martes, 18 de agosto de 2015

XXI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 23-8-2015. Juan 6, 60-69

     La primera lectura presenta un paralelismo con el evangelio en el sentido de aceptación o no, referida bien a Dios, bien a Jesús. La segunda sigue en la línea de la aceptación, pero referida al trato de la esposa por parte del marido. Podríamos decir que hoy es el domingo de la aceptación.

     Es clave en Josué (24, 1-2a; 15-17; 18b) la hermosa afirmación de fe que realiza: "Pero yo y mi casa servimos a Dios". Con esta frase se manifiesta el corazón de un gran líder espiritual que ya se encuentra al final de su vida. Aquí estamos para servir al Señor y debemos hacer todo lo posible para que nuestra familia siga nuestro ejemplo. La decisión de seguir a Dios implica una decisión o un compromiso sincero y verdadero. No olvidemos que ésto influirá positivamente en nuestra familia.

     La carta a los Efesios (5, 21-32) comienza hoy pidiéndonos que seamos respetuosos unos con otros. Así debemos interpretar el resto de esta segunda lectura, que se refiere a las relaciones entre los esposos. La primera parte refleja la cultura de la época, y no tiene por qué ser igual en todos los tiempos. Lo que importa siempre es el amor mutuo. Según esta parte las mujeres deben estar sometidas a sus marido en todo, pero éste sería un aspecto cultural. Para la cultura de hoy, el hombre y la mujer son iguales. La lectura da un paso gigante y va mucho más allá de la cultura, cuando dice que al igual que Cristo dio la vida por su Iglesia, así los esposos deben darla por sus esposas.

     Si en la primera lectura sobresalía la decisión plena de seguir siempre a Dios de serle siempre fiel, en el evangelio de hoy esa fidelidad se representa referida a Cristo. Comer la carne de Cristo y beber su sangre es adherirse plenamente a Jesús, lo que no consiste puramente en imitarlo, sino en interiorizarlo. La unión interiorizada del discípulo con Jesús se expresa con la metáfora del comer y beber. La adhesión a Jesús es una adhesión profunda. Pero amigos, seguirle así, interiorizadamente, es insoportable para los que lo escuchan. Y Jesús les dice que las exigencias que les pide son espíritu y dan vida. Quizá se expresa aquí lo que está sucediendo entre los cristianos de la iglesia de Juan. A Jesús le espera una muerte horrible, pero afirma que esa bajada a la muerte incluye la subida a la vida. Nosotros debemos aprender a ponernos en las manos de Dios con gran fe y confianza, para cuando llegue el momento de nuestra muerte. Las exigencias de Jesús no son una doctrina o sistema teórico: son las vivencias de haberle interiorizado.

     Termina este evangelio diciendo los apóstoles, por boca de Pedro: "Tu eres el consagrado por Dios".

Compromiso: piensa cómo interiorizarías el mensaje de Cristo.



 
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