martes, 8 de octubre de 2013

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 13/10/2013. Lucas, 17,11-19

   La primera lectura y el evangelio de este domingo coinciden en que su tema se refiere a leprosos. La primera es del libro bíblico llamado 2 Reyes, capítulo 5, versículos del 14 al 17. Fue escrito probablemente entre los años 560 al 540 antes de Cristo, y es una continuación del primer libro de Reyes.

   La lepra de la que se habla no es la lepra que nosotros conocemos, pues no hay evidencias arqueológicas de su existencia en Palestina, en tiempos antiguos. En aquella época, "lepra" se refería vagamente a enfermedades de la piel con erupciones.

   El general Naamán, enfermo de lepra, se decide a ir a Israel y bañarse en el agua fangosa del río Jordán, donde es curado. El militar se convierte y termina diciendo que en adelante, no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, sino sólo al Señor.

   Continuamos con la segunda carta a Timoteo como segunda lectura (2 Timoteo, 2,8-13). Empieza con el conocido canto de los funerales: "Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos". Este ha sido el evangelio que Pablo predica.

   Pablo, aunque está preso y encadenado, soporta las penas no pasivamente, sino con resistencia o perseverancia activa para seguir enseñando el evangelio. Las últimas líneas probablemente forman parte de un himno antiguo de la primitiva Iglesia. Son las que empiezan por la condicional "si". En parte, se recogen.
   El pasaje evangelico de hoy, se sitúa en una múltiple zona fronteriza, entre las provincias de Samaria y Galilea. Acuden a Jesús diez hombres leprosos que, según la ley judía, son impuros por lo que tienen que permanecer a cierta distancia de las demás personas. Esa es la razón por la que necesitan gritar a Jesús para pedirle la curación.

   Jesús los envía a los sacerdotes y durante el camino se sienten curados. La sorpresa inesperada es que sólamente uno se vuelve a dar las gracias a Jesús y éste era samaritano, y por lo tanto mal visto por los judíos.

   Jesús queda sorprendido. Sin embargo, los demás obran correctamente, pues hacen lo que Jesús les mandó: presentarse a los sacerdotes. Pero, el samaritano reconoce que su curación bien merece una muestra de gratitud hacia Jesús y glorificar espontáneamente a Dios. Esta glorificación expontánea es muy propia de Lucas.

   A menudo, es más apropiado seguir los impulsos de la conciencia que cumplir lo que mandan los preceptos de la religión. Jesús mandó a los leprosos presentarse a los sacerdotes, porque así lo exigía la religión. Pero, por encima de los preceptos religiosos está el obrar siguiendo los dictámenes de la conciencia. Esto nos ayuda a un buen discernimiento y, aunque podamos quedar mal agusto, por no cumplir el precepto, sin embargo, el echarnos en brazos de Dios y confiar en él, nos hace descubrir lo más íntimo de la relación con la divinidad. Pocos cristianos saben hacerlo y, bastantes, si lo hacen, necesitan decirlo al sacerdote para quedar tranquilos. No saben quedar tranquilos y en paz ante sólo Dios. Es una pena.

   El samaritano no cumple con la religión ni sigue las instrucciones de Jesús, porque su conciencia le hizo ver que otra cosa era lo más apropiado. Y, por actuar en consecuencia, manifestó la "fe" que lo salvó.

   Compromiso:
   Aprender a seguir la conciencia.

  

 
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