martes, 5 de marzo de 2019

I Domingo de Cuaresma. Ciclo C. 10/03/2019. Lucas 4,1-13

   Hoy entramos en el primer domingo de Cuaresma y el Evangelio empieza a conducirnos hacia la Pascua, no sin antes pasar por las tentaciones y la muerte de Cruz de Jesús. Como frase para memorizar durante la semana se propone una de la segunda lectura, es decir, de la carta de Pablo a los Romanos, capítulo 10, que dice: "Si profesas con tus labios que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo".

   Deuteronomio (26,4-10) nos ofrece la primera lectura. Nos recuerda la estancia del pueblo judío en Egipto, que fue un pueblo maltratado, oprimido y sometido a dura esclavitud. Dios lo saca de allí y los lleva a una tierra que mana leche y miel. Moisés les ordena que sean agradecidos con Dios. Aprendamos a ser siempre agradecidos con él, pues aún en los momentos difíciles, el alma delicada para con Dios, encuentra muchos momentos de agradecimiento.

   La segunda lectura es de Romanos 10,8-13. Empieza afirmando que tengamos siempre en los labios y en el corazón las cosas de Dios; en concreto, que sepamos hablar de nuestra fe, dando testimonio de ella, pues la palabra de la fe debemos tenerla en los labios y en el corazón.

   En el evangelio, podemos pensar en un Jesús que se encuentra abrumado por todo lo que él sabe que se le viene encima: la posible muerte en la cruz, los latigazos de la flagelación, bastante más de los que permitía la ley, las burlas, el dolor de su madre... cuarenta días es un número simbólico según la costumbre hebrea y podría significar la plenitud del dolor, o mejor, el paroxismo del dolor. Con este panorama, las tentaciones son una verdadera realidad. Uno está dispuesto a rendirse ante quien sea para librarse de tan duro sufrimiento. Que el demonio aproveche la situación para hundir a Jesús, es lógico, es de esperar. Jesús se retiró para hacer profunda oración. Quería pasar un largo tiempo, como hombre, orando al Padre, confortando su espíritu. Cuando nosotros dedicamos un tiempo a la oración profunda, delante del sagrario o ante Jesús en la exposición, experimentamos que el Señor se posesiona de nosotros, experimentamos en sumo grado la cercanía de Dios. Oración profunda es lo que Jesús hizo en el desierto. Las tentaciones a veces, son duras o muy duras, como las de Jesús. Pero si nos echamos confiadamente en los brazos de Dios y aprovechamos para hacer oración, el resultado será muy fructífero. Imitemos a Jesús.

   Compromiso:
   Comienza a hacer oración. Dile a Dios, varias veces en el día, con el pensamiento, que lo amas.

 
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