viernes, 30 de agosto de 2013

XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. 01/09/2013. Lucas 14,1.7-14

   Primera lectura tomada del libro bíblico llamado Eclesiástico (cap. 3, versículos 17-18.20.28-29), escrito hacia el año 190 antes de Cristo. Este libro se conoció sólamente en griego hasta comienzos del siglo XX, pero gracias a importantes descubrimientos de manuscritos en el Cairo (1896-1964) conocemos más de dos terceras partes del texto hebreo original de la obra.

   Esta lectura contiene una alabanza de la humildad. La presenta como virtud humana: "procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso". La considera, además, importante en la experiencia de Dios pues afirma: "Es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los humildes". La humildad con relación a Dios es echarse en sus brazos, no exigirle nada, darle gracias por tantas cosas, dejarse conducir por él, luchar por no pecar, amarle gratuitamente. Ser humilde ante Dios abarca, realmente, muchas virtudes.

   Con relación a la segunda lectura, (Hebreos, 12,18-19.22-24a) diremos que Moisés y los suyos, cuando se les manifestó Dios fue en un medio material, en un fuego ardiente, en el huracán, en el estruendo de trompetas, en la voz que les atemorizaba y que no querían volver a oir nunca. A nosotros, en cambio, el Dios vivo se nos manifestó de forma maravillosa, en la Jerusalén celestial, es decir, intimamente, en convivencia con los ángeles, con aquellos cuyos nombres están escritos en el cielo. Por tanto, con nuestros padres, con nuestros abuelos, con todos nuestros familiares y amigos que ya están con el Señor. En todos ellos se nos ha manifestado Dios a nosotros, y al estar con Dios estamos con ellos, y viceversa, al estar con ellos estamos con Dios. Todo gracias a Jesús, el único mediador entre Dios y los hombres. Con todo el amor y el cariño que le tenemos, María no es mediadora entre Dios y los hombres. Eso va contra la enseñanza del Nuevo Testamento.

   En el evangelio se pone e manifiesto el valor de la humildad como virtud e incluso como proceder humano. Lucas nos pone el ejemplo del invitado a un banquete. Hay invitados que buscan colocarse entre los primeros puestos, incluso con superioridad y desprecio hacia los demás.

   Para nuestras relaciones con Dios es fundamental la humildad. A Dios no podemos exigirle nada, por muchas obras buenas que realicemos. Ante Dios hemos de presentarnos con las manos totalmente vacías, como pecadores que somos.

   La humildad concede dignidad a los demás; los enaltece.

   La verdadera humildad sabe situar a cada uno en el lugar que le corresponde. Ante Dios, somos solamente una criatura, aunque una criatura amada de verdad. En consecuencia, debemos amar a Dios en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad. Si lo hacemos y perseveramos, comprenderemos lo acertado de este proceder.

   Ante los demás todos somos compañeros de camino. Compañeros que Dios nos da para amar, no para condenar o humillar. Todos valemos en una comunidad, todos tenemos algo positivo, algo bueno. A veces ser los primeros nos lleva a ser arrogantes. El humilde es misericordioso.

   Compromiso:
   Haz la experiencia de dejarte conducir por Dios.


 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.