martes, 17 de mayo de 2011

Domingo V de Pascua. 22/05/2011. Ciclo A. Juan, 14,1-12.

   Una buena traducción del comienzo del evangelio de hoy es: "Mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí". La adhesión a Jesús y la adhesión a Dios es la misma. Por esta razón, el mismo evangelio de Juan afirma en 12,44s: "Cuando uno me da su adhesión, no me la da a mí, sino al que me envió, y cuando uno me ve a mí ve al que me ha enviado". Jesús y el Padre son un misterio insondable. Si Dios es insondable, de forma que hoy día se le concibe como "misterio" porque no cabe en nuestra cabeza racional, con mayor motivo es insondable si goza de una relación paterno filial fecunda en amor. No concebimos un Dios estático, sino un Dios fecundo en el amor. En definitiva, un Dios que es amor hacia dentro y hacia fuera.

   No podemos mantener nuestra adhesión al Padre si no la mantenemos con el Hijo, con Jesús.

   En este evangelio, no es recomendable usar la palabra "casa", como hace la liturgia de hoy. Es preferible decir "hogar". Indica intimidad, comunidad de vida como sucede en toda verdadera familia. Siempre debemos contemplar así nuestra relación con Dios. Así es el hogar que Jesús va a prepararnos, junto al Padre. Y Jesús vendrá a buscarnos para estar juntos en el nuevo hogar.

   Con este lenguaje literario, figurado, metafórico, nos describe Juan nuestra nueva relación, como discípulos y como comunidad, con Dios. Nuestro Dios no es un Dios tremendo, terrible, cuya presencia nos sobrecoge. Ya no somos siervos. Somos hijos y hermanos de Jesús y viviremos en la intimidad del hogar.

   Jesús dice "Adonde yo voy, ya sabéis el camino". A Tomás que le pregunta por dónde es el camino, Jesús le contesta: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". La explicación de esta respuesta la da el mismo evangelista Juan, en su capítulo primero. Allí dice que la verdad contenía la vida y la vida era la luz del hombre. Lo importante es la vida. La verdad y la luz están en relación con la vida. Esta es lo importante. Para el creyente, Jesús es la vida. El nos comunica la vida del Espíritu. Una vida nueva que experimentamos en nosotros. Es la verdad que percibimos sobre nosotros mismos y sobre Dios. Por ella, sabemos que Dios nos ama de verdad. La vida es el Espíritu que nos comunica.

   Cuanto más conocemos a Jesús, cuanto más intimamos con él, cuanto más practicamos el mandamiento de amarnos unos a otros, tanto más conocemos al Padre. El Padre está presente en Jesús. En resumen, esta es la respuesta a la petición de Felipe: "Señor, muestranos al Padre y nos basta".

   Compromiso:
   Trata de revivir y reflexionar sobre el evangelio de hoy.

 
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