viernes, 14 de marzo de 2008

Mateo, 27, 11-54. Domingo de Ramos. Ciclo A. La Pasión del Señor.

A Jesús se le acusa ante el tribunal judío, de haber blasfemado. Aquí, ante el gobernador Pilato, es acusado de autoproclamarse el rey de los judíos. Cuando existe odio contra una persona, se miente y se le acusa de todo lo inimaginable, aunque para ello sea necesario inventar cosas muy distintas. Las personas que han tenido que pasar por este proceso lo saben muy bien. A Jesús le sucede lo mismo, según vaya interesando se le acusa de distinta cosa. Y Jesús guarda silencio total y calla continuamente. Es un silencio que indica que no quiere saber nada con la institución religiosa judía, que lo acusa de tan distintas formas. Además, posiblemente está muy quemado con dicha institución.
El gobernador Pilato tiene que soltar un preso por la Pascua. Había entonces uno famoso llamado Jesús Barrabás. Los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a las multitudes para que pidieran a Jesús Barrabás y muriese Jesús el Mesías. Un contraste, seguramente intencionado, pues los dos se llaman Jesús.
La mujer de Pilato tiene un sueño y le dice a su esposo: "Deja en paz a ese hombre, porque esta noche he sufrido mucho en sueños por su causa". Para Mateo, Dios se comunica en sueños. Aquí, Dios habla a una mujer pagana debido a la traición de Israel. Hoy día, no sabemos reconocer la voz de Dios si esta viene de otros campos que no sean los de la jerarquía eclesiástica. Hemos olvidado que el Concilio Vaticano II dijo que era necesario estar atentos y escuchar los signos de los tiempos porque a través de ellos también puede hablar Dios. Esto suele descubrirlo primero el cristiano de a pie que la propia jerarquía eclesiástica, que teme los cambios.
Decía unos días atrás, que lo importante es nuestra plena y fuerte adhesión a Cristo. Digo plena y fuerte porque de lo contrario corremos el peligro de ser manipulados por el ambiente, por las masas, incluso por algunos dirigentes en sus predicaciones. Eso mismo sucedió a aquellas multitudes judías que habían simpatizado con Jesús, pero que al no haberle dado su plena y fuerte adhesión fueron también manipuladas y traicionaron a Jesús. ¡Claro que existe el fanatismo de las masas! A menudo, los jefes consiguen inculcar a la masa las ideas que convienen a sus intereses.
Mateo pasa rápidamente por los azotes dados a Jesús y expone la parodia de una entronización real que le hacen los soldados del gobernador. Al ir a crucificarlo encuentran a Simón Cirene y lo fuerzan a llevar la cruz de Jesús. ¿Se trata de una contraposición entre Simón Cirene y Simón Pedro? ¿Es aquel un discípulo que de una u otra forma sigue a Jesús hasta su muerte, mientras que Simón Pedro ha renegado de él?
No puedo comentar toda la crucifixión por falta de espacio. Recordar no obstante que le crucifican entre dos bandidos. Esta denominación de bandidos se aplicaba a los nacionalistas fanáticos o zelotas que luchaban con violencia contra el régimen político establecido. No eran ladrones.
Jesús, antes de morir, grita fuertemente: Dios mío, Dios mío (Elí, Elí) ¿por qué me has abandonado? (Salmo 22, 2). Al oir Elí, Elí, algunos piensan que llama a Elías y se burlan de él. Pero Jesús dio otro fuerte grito y exhaló su espíritu.
Estas últimas palabras de Jesús: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" debieron parecer un poco duras a la primera comunidad cristiana y en el evangelio de Lucas se cambian por "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lucas 23, 46) y, posteriormente, en Juan, las últimas palabras de Jesús ya no son las anteriores sino unas de sentido muy judío "todo está consumado" (Juan 19, 30). Ya se ve la poca lógica del llamado "Sermón de las siete palabras pronunciadas por Jesús".
Los versículos 51, 52 y 53 necesitan un comentario especial. Los fenómenos que suceden después de la muerte de Jesús, son tan diversos en los diferentes evangelistas que se impone la conclusión de que son figuras que expresan el significado teológico del acontecimiento para las primeras comunidades cristianas. No son pues, hechos históricos el rasgarse la cortina del santuario, el temblor de la tierra o el que las rocas se rajen. Todo tiene su significado y es expresión de las primeras comunidades.
En la cruz, bien pensada, bien meditada, sin manifestaciones ostentosas de milagros, tiene lugar la definitiva manifestación de Dios. De ahí como la vivieron los primeros cristianos y las expresiones teológicas a que ellos dieron lugar.

 
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