martes, 11 de septiembre de 2012

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 16/09/2012. Marcos 8, 27-35

   En este evangelio, como en el del anterior domingo, Jesús sigue oponiéndose a la ideología exclusivista de los judíos de despreciar a los pueblos paganos, pues sólo desde el universalismo se puede seguir a Jesús.

   Jesús sigue fuera del territorio judío como quien desea que sus discípulos estén fuera de la presión ideológica de los mandatarios del judaísmo. No quiere tener impedimentos para la comprensión de su persona.

   Después de preguntar Jesús a sus discípulos qué dice la gente sobre él, les devuelve la pregunta y les dice: "Y vosotros ¿quién decís que soy?". En este caso, los discípulos son los Doce, pero Jesús no los llama así, pues todavía no ve en ellos los representantes del nuevo Israel. Han de impregnarse primero de universalismo.

   A la pregunta hecha, Pedro se adelanta y contesta: "Tú eres el Mesías". Pero, al comienzo del evangelio de Marcos (1,1) se dice que Jesús es Mesías, Hijo de Dios. Aquí, Pedro omite Hijo de Dios, lo que daría un sentido universal al mesianismo de Jesús. Para Pedro, Jesús es el Mesías nacionalista de los judíos que carece de universalismo.

   De nuevo aquí, el original está en presente histórico (Pedro contesta) con lo que se insinúa que la idea mesiánica nacionalista sigue estando presente en los primeros cristianos, es decir, en los de la época del evangelista Marcos.

   Como consecuencia, Jesús no puede admitir la mentalidad de Pedro y no desea que la transmitan ni él ni los demás discípulos. Lo prohíbe terminantemente. Les "conmina" a que no digan eso de él. Cuando Marcos pone el verbo "conminar" en boca de Jesús, se dirige siempre a los espíritus inmundos.

   Ante el fracaso, puesto de manifiesto en la respuesta de  Pedro, Jesús se dedica a enseñar directamente a los discípulos (es decir, a los apóstoles, en este caso). Les presenta un mesías no triunfalista y por tanto no judío. Por el contexto, el Hijo del hombre es el mismo Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho y morir, pero, no por decreto de Dios, sino por la oposición de los hombres al plan de Dios. Los que se oponen a Jesús, además de enemigos personales suyos, son también enemigos del ser humano. Son los dirigentes que buscan conservar su posición de poder. Pero, al final, viene la resurrección.

   Después, Pedro "conmina" a Jesús como si lo que éste dice fuesen cosas del espíritu inmundo. Vergonzoso.

   A continuación, Jesús habla de los que desean seguirle. Ha de ser una decisión personal y libre. Jesús no profiere ninguna amenaza a los que no aceptan su oferta. Pero, los que optan por seguirle deben renegar de sí mismos, que es la condición para el amor universal. Deben también tomar su cruz, (de ellos) es decir, el rechazo de la sociedad, el descrédito o la marginación. El que sigue a Jesús debe mantenerse libre y valiente.

   Compromiso:
   Manifestarme libre y valiente en la fidelidad a Jesús.

 
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