martes, 18 de septiembre de 2012

XXV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 23/09/2012. Marcos 9,30-37

   El evangelio de este domingo contrapone la actitud de los Doce, es decir, de los judíos que siguen a Cristo y la de los cristianos no judíos, procedentes del paganismo. Es decir, el evangelista sitúa el pasaje evangélico,  a la vez, en tiempos de Jesús y en las primeras comunidades cristianas. Para ello, como siempre, se vale de un recurso literario: el uso del presente histórico. Un tiempo presente con significado también de pasado. Por ejemplo, en el versículo 35: "y les dice". Las traducciones ocultan, a menudo, este matiz.

   Jesús aprovecha su último viaje a Jerusalén para enseñar a los Doce. Por esta razón, rehuye el contacto con las multitudes. Instruye a los discípulos sobre su muerte y resurrección, cosa que ellos no entienden y no se atreven a preguntarle. Por fin, llegan a la casa de Cafarnaún. Es la casa donde se construyó la primera comunidad mixta, la casa donde estaban a la mesa los discípulos y los recaudadores, excluídos estos del pueblo judío y, por lo tanto, pecadores (Marcos, 2,14-15).

   Acompañan a Jesús los Doce, que, por el camino, habían discutido sobre quién de ellos era el más grande. En el evangelio de hoy, los llama discípulos y sólo ahora, cuando los llama, se habla de los Doce. La denominación "los Doce" incluye a todos los israelitas que han dado su adhesión a Jesús. Ellos son el Israel mesiánico. Las doce tribus o los doce pratiarcas de Israel representan el antiguo pueblo de Dios. Ahora, los Doce representan el nuevo pueblo de Dios.

   Este Israel mesiánico debe inyectar una nueva savia a la humanidad y desechar las categorias del antiguo. En el nuevo pueblo de Dios, Jesús no admite que alguno pretenda un rango más elevado que los demás. El primero debe ser el último de todos y servidor de todos. Ser el primero no significa superioridad respecto a los demás, sino la cercanía a Jesús identificándonos con sus actitudes.

   "Si uno quiere ser el primero, ha de ser el último de todos y servidor de todos". Ese "todos" no se refiere aquí a la humanidad en general, sino a los miembros de la comunidad. Los Doce discuten sobre quién va a mandar. Si no se hubiese dado un cerrojazo al concilio Vaticano II ¡Cuántas cosas ya habrían cambiado en la Iglesia, en el sentido del evangelio de hoy!

   El texto litúrgico de hoy presenta una deficiente traduccíon. Jesús no acerca un niño. Jesús coge al chiquillo, es decir, al pequeño sirviente de la casa. Dice a los Doce: "El que acoge a uno de estos chiquillos (sirvientes) en mi nombre, me acoge a mí, y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado". Estupendo final.

   Compromiso:
   No sé si tendrás o no cargo en la Iglesia. Si lo tienes, reflexiona.

 
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