miércoles, 22 de enero de 2014

III Domingo del Tiempo Ordinario. 26-1-2014. Ciclo A. Mateo 4, 12-23

El texto de la primera lectura (Isaias 8, 23-9, 3) no se trata de algo futuro, sino de un canto de acción de gracias por algo ya ocurrido. En efecto, el pueblo que en la guerra caminaba en tiniebras vio una gran luz. Nace el rey David, que traerá la paz y la grandeza.

Por grandes que sean las tinieblas en nuestra vida, Dios está a nuestro lado. Lo importante es que le seamos fieles y no desfallezcamos. Mantengamos la paz y la confianza, al final saldremos del tunel y se verá la luz. Entonces, no nos olvidemos de Dios y sigamos amándole y dándole gracias.

La segunda lectura, tomada de la primera carta a los Corintios (), tiene total aplicación en nuestros días. Hoy es manifiesto que existen dos grandes corrientes en el catolicismo, los cristianos conservadores y los más abiertos o progresistas. Estamos realmente divididos, y muchos creyentes, al ver que la Iglesia no avanza, no progresa, no sabe valorar los signos de los tiempos como nos pidió el Concilio Vaticano II, por desgracia silenciado y olvidado, muchos cristianos, digo, se quedan mortecinos y acaban incluso abandonando su fe. Es la primera vez en la historia que a un concilio ecuménico le sucede un olvido, hasta ahora de 50 años. Como dice esta epístola de hoy, hemos hecho ineficaz la cruz de Cristo.

¡Cuando sabremos contactar los católicos de ambas tendencias, en cada una de nuestras parroquias, para trabajar por la causa de Cristo!

Nos presenta el evangelio a Jesús, que al enterarse del arresto de Juan, se traslada a Galilea, en concreto a Cafarnaúm. Esta se encuentra un una importante ruta de comercio y cerca de una gran población de gentiles.

Jesús enseña en las sinagogas, pero no sólo en ellas. También predica al aire libre. Es lo que nos dice el Papa Francisco: hay que salir de las iglesias, hay que ir a hablar a la gente de Jesús. Y no sólo los sacerdotes, que tienen obligación de hacerlo, sino también los seglares deben saber hablar de Jesús con naturalidad. No vendría mal un cursillo en este sentido.

Si lo hacemos así, se podrá afirmar que el pueblo verá una luz grande, porque verá el poder de Dios, la alegría y paz que da el vivir cerca de él.

La mejor predicación en la actualidad sería convocar a los católicos progresistas, para entre todos, con prudencia pero sin miedo, tratar de llevar a Cristo al mundo de hoy. Y esto para recuperar a los que se marcharon y que aún son recuperables.

     Compromiso:
     Perder la vergüenza de saber hablar sobre Jesús.

 
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