jueves, 5 de septiembre de 2019

XXX Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 8-9-2019. Lucas 14,25-33

   Como afirmó el Papa Francisco en cierta ocasión, el seguimiento de Jesús es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso. Hay que ser radical echándose en los brazos de Dios, suceda lo que suceda. Y sabremos que al final, Dios está siempre cerca, muy cerca de nosotros.

   La frase recordatorio que se propone para hoy es "¿Qué hombre conocerá los designios de Dios?" (Sabiduría 9,13).

   La primera lectura es del libro de la Sabiduría (9,13-18). Queda resumida por completo en su comienzo, con la frase que mencionamos en el párrafo anterior. Es imposible conocer las intenciones de Dios sobre nosotros. Sólo sabemos que debemos fiarnos enteramente de Él. Y será lo mejor, sin lugar a duda. Echémonos en los brazos del Señor.

   La segunda lectura es de la carta de Pablo a Filemón (9b-10.12-17). Lo fundamental de esta lectura es que Pablo ha engendrado a una persona para Cristo. Persona a la que considera como a un hermano querido. A menudo insistimos en la necesidad de que hablemos a los demás de Dios y de Jesucristo. No todos acuden a escuchar la palabra de Dios en la iglesia. Muchos pasan gran parte de su vida sin oírla. Y ¿quién les hablará de Dios si callamos los creyentes? Vayamos atreviéndonos poco a poco, pero sin pausa, a hacerlo. Es una forma excelente de manifestar nuestra fe.

   Y ya en el evangelio, el pasaje de este domingo nos dice por tres veces quien no puede ser discípulo de Jesús. No puede serlo quien no se pospone a sí mismo. Quiere decir que debemos amar a los padres, a los hijos, a los hermanos y a nosotros mimos, como Dios quiere que hagamos, yendo en pos de Jesús. Lo fundamental es cargar cada uno con su cruz y estar siempre con Jesús. Para construir una torre o lo que sea, hacemos primero nuestras cuentas y calculamos nuestras posibilidades. Espiritualmente, nuestras cuentas las echamos bien cuando sabemos hasta donde llega nuestra cruz sin regatearle nada a Dios. Así estamos en línea de cumplir la voluntad de Dios.

   Renunciar a todos nuestros bienes es echarse en los brazos de Dios. Es decirle hágase tu voluntad, como hizo Jesús cuando murió en la cruz. Cuando de verdad nos echamos en los brazos de Dios, cuando dejamos que nos lleve en volandas, entonces estamos empezando de verdad una vida mística, una vida de profunda unión con Él, con el mismo Dios. Nuestros bienes deben aprovecharnos para vivir cerca de Dios, no para alejarnos de Él. Deben servirnos en la salud y en la enfermedad, pero nuestra confianza, nuestro amor, debe estar profundamente enraizado en Dios, con bienes y sin bienes.


   Compromiso:
   Analiza tu vida y comprométete en algo.

 
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