miércoles, 27 de julio de 2011

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario. 31/07/2011. Ciclo A. Mateo 14,13-21

   El pasaje evangélico de este domingo nos relata la, ya por todos concida, multiplicación de los panes y los peces. A través de los años, hemos corrido el riesgo de enaltecer un posible milagro cuando lo importante es la lección eucarística y de fe que la primitiva comunidad cristiana intenta darnos. Este es un relato de tal significado y de tal fuerza que está lleno de simbolismos de la época y los propiamente cristianos. Es una invitación fuerte, muy fuerte, a saber compartir y a dejarnos alimentar por Jesús en la fe y en la comunión eucarística. Estas son las grandes lecciones de este domingo.

   Ya en la primera lectura, del libro bíblico de Isaías (55,1-3), juega el autor con el alimento humano para expresar el valor inimaginable del alimento divino. Si escuchamos a Dios viviremos y saborearemos platos sustanciosos, dice. Por ello, merece la pena no alejarse jamás de Dios.

   El evangelio de hoy está lleno de simbolismos. En las tentaciones de Jesús, el demonio le propone convertir las piedras en pan, pero la solución al hambre del mundo no pasa por la realización  de un milagro. La solución está en lo sencillo, al alcance de todos, en el compartir los bienes de la creación.

   El número de cinco mil comensales es un múltiplo de cincuenta (50x100). Significa la repetición ilimitada y hace referencia a las comunidades proféticas del Antiguo Testamento como se ve en el primero de Reyes, capítulo 18. El número cinco mil es, por tanto, simbólico; significa que compartiendo el pan se comunica el Espíritu, el hombre se hace maduro espiritualmente y de esta forma se construye una comunidad cristiana. Recostarse para comer el pan era propio de los hombres libres y era la costumbre adoptada para la comidad de Pascua, en recuerdo de la liberación de la esclavitud en Egipto. Jesús pronuncia la bendición sobre el alimento. Repartir el pan y los peces significa prolongar la generosidad de Dios. Cuando se libera la creación del egoísmo de los hombres sobra para cubrir las necesidades de todos. El número doce representa a Israel, en concreto, a la Israel del reino de Dios que somos todos. Por esta razón, los doce cestos que se llenan con las sobras nos incican que, compartiendo, puede solucionarse el hambre del mundo.

   El Papa ha llamado, con fuerza, la atención sobre el hambre, o mucho peor, la hambruna en Africa y parece que las naciones han empezado a moverse. ¡Ojalá sea efectivo!

   Pero, como ya se dijo, todo este compartio tiene un fuerte reflejo eucarístico. Comulguemos con mucha frecuencia, sin respetos humanos, sin vergüenza, pero siempre con el deseo de compartir, de ayudar a los demás si nos necesitan. Si así obramos, nos inundará el Espíritu, y con ello el gozo.

   Compromiso:
   Lee este comentario del evangelio y, tu mismo, exígete uno.

 
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