hemos asimilado los sufrimientos y la muerte de Cristo Rey, cuya fiesta celebramos hoy.

   Los soldados que están junto a Jesús, se burlan de él y le dicen: "Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo". Y uno de los ladrones le espeta: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Es el razonamiento del que no entiende los misterios de Dios.

   Es verdad que no podemos comprender muchas cosas. Por eso es necesario aprovechar los malos momentos para hacer oración e ir aprendiendo a echarnos en las manos de Dios, suceda lo que suceda. Debemos olvidar algo las oraciones hechas y hablar directamente con Dios, diciendo lo que nos salga del corazón.

   Compromiso:
   Primero, echarnos de verdad en las manos de Dios.
   Segundo, hacer oración personal.

 
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