miércoles, 22 de octubre de 2008

Domingo XXX del tiempo ordinario. 26/10/2008. Mateo 22, 34-40

El evangelio de hoy dice:
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?". Él le dijo: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas".

La pregunta que los fariseos hacen a Jesús era una cuestión muy discutida entre los judíos. Unos decían que el hombre no era quien a determinar lo que era más importante en la Ley de Dios. Si venía de Dios, toda ella era importante. Sin embargo, dominaba la idea de que el mandamiento más importante era la observancia del sábado, que para nosotros sería ir a misa el domingo. Muy pocos eran los judíos que ponían, en primer lugar, el amor a Dios y al prójimo.

En la Ley judía, existían 613 mandamientos; de ellos, 365 negativos y 248 positivos. No había algo que pudiera aglutinarlos a todos, como una orientación para el israelita. Ahora, Jesús, al poner como mandamiento principal que se debe amar a Dios "con todo tu corazón, con toda el alma, con toda tu mente", manifiesta, conforme al significado de las palabras hebreas, que el amor con que debemos amar a Dios no es un mero sentimiento, sino algo que debe dirigir de verdad nuestras vidas. Ser ese el mandamiento principal significa que es el que da sentido a todos los demás mandamientos. Pero, hay una dimensión del primer mandamiento tan importante como él mismo. Los mandamientos son inseparables: quien da de verdad su adhesión a Dios ha de conformar su conducta a la conducta de Dios, que ama de verdad al hombre.

Esta equiparación de los dos mandamientos, del amor a Dios y al prójimo, asignándolos como los mandamientos principales, hace que el resto de la Ley crisitana o de los mandamientos sean sólamente corolarios de esta orientación fundamental de la vida. En este sentido, los mandamientos de la Iglesia no están bien formulados cuando en vez de confirmar que el primer mandamiento es "amar a Dios sobre todas las cosas", afirma, como tal primero, que es "oir misa entera todos los domingos y fiestas de guardar". De esta reflexión, obviamente, se pueden sacar varias conclusiones. Por ejemplo: a veces, se debe perder la misa para cuidar o atender al prójimo o, en concreto, a un enfermo. Se pueden hacer más reflexiones en este sentido, sin necesidad de llegar a una conciencia laxa.

 
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