lunes, 28 de octubre de 2013

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 03/11/2013. Lucas 19,1-10

   La primera lectura se toma del libro de la Biblia llamado la Sabiduría, capítulo 11, versículos 22-12,2. Empieza con la palabra "Señor" que, en lenguaje bíblico, se aplica a Dios. El Señor es el mismo Dios. Y ante él somos nada. El comienzo de la lectura dice: "Señor, el mundo entero es ante tí como un grano de arena en la balanza". Efectivamente, nosotros ante Dios somos la nada, una insignificancia. Y, sin embargo, Dios nos ama infinitamente. El, afirma la lectura, cierra los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. "A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida".

   La segunda lectura se toma de la segunda carta a los Tesalonicenses, capítulo 1, versículos 11-2,2. La idea central es que Pablo desea que Jesús, nuestro Señor, sea nuestra gloria y que nosotros seamos la gloria de él.

   Termina la lectura aconsejando no perder fácilmente la cabeza por supuestas revelaciones... Aplicado a hoy día, sucede en sectores de la población que, olvidado Dios, olvidado Cristo, olvidada incluso la religión, se cree fanáticamente en poderes milagrosos de las piedras o de determinados ejercicios de liberación o de concentración.

   Ya en el evangelio, Jesús pasa por Jericó, ciudad en la que abunda el dinero y es un gran centro comercial. Se sitúa estratégicamente junto al camino que va a Jerusalén y un cruce del río Jordán. Sus habitantes exportan dátiles y bálsamo.

   En este evangelio, aparece Zaqueo como jefe de los publicanos y, como tal, persona próspera y rica. Los romanos contrataban a personas, los llamados publicanos, para cobrar los impuestos en los diferentes pueblos y zonas. Es posible que Zaqueo contratara gente con tal misión, a la vez que adquiría enemigos entre el pueblo.

   Zaqueo intenta desesperadamente ver a Jesús, pero tenía poca estatura y vence la vergüenza de tener que subirse a un árbol. No perdamos de vista que, como jefe de publicanos, merece un respeto. Su puesto exige dignidad y autoridad y, sin embargo, se expone a quedar en ridículo.

   El caso de Zaqueo es un caso singular. El no pide a Jesús perdón. Este no habla de la fe de Zaqueo, ni de su arrepentimiento. Jesús no lo llama, pero le ordena que se dé prisa y baje del árbol. Zaqueo baja rápido y recibe con gozo a Jesús. Es muy importante recibir con goza a Jesús. Cuando Dios toma la iniciativa para favorecernos, nuestro gozo es una respuesta adecuada.

   Cuando nos tropezamos con gente que dice no creer, podemos indicarle que existe una oración que todos podemos hacer aunque no tengamos fe. Todos podemos decir: "Señor, si un día me haces ver que existes, yo creeré, te aceptaré en mi corazón". Estaremos con esta oración un año, dos, tres, el tiempo que sea, pero, si somos constantes, Dios nos iluminará, y aceptándolo, recibiéndolo en nuestra casa como hizo Zaqueo, nos llenaremos de gran gozo.

   Zaqueo reparte la mitad de sus bienes entre los pobres y así demuestra su gratitud para con Jesús. Este no salva sólo a Zaqueo, Jesús salva también a toda su casa o familia. Zaqueo, que era un leproso social, un extranjero, es declarado hijo de Abraham por Jesús.

   La misión central de Jesús es salvarnos a todos y la palabra buscar indica que él es quien tiene la iniciativa.

   Compromiso:
   Propagar, en su debido caso, la oración que se aconseja en este comentario.

 
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