jueves, 23 de junio de 2016

XIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 26/06/2016. Lucas 9,51-62

   Hoy, como en el domingo anterior, se impone con claridad un hilo conductor de la primera y tercera lectura. Es la  vocación, la llamada de Dios. Cuando hoy son pocos los que se sienten llamados por Dios para una vida de oración, de cercanía con Dios, de la defensa de Dios en medio del mundo, como paisano o como mujer, no consagrado o sí, la jerarquía nos pone dos lecturas sobre la llamada a un quehacer por la causa de Dios. La segunda lectura nos habla de la llamada en general, de la vocación de todo cristiano al amor. Hoy resuena, de una u otra forma, la llamada amorosa de Dios.
 
   La primera lectura nos viene de la mano del primer libro de los Reyes (19,16b.19-21). El profeta Elías, mandado por Dios, debe nombrar a Eliseo como sucesor suyo. Aquel marcha en su busca, lo encuentra arando con doce yuntas y le echa encima su manto. Era la forma correcta de nombrarlo sucesor de parte de Dios. La llamada de Dios llega en cualquier momento y en cualquier sitio. Las personas que viven la fe, saben que esto se da con frecuencia. La llamada de Dios puede llegar caminando por la calle, en casa, en la iglesia o saliendo por el portal o en la discoteca. Lo importante es dócil a Dios. La llamada puede ser para multitud de cosas relacionadas con él, con sus deseos.
 
   Gálatas (5,1.13-18) nos recuerda que nuestra vocación, nuestra llamada, es a la libertad. Pero, no a la libertad egoísta sino a la libertad que nos da el amor, para ayudarnos unos a otros. Esto es andar según el Espíritu. Lo  contrario es andar según los deseos de la carne. Si nos guía el Espíritu de Dios, podemos incluso dejar de cumplir con determinadas leyes religiosas. Aquello de la canción: "Muchos que lo ven (al necesitado) pasan de largo, acaso por llegar temprano al templo" es puro evangelio y está por encima de otras obligaciones emanadas de la misma jerarquía eclesiástica.
 
   El evangelio continúa esta misma línea. Jesús rompe con fuertes tradiciones y costumbres de su contexto cultural y religioso. Eso es lo que Jesús quiere expresar con su frase: "Deja que las mujeres entierren a los muertos". Esas palabras tuvieron que ser un verdadero escándalo porque era uno de los deberes religiosos más sagrados de un hombre, pues era cosa prohibida a las mujeres. Sin duda, Jesús no se opuso al entierro honroso de un padre, pero sí a una estructura opresora de impurezas que impedían acercarse a Dios y discriminaban a la mujer. Toda costumbre o cultura que se oponga a los criterios del evangelio no puede ser aceptada por un cristiano. Es necesario romper con ella. No podemos aceptar ninguna estructura opresora venga de donde venga. En nuestro bautismo, hemos renunciado a todo aquello que nos pueda atar a viejas costumbres o poderes que nos impiden obrar según el evangelio. Debemos no avergonzarnos de manifestarnos creyentes. Para ello, es necesaria la vida de oración y, a la vez, el saber aparecer como personas de fe aumentará nuestra vida de unión con Dios.
 
   Compromiso:
   Dar algún testimonio de nuestra fe.

 

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.