jueves, 16 de enero de 2020

II Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 19-1-2020. Juan 1,29-34

     Las palabras clave de este domingo son glorificar, santificar y el Espíritu Santo. Dicen todas una relación con la santidad. La santidad de Dios, que nos ama, y nuestra santidad que él nos da. La frase que se propone para memorizar es la equivalente a la del domingo anterior, es decir, Juan 1,33-34. Escoge la que más prefieras. Tiene especial importancia lo de bautizar con Espíritu Santo, expresión que sale en el evangelio de hoy.

     La primera lectura se toma del libro bíblico Isaías 49,3.5. Dice el Señor que él va a ser glorificado por mí. Pero, a su vez, yo he sido glorificado por él, ante sus ojos. Y esto sucede cuando Dios es mi fuerza y yo la empleo en atraer a las personas hacia él. Es decir, cuando yo soy la luz de las naciones para atraer a muchos a las experiencias de Dios. Acostumbrémonos a hablar de Dios con los demás. Si lo hacemos, no lo olvidemos, Dios es glorificado por nosotros, y nosotros por él.

     La respuesta al salmo de hoy es: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". Que nos sirva para comprometernos en algo de lo que vamos viendo.

     1 Corintios 1,1 hacen la segunda lectura. La carta se dirige a todos nosotros, pues se envía a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre del Señor Jesús. Nos desea gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. No olvidemos, pues, que Pablo nos ha enviado una carta. No dejemos de leerla y releerla. 

     El evangelio (Juan 1,29-34) de hoy nos presenta el bautismo de Jesús según nos lo relata el evangelio de Juan. Para comprender bien en toda su profundidad este pasaje debemos darnos cuenta de la profundidad mística que encierra. Todo el texto gira alrededor de la palabra "Espíritu", que baja del cielo como una paloma y se posa sobre Jesús. El bautismo de Juan animaba a cambiar de conducta. Por eso, el bautismo de Jesús es superior al de Juan. Jesús trae un bautismo con Espíritu Santo y fuego. "Santo", aplicado al Espíritu Santo, significa pertenencia a la esfera de Dios y, por lo mismo, tiene una actividad santificadora. Una vez bautizados ya pertenecemos a la esfera de Dios. La vida divina nos empapa totalmente, nos toca en lo más profundo de nuestro ser. Esto sucede cuando nos hemos preparado con la enmienda que procede de un sincero amor a Dios. El Espíritu de Dios es Dios entre nosotros. Los cielos quedan abiertos asegurando una comunicación ininterrumpida de Jesús con la esfera divina. El espíritu de Dios es como el ave que vuela sobre su nido. Vuela sobre Jesús y se posa en él. Jesús está inundado del Espíritu de Dios, no ha estado nunca separado de Dios. Y nosotros preparados para una vida mística de fuerte unión con él. El bautismo de Jesús es maravilloso, y el nuestro sigue en esa misma línea si dejamos que Dios obre en nosotros maravillas. Es la base de toda vida mística: nuestro bautismo debe estar unido al de Jesús y ponerlo todo no en nuestros méritos, sino en el actuar de Dios en los corazones. Nosotros debemos trabajar para que la gente se una cada vez más a Dios, pero sabiendo que el resultado final no se debe a nosotros, sino que es obra suya, del propio Dios. Sólo él nos acerca a él. Es poner a nuestros hijos en el buen camino. No debemos privarlos de ello.


     Compromiso:
     Hagamos obras buenas, pero a Dios no le exijamos nada a cambio. Dejémosle que sea él quien obre en nosotros.



 
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