lunes, 13 de diciembre de 2010

Domingo IV de Adviento. 19/12/2010. Mateo, 1,18-24.

   El evangelio de hoy, Mateo, 1,18-24, así como el de Lucas, 1,26-38, pertenecen al género literario llamado "anunciación". A partir de Pío XII y, en concreto, del Vaticano II, los géneros literarios en la Biblia y, por tanto, en los evangelios, deben ser tenidos en cuenta para una correcta interpretación de los textos sagrados. Hoy día no puede reducirse la predicación a un ser buenos y practicar la religión. Es necesario que los progresos de la teología, debidamente explicados, lleguen no sólo a las aulas universitarias sino, también, a los bancos de la iglesia. Hoy día, el creyente se encuentra con muchos enemigos y, en concreto, con el ateísmo organizado. Por esta razón el cristiano está obligado, en lo posible, a saber dar razón de su fe.

   Al comienzo, afirmaba que el evangelio de hoy se inserta dentro del género literario llamado "anunciación". En este evangelio no debemos fijarnos en el dato histórico, no debemos buscarlo porque no interesa. Los primeros cristianos proyectan en este relato de José, que piensa abandonar a María porque la encuentra embarazada, proyectan digo, su propia fe en Jesús resucitado. En este evangelio a Jesús se le imponen dos nombres: el ya mencionado, Jesús, y el de Enmanuel. El primero significa que nos salvará de todos nuestros pecados, y el segundo, que es Dios-con-nosotros. Estos dos nombres con su significado expresan profundamente la fe de los primeros cristianos. Por todo ello, Jesús es Dios o la obra de amor del mismo Dios. Lo que nace de María, como en otras anunciaciones que aparecen en la Biblia, es obra de Dios.

   El mensaje que aportan los significados de los dos nombres y esta última afirmación, constituyen la enseñanza del evangelio que se comenta. Lo demás son datos cuya historicidad ni nos importa ni nos interesa. Lo único importante es el significado que Jesús debe tener para nosotros, como lo tuvo para aquellos primeros cristianos que supieron dar su vida como testimonio de fe. A José se le presenta como un hombre de bien, lógicamente, y puede servirnos de espejo.

   Compromiso:
   Que mi vida sepa ver en Jesús al que me salva de mis pecados y experimentar junto a él la presencia de Dios en nosotros.

 
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